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“Para Ángela, el cielo es seguir desde el corazón de su pueblo, y desde lo hondo de nosotros mismos, su Comisión, la lucha para que de la verdad pegada al cuerpo de la gente nazca la paz y la justicia. Y las comunidades afro, indígenas y campesinas puedan poseer y cultivar la tierra y celebrar la fiesta de la dignidad en la maravilla de sus culturas propias”.
Así concluye la oración que elevó ayer el padre Francisco de Roux para honrar la vida María Ángela Salazar Murillo, una mujer que durante gran parte de sus 66 años de vida se dedicó a escuchar, y a través de ese acto tan sencillo se convirtió en un invaluable soporte para las mujeres y las comunidades afro, para las víctimas del conflicto, uniendo aquí y allá pedazos para construir la verdad acerca del conflicto armado.
Una oración fue lo que le pidió Ángela al padre de Roux en la última llamada que tuvieron, el jueves, horas antes de que la muerte la sorprendiera dejando inconclusas tantas tareas que tenía en diferentes frentes en búsqueda de reconocimiento social de víctimas y olvidados de este país.
Contó Mauricio Katz, secretario general de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad (CEV), que en los últimos días les había pedido imprimir un cartel de la Comisión para acompañar sus intervenciones. Había comprado luces y todo lo necesario para continuar con su labor como comisionada de la verdad desde la virtualidad.
Hace dos semanas había participado en una conversación sobre violencia reproductiva y días atrás había aportado su testimonio en un encuentro de mujeres afro. Así era siempre, inquieta.
Jackeline Micolta, comunicadora regional de la Comisión, rememora que solía decirle, al verla a veces tan casada, que no tenía que ir a todas partes donde le pedían que fuera, cientos de espacios. A lo que ella le recordaba con una sonrisa y esa sabiduría llana y sin pretensiones, que caminar al lado de las víctimas era la forma de aprender a escuchar.
Ángela nació en Tadó, Chocó, en 1954. Fue esposa de don Luis y madre de cuatro hijos. Se hizo defensora de los derechos humanos, con énfasis en mujeres víctimas en el Urabá Antioqueño (Municipio de Apartadó); líder social y activista en equidad de género.
Comenzó su labor de servicio alfabetizando trabajadores, niños y niñas en fincas bananeras. Luego llegó la violencia y la obligó a tomar otros rumbos.
En Apartadó, en el barrio Obrero, continuó impulsando procesos comunitarios, hasta que la designaron vocera de las víctimas en los procesos de desmovilización de las guerrillas y autodefensas de la región, ayudando a excombatientes a comprometerse con los procesos de paz.
En ese marco ayudó a construir iniciativas de la sociedad civil. Fue cofundadora de la Casa de la Mujer en Apartadó (1996). Buscando mayor alcance local, ayudó a gestar la Asociación de Mujeres de Apartadó en 2000; hizo parte de la Red de Mujeres de Urabá en 2001, y estando allí la eligieron como representante nacional en la Iniciativa de Mujeres por la Paz IMP desde 2001.
Fue también cofundadora de la Red de Mujeres Públicas en 2005 y de la Mesa Departamental de víctimas de la Sociedad Civil de Antioquia en 2007.
Integró la Mesa de Derechos Humanos (Apartadó – Regional Urabá y Antioquia). También fue coordinado política de Antioquia para IMP, y estaba vinculada como voluntaria en el Programa de Desarrollo y Paz Córdoba – Urabá – Darién Cordupaz.
Patricia Yagarí, amiga y compañera, recordó que Ángela ayudó a crear el primer sindicato de mujeres trabajadoras del servicio doméstico, muchas de ellas víctimas.
Todo esta infatigable labor le mereció un lugar como comisionada para la Verdad en la región Pacífico desde 2017.
Sin incluir su labor en la Comisión, documentó directamente unos 550 casos principalmente de mujeres víctimas de las Autodefensas en Urabá, Córdoba y Chocó y participó en la construcción del pliego de propuestas que fueron presentadas al Congreso de Colombia para la creación de la Ley 1448 Ley de Víctimas.
Además integró el equipo que construyó el pliego de propuestas y peticiones llevadas por las víctimas al Proceso de Paz en la Habana, dando lugar a los capítulos étnicos y de género del acuerdo.
Todo este enorme trasegar se explica, según cuenta Max Yuri Gil, coordinador de la macrorregión Antioquia - Eje Cafetero de la Comisión, por la capacidad innata que tenía Ángela para entrelazar temas y entablar diálogos complejos siempre en términos sencillos.
“Hacía mucho énfasis en la necesidad de construir una verdad territorial, que reconociera el impacto del conflicto sobre los pueblos afro. Fue una mujer alegre. Con una enorme capacidad de reinversión, de reponerse a las dificultades. La búsqueda de verdad la extrañará pero la paz que intentamos construir la honrará”, dice Gil.
Ayer, adoloridos por la partida de la tenaz comisionada que sucumbió a causa del covid-19 en Apartadó, sus compañeros en la Comisión, en cabeza de su presidente el padre de Roux, se comprometieron a “dejarse impregnar” de su chispa, de su sabiduría, y seguir adelante escuchando las verdades del conflicto armado para construir el necesario Informe Final.