Alejandro Gaviria escogió a Medellín para arrancar su campaña a la Presidencia. Llegó el viernes acompañado de su esposa, Carolina Soto, y de sus asesores Martín Carrizosa y Hernando Salazar, y se dispuso a recoger firmas en el sector de Ciudad del Río. Quiere alcanzar 1’200.000 que debe tener listas en diciembre para inscribir su candidatura.
El exrector de la Universidad de Los Andes llega en jeans, saluda a quienes se cruza y se muestra interesado en escucharlos. En su conversación con EL COLOMBIANO, se le oye muy serio al hablar del país y se le nota también una dosis de idealismo, que parece ser la que lo llevó finalmente a lanzarse al agua.
Hace mucho tiempo un rector de universidad no se lanzaba a la Presidencia y su esencia es académica. ¿Hace alguna diferencia?
“Yo creo que hace una diferencia para bien. De alguna manera lo que hace la academia es decir: el poder del conocimiento, de la ciencia, de la cultura, puede ponerse al servicio de la sociedad”.
¿Pero puede hacer difícil conectarse con la gente?
“Puede ser. A mí no me gusta una cosa que he escuchado de forma recurrente y es que para llegarle a la gente, sobre todo al colombiano menos favorecido, uno tiene que tener una relación casi de condescendencia, como si uno tuviera que suponer de entrada que llegarle a la gente es simplemente volverse un eslogan, no tener conversaciones adultas. Esto también es una apuesta por llegarle a la gente con claridad. Yo creo que los académicos podemos conversar con la sociedad en unos términos que todos entiendan”.
En sus 60 puntos usted tiene diagnosticada la corrupción. Pero, ¿cuál es su propuesta para combatirla?
“Me parece fundamental entender la corrupción no como una causa, sino como un síntoma de problemas más profundos en el diseño del Estado y la forma como opera la política. ¿Queremos entender la corrupción en el PAE? Entendamos qué ocurrió cuando esas capacidades se transfirieron de las entidades territoriales al ICBF. Hay que entender cuáles son los diseños del Estado que llevan a la corrupción. Si no corregimos ese mal diseño del Estado, podemos seguir dando muchos discursos contra la corrupción, pero no la vamos a resolver. Yo tengo conocimiento de toda la estructura del Estado y de dónde están esos malos diseños, o por lo menos los más preponderantes, para actuar ahí”.
En el tema del narcotráfico, usted propone “descriminalizar el uso de las drogas”. ¿Qué cambia con respecto a lo que tenemos hoy?
“La descriminalización ocurrió en Colombia en 1994 con la famosa sentencia de Carlos Gaviria. Con el nuevo Código de Policía y lo que ha ocurrido en la pandemia y, sobre todo con ciertas declaraciones de este gobierno, se ha cambiado la relación de la fuerza pública con los ciudadanos.
Yo creo que eso ha llevado a abusos de los derechos y ha desviado la atención de la fuerza pública de lo que es fundamental: la pelea contra las organizaciones criminales. Con descriminalización me refiero a que nos concentremos en lo importante, no en el muchacho de 17 años. Me refiero también a los efectos que esto puede tener hacia adelante”.
¿Legalizaría la marihuana?
“En el tema del cannabis, Colombia va a tener un debate alrededor de un modelo distinto que no sea prohibicionista, que tenga control, regulación, que esté claro dónde, cómo, cuándo, con qué tipo de impuestos, prohibiendo la publicidad y patrocinio, transmitiendo información a la ciudadanía que comunique el riesgo.
Ese es el modelo que se ha utilizado en el tabaco y la incidencia de su consumo ha caído. 500.000 personas, entre ellas muchos jóvenes, han dejado de fumar. ¿Qué ha pasado con la marihuana? Tiene un modelo prohibicionista en el que no hablamos y el consumo, tanto la prevalencia del último año como en toda la vida, aumenta año tras año”.
Pero otra parte es el tema del narcotráfico, los cultivos y la producción...
“En la campaña va a haber una discusión sobre la fumigación con glifosato en la que yo jugué un papel. Yo hice una recomendación para que la Agencia Nacional de Licencias Ambientales le quitara la licencia ambiental a ese programa de fumigación.
