<img height="1" width="1" style="display:none" src="https://www.facebook.com/tr?id=378526515676058&amp;ev=PageView&amp;noscript=1">
x
language COL arrow_drop_down

Tomar cursos después de clases es el dilema

En vacaciones las actividades extracurriculares pueden ser una opción para la educación de los hijos. Aprenda a elegir.

  • ilustraciOnES SARA TOMATE
    ilustraciOnES SARA TOMATE
01 de diciembre de 2019
bookmark

Además de terminar quinto grado, este año Samuel Guzmán asistió a entrenamientos de fútbol entre semana y recibió clases de pintura y música los sábados y domingos. Él lo pidió. Para sus papás es él quien debe decidir ahora si toma cursos o no. Es quien tiene la última palabra.

En general, los padres toman dos tipos de posturas en relación al tiempo y las ocupaciones de sus hijos por fuera de las aulas regulares de clases. Por un lado, están los que piensan en que el niño debe tener actividades durante este lapso (educativas y de deporte). Por el otro, los que creen que las vacaciones de ellos son para el descanso, no para asignarles más trabajo.

En la decisión no solamente influyen los gustos o intereses de los progenitores, también es importante el presupuesto y los sobrecostos que acarrea para la familia del estudiante.

¿Cómo funciona?

Extracurricular o extraescolar son términos que se usan en contextos educativos para denotar lo que está por fuera del currículo de estudio. Incluye cursos complementarios no integrados a ninguna carrera o ciclo del alumno.

Estas actividades buscan desarrollar el ingenio, así como divertirse y aprender sobre lo visto en la escuela, según Luis Felipe Henao Londoño, psicólogo de la Universidad San Buenaventura. Explica que muchas veces la oferta viene de los mismos colegios, pero se amplía con la de entidades privadas, cajas de compensación y los programas estatales.

“Hay de todo. Desde la que ofrecen los municipios a través de las casas de la cultura, que a veces ni siquiera tienen valor –o es muy pequeño– o las cajas de compensación y privados, para familias que pueden pagar”, dice.

En términos generales, el experto distingue tres tipos de actividades extracurriculares. Las ofertas educativas que sirven para reforzar habilidades del colegio, como aprender un segundo idioma; las culturales, que buscan generar esparcimiento a través de otras artes, como clases de baile o canto; y las deportivas, que además de divertir y compartir con otros durante el tiempo libre, son buenas para la salud de los estudiantes.

A Samuel, que está por cumplir 11 años, le han gustado las artes. Sus padres, Nataly Gómez y Waldir Guzmán, han sido muy afortunados en este sentido. Ella trabaja en el Museo El Castillo por lo que pudo matricularlo en la escuela de artes y acceder a los beneficios y materiales con descuentos. Por su parte, su padre Waldir es coordinador de mercadeo en Yamaha Musical y le sucede lo mismo con Samuel. A las clases de fútbol sí asiste a una escuela privada.

“No lo veo como una necesidad de primer nivel porque el colegio es lo más importante”, comenta Nataly Gómez, su madre, sin embargo cree en el aprendizaje significativo a través de las artes como una manera de estimularlos desde la pedagogía.

Este tipo de cursos se buscan como respuesta a una necesidad social. “Las familias quieren este tipo de actividades para que no haya ocio y los temores asociados –vicio, vandalismo–. No quiere decir que todo este tiempo sea negativo pero hay temores”, comenta el especialista en educación Luis Felipe Henao Londoño.

No siempre el esparcimiento ha sido bien visto por los adultos. El refrán “la ociosidad es la madre de todos los vicios” recuerda que el ocio se asocia muchas veces con el relajamiento, la inactividad o la pereza. Juan Manuel Restrepo, responsable de educación de Comfama, cree que por el contrario ofrece herramientas que transforman.

“Este tipo de actividades pretenden generar curiosidad y conocimientos. Cuando uno ya lo ve desde la educación, el ocio desarrolla habilidades fundamentales para la vida”, explica.

Señala que una clase grupal como el voleibol, por ejemplo, enfrenta a las personas a encontrarse con su capacidad, al esfuerzo y la disciplina en rutinas colectivas. También menciona el rol de la motivación. Es clave saber qué es lo que el niño quiere. El lugar del padre es ayudar a potenciarlo.

¿Cómo elegir?

