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Paz con disidencias de ‘Calarcá’ cuesta $30.299 millones y han crecido 16% en los últimos 7 meses

Este grupo reúne más de 2.802 hombres en armas, consolidándose como una de las estructuras ilegales de mayor expansión en el país. Ha aprovechado la paz de Petro para fortalecerse.

  • La disidencia de “Calarcá” hace presencia en regiones mineras, corredores del narcotráfico y zonas donde la Fuerza Pública enfrenta dificultades para imponer autoridad. FOTO: AFP
    La disidencia de “Calarcá” hace presencia en regiones mineras, corredores del narcotráfico y zonas donde la Fuerza Pública enfrenta dificultades para imponer autoridad. FOTO: AFP
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La política de “Paz Total”, según expertos, oposición y los propios hechos, es un “fracaso total”. Fue una de las grandes promesas de campaña que quedó en veremos. Más bien, terminó dándole protagonismo y poder a dos desertores del proceso de paz y fundadores de las disidencias más grandes de las antiguas Farc: alias “Iván Mordisco” y alias “Calarcá”, este último señalado de infiltrar y corromper a miembros de las Fuerzas Militares y a organismos de inteligencia del Estado.

“Iván Mordisco” y “Calarcá”, pasaron de patrullar juntos a declararse la muerte. Aunque pertenecían a una misma disidencia, las diferencias internas los dividieron y el Gobierno Petro tomó partido; de un lado, la ofensiva militar contra el Estado Mayor Central (EMC), la que lidera “Mordisco”, a la que bombardea sin contemplaciones; y del otro, los guiños y concesiones hacia la estructura de “Calarcá”, con la que el Gobierno insiste en seguir dialogando. Y no gratis.

Según datos de la Consejería para la Paz, la implementación de la Paz Total ha costado $84.816 millones destinados a logística, transporte, seguridad y operación de las distintas mesas de negociación. De ese monto, $30.299 millones corresponden exclusivamente a los diálogos con las disidencias lideradas por alias “Calarcá”, un proceso que avanza lento y que ha sido cuestionado por el aumento paralelo de la capacidad criminal de esa estructura.

Lea también: EE. UU. pide respuestas: solicita indagar presuntos vínculos entre el Gobierno Petro y disidencias de las Farc

Bajo la sombrilla de la política de paz hay nueve mesas activas. El Gobierno participa con 11 delegados, mientras que, en el caso de “Calarcá”, llega acompañado de cerca de 40 miembros de su organización, varios de ellos con órdenes de captura suspendidas como beneficio para seguir sentados en la negociación. Ese estatus, que les otorga libertad de movimiento y un nivel de legitimidad que antes no tenían, se ha convertido en uno de los puntos más polémicos de la estrategia.

Hoy, este temido cabecilla criminal, pese a su hábil relacionamiento y poder para corromper, no ha logrado consolidar un proceso de paz serio, pero sí establecer relaciones y complicidad bajo la sombra, un hallazgo que para muchos ayuda a explicar la benevolencia estatal frente a un grupo que, lejos de desmovilizarse, continúa expandiéndose.

De acuerdo con un análisis de la Fundación Ideas para la Paz (FIP), el panorama criminal del país muestra que el Clan del Golfo es, a julio de este año, la estructura con mayor crecimiento. Sin embargo, la disidencia de “Calarcá”, también llamado Estado Mayor de Bloques y Frente (EMBF), mantiene una expansión sostenida. Entre diciembre de 2024 y julio de 2025, los Grupos Armados Organizados aumentaron su pie de fuerza en un 15%, lo que equivale a 3.320 nuevos integrantes.

En ese mismo periodo, el EMBF creció incluso por encima de ese promedio. Su estructura aumentó un 16 % con el ingreso de 387 nuevos miembros, alcanzando los 2.802 combatientes, un salto significativo para un grupo que ya tenía presencia consolidada en varias regiones.

Ese crecimiento se refleja en el mapa. El EMBF reina hoy en zonas de economías ilícitas. El Catatumbo en Norte de Santander, el Bajo Cauca antioqueño, el sur de Bolívar y amplios corredores que se extienden por Putumayo, Caquetá, Huila, Amazonas, Meta, Guaviare, Tolima y Cauca. Su presencia se da en enclaves mineros, áreas cocaleras, pasos fronterizos y regiones donde el control social y armado garantiza rentas y movilidad. No es una estructura marginal, es un actor con capacidad para influir, gobernar y someter.

Esa disidencia no tiene intención alguna de avanzar hacia una eventual dejación de armas, al menos no por la vía negociada. Funciona bajo una cadena de mando que, cuando le dan la espalda, activa nuevas implosiones o atentados. Además de estar implicada en el escándalo por la infiltración a las Fuerzas Militares y a organismos de inteligencia del Estado, su nombre aparece asociado a otros hechos violentos que han sacudido a todo el país.

Uno de los más recientes surgió hace dos meses, cuando alias “Gabriela”, capturada por el magnicidio del senador Miguel Uribe Turbay, declaró ante la Fiscalía que la orden del asesinato habría salido desde Caquetá, territorio donde operan las disidencias bajo el mando de “Calarcá” y las estructuras de alias “Iván Mordisco”. Este último reaccionó de inmediato con un comunicado en el que negó cualquier participación. “Calarcá”, en cambio, guardó silencio.

A ese episodio se suma la masacre de Amalfi, Antioquia, donde 13 miembros de la Fuerza Pública fueron asesinados y por la cual varias facciones de la estructura de “Calarcá” fueron señaladas. Pese a ese historial, la disidencia va por su séptimo ciclo de negociación. El más reciente encuentro se desarrolló en Campo Hermoso, San Vicente del Caguán, con el propio Calarcá como jefe de la delegación.

Mientras el proceso está estancado, su costo crece. Hoy es el segundo esfuerzo de paz más oneroso para el Estado, únicamente superado por el fracaso de la negociación con el ELN.

Wilmar Mejía crea “cortinas de humo” a favor de petro

En medio del escándalo por la presunta infiltración de las disidencias de las Farc en el Gobierno y la Dirección Nacional de Inteligencia (DNI), varios funcionarios de esta última entidad expresaron su inconformidad por las actuaciones de Wilmar de Jesús Mejía, director de Inteligencia, quien, según ellos, estaría ejerciendo presiones para acceder a información sensible y a detalles de supuestos seguimientos ordenados por generales.

El objetivo sería fabricar un escándalo que permitiera poner en segundo plano la inclusión de Petro en la Lista Clinton, la revocación de su visa o los tantos escándalos que hay en este Gobierno.

En un audio revelado por El Tiempo se escucha la voz de Mejía diciendo que “lo que pasa es que la premura mía es que estamos a contrarreloj. Ayer me informaron que falta un visto bueno del presidente para unos nombramientos nuevos que hay para Polfa y bueno, varios. Por agenda el hombre no se ha sentado, pero ya está en el escritorio de él y, obviamente llegando él también llegaría el Ministro de Defensa a firmar lo que tenga en el escritorio. Entonces, digamos que eso ha sido como la premura (sic)”.

Según ese medio, en otro de los audios Mejía le expresa a un oficial su intención de “salvar” al presidente Petro de “la hoguera en la que está metido”, haciendo referencia a la crisis política generada por los recientes escándalos y para eso utilizaría los instrumentos del Estado.

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