Libardo Vargas pasó por dos guerrillas y dos proceso de paz antes de darse cuenta de que lo suyo eran las orellanas, una especie de hongo similar a los champiñones capaz de aportar nutrientes y sabor a los alimentos.
Luego de comandar varios grupos en el M-19 y de moverse como relacionista público de las Farc en el exterior, las ideas de un Acuerdo de Paz empezaron a llegar por medio de sus amigos y él, de a poco, creyó que un proyecto de vida diferente era posible.
“Lo difícil era confiar y que confiaran en nosotros –recuerda–, los dos lados íbamos con miedo, pero lo hicimos”. Firmó la paz junto a 13.394 guerrilleros más y, como él mismo dice, se encargó de aprender todo lo necesario para montar un proyecto exitoso que lo alejara de volver una vez más a esa guerra.
Junto al Sena y la Agencia de Reincorporación y Normalización empezó a redactar el proyecto y a buscar fondos. Ahora hacen parte del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y del Fondo Emprender.
“¿Orellanas, eso qué es y con qué se come?”, se preguntó la primera vez que le mencionaron esa idea de negocio, pero le apostó a ese proyecto y se unió a 25 reincorporados más y a 10 civiles para montar la primera y única empresa de excombatientes constituida como Sociedad por Acciones Simplificada, SAS.
Desde entonces, orellanas que se cultivan en Tocancipá, Cundinamarca, son convertidas en antipasto, escabeche, salsa, almíbar, encurtido y varias cosas más. Al igual que Libardo y sus compañeros, la Misión de Verificación de la ONU ha registrado 3.414 excombatientes que se benefician de proyectos productivos colectivos e individuales.