Samuel no solo ha estudiado fútbol, batería y artes. Ha explorado y tanteado, se ha equivocado y ha vuelto a empezar. Estudió natación, tocó piano y algo de guitarra. Por casualidad, terminó el año pasado haciendo un casting para un largometraje y actuó en la cinta que está ahora en cartelera. Interpreta a Julián, protagonista de la película Amigo de nadie –dirigida por Luis Alberto Restrepo en el papel del niño. Samuel Guzmán no es actor pero terminó actuando por coincidencia y porque quería hacerlo.

“Muchos actores le preguntaban si quería seguir haciendo interpretaciones y él decía que todavía no”, dice Nataly.

Los padres muchas veces se cuestionan cómo elegir y qué hacer para encaminar a su hijo en una buena decisión. Si el interés es potenciar su elección, ¿cómo hacerlo? Según el psicólogo educativo Luis Felipe Henao es importante medir la motivación real del estudiante, “en el sentido de que se pueda dedicar a hacer cosas que realmente le interesen”.

Otra recomendación es ir a lo básico, el diálogo. “Suena a frase trillada, pero conversar con el hijo es importante para saber qué le gusta. Una familia que pasa de un lado para otro pagando unos dinerales impresionantes, en el fondo no tiene casi tiempo para estar con él”, indica.

La conclusión es que escoja un camino con él, pero tenga en cuenta otro factor. Las elecciones no siempre dependen de lo que quiera el alumno o lo que crea la familia, a veces hay factores superiores como el presupuesto.

Limitantes

Entre las actividades extracurriculares tradicionales está el estudio de un segundo idioma, especialmente inglés. En Colombia este tipo de educación la lideran colegios internacionales a los que solo acceden estudiantes cuyas familias tienen una mejor economía. Mateo Cuadras, responsable de expansión en América Latina de Maple Bear, institución educativa canadiense que está incursionando en este sector en el país, explica que la inversión anual en este tipo de educación ronda los 18 millones de pesos (ver recuadro), un rubro importante en los bolsillos del los padres.

Pero no solo es pagar la mensualidad o el semestre del estudiante, también hay otros factores como el transporte, la alimentación o los materiales del curso que son una carga económica adicional. En el caso de Samuel hubo una coincidencia que ayudó a aligerar los costos –trabajar para las entidades que ofrecen los cursos–, pero no siempre sucede así.

“Los padres dependen de los recursos porque es un asunto de clases sociales. Eso es más difícil si se ven casos como una madre soltera cabeza de familia”, indica Luis Felipe, y menciona que sobre todo en estratos bajos se dificulta el acceso a este tipo de posibilidades.

No hacer nada

El filósofo inglés Bertrand Rusell en su ensayo Elogio de la ociosidad (1932) refuta el hecho de que haya que estar vinculado a actividades, un argumento que parece normal hoy. Algunos padres piensan que hay que darle la posibilidad al niño de ser niño y que no siempre hay que pensar en matricularlo en algo.

En el caso de Samuel, a pesar de que Natalia y Waldir ven en la educación algo necesario, también tratan de buscar un equilibrio. “Es muy gomoso de la tecnología, toma su celular y tableta, descarga tutoriales, hace montajes de video y gráficos, experimenta”, resalta Nataly.

Trata de que no se sienta saturado. Además de tener sus preocupaciones de finalizar el año escolar, está el rendimiento colectivo en el fútbol o el desempeño en la batería y las artes. Por eso trata de darle libertad –incluyendo el ocio absoluto– en ciertos momentos del año, como cuando pasa un tiempo donde los abuelos y los tíos. Con esto cambia de ambiente y le ayuda a despejar la mente para su siguiente año de estudio.

Para Juan Manuel Restrepo tanto el ocio como el juego son fundamentales: “Hay una definición de Von Humboldt que dice que el ocio abre las puertas de la imaginación. Usar la imaginación y el placer –como ver una película o jugar un partido de fútbol– son fuentes de educación muy cercanas a la disciplina intrínseca de la educación formal”, indica el experto.

Samuel es inquieto. Ahora se quiere inscribir en un curso de pesebres artísticos para esta temporada vacacional. Sus padres, en tanto, lo acompañan en su decisión y lo apoyan hasta donde pueden.

de los estudiantes de Medellín están matriculados en jardín, transición, primaria y secundaria.(Simat)

Te puede interesar

El empleo que busca está a un clic

Las más leídas

Te recomendamos

Utilidad para la vida

Regístrate al newsletter

PROCESANDO TU SOLICITUD