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Luis Ángel Caicedo y Nicolás Gamba están sentados sobre una colchoneta en el coliseo del colegio municipal de Cúcuta. Ambos, cuando fueron desplazados por el conflicto interno, viajaron hasta Táchira, Venezuela. Allí rendía más la plata, dijeron. “Podíamos dejar la puerta de la casa abierta mientras estábamos en el trabajo”.
La tranquilidad que describían fue perturbada el 22 de agosto de 2015. Ese sábado, dice Caicedo, “llegó la Guardia Venezolana a la casa. Nos preguntaron ¿colombianos o venezolanos? Mostramos la cédula y nos sacaron a la fuerza, nos metieron en un carro y nos llevaron a un parque. Al otro día ya estábamos deportados en el albergue”. Si usted viera lo que yo vi, si usted viera, dice Nicolás mientras busca a un agente de Migración...
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