La evidencia científica que yo tengo, el conocimiento de 20 años de investigar este problema, muestra que esa no es la solución. Y que termina por disminuir la legitimidad del Estado. Para erradicar una hectárea de manera definitiva hay que fumigar más de 20. Los cultivos ilícitos en Colombia están en la periferia, lo que refleja que no es solo un problema de narcotráfico. Es que la inserción en la economía global de esas comunidades no tiene opciones distintas.
La única forma con la que podemos solucionar ese problema es por el camino de entender las posibilidades de desarrollo y de inserción en la economía nacional y global de estas comunidades. Por otro lado, hay que combatir las organizaciones criminales que se pasan de un sector a otro”.
¿Ha pensado en su fórmula para la Vicepresidencia?
“No lo he hecho, porque yo he dicho desde el comienzo que hay que unificar al centro. Y esa unificación, si uno llega a una consulta, puede estar basada en un acuerdo que diga, bueno, el que quede de segundo en la consulta es la fórmula. Hablar de un nombre ahora, sin tener el tema político resuelto, es prematuro”.
Y una figura como la suya, que tiene en encuestas más o menos un 2 % de intención de voto, ¿cómo hace para cohesionar a otros que tienen más intención de voto? En principio su nombre no es de los que más puntea...
“No lo es porque me acabo de lanzar. Llevo una semana. Fui reticente en las primeras de cambio. Sería difícil creer que yo empezaría con 10 % o 15 % de intención de voto. Lo que sí parece ser cierto es que hay un interés en mi campaña, que estas fuerzas políticas que tenemos que unificar están pidiendo un diálogo. Yo he tenido conversaciones con el Nuevo Liberalismo, ellos han dicho que les interesa hablar conmigo y que les interesa que yo haga parte de esa idea; la Coalición de la Esperanza lo dijo también; el liberalismo está ahí. No es que sea un tema utópico, que yo quiera conversar y nadie quiera. Mucha gente quiere conversar y ve en esta campaña una posibilidad”.
¿Y el hecho de ser primíparo en política electoral no lo pone en desventaja?
“Yo dije, muchas veces, que me preocupaba esa falta de experiencia y todo el mundo me dijo que eso era lo que se necesitaba. En la política colombiana hacía falta renovación. Hay cierto cansancio con los candidatos, con las ideas, con cosas que se repiten, con los mismos nombres que aparecen una y otra vez. Aún es temprano para el balance, pero una semana ha mostrado que mi candidatura llama la atención porque es renovadora, porque tiene otras formas de enfrentar este debate”.
Pero César Gaviria y el Partido Liberal no son renovación. Y llegar a la Presidencia sin partidos es prácticamente imposible...
“César Gaviria no es renovación, pero no es el jefe político ni es el dueño de esta campaña. En las pocas conversaciones que he tenido con él le he dicho: para transformar a Colombia ustedes tienen que transformarse por dentro. Yo he querido combatir dos formas de pesimismo: una es el nihilismo que dice ‘nada se puede, todos son lo mismo‘; y otra es la indignación superficial que dice ‘todos son corruptos‘. Yo entré aquí porque quiero combatir eso. Yo creo que un líder puede transformar la sociedad para bien”.
Gustavo Petro también lo invitó a hablar. ¿Por qué con Petro no?
“Petro me hizo una invitación en unos términos un poco académicos. Él dijo, ‘yo defiendo los derechos colectivos‘, no sé muy bien eso qué significa, ‘y quiero acercarme al liberalismo‘, es decir, a esa defensa de los derechos individuales que están consagrados en la Constitución. Después hubo una invitación más explícita por uno de sus aliados, Roy Barreras, a través de un acuerdo en el que yo podría ser ministro de Hacienda de un eventual gobierno. Y yo dije que no, que no me interesaba porque las afinidades programáticas no son tan grandes como para esa apuesta”.
En la campaña pasada, los votos de Sergio Fajardo y de Humberto de la Calle, de haber ido unidos, habrían sido suficiente para pasar a segunda vuelta...
“Si esta iniciativa mía no termina en un centro unificado, yo creo que podría pasar lo mismo. Con los 60 puntos y con esta discusión que estamos teniendo, yo quiero darle un contenido programático al centro. Definirlo bien, porque yo creo que la discusión antes era que la gente es de centro, pero el centro parecía vacío de contenido. Y una cosa que yo voy a hacer, que empecé ya, es llenar de contenido programático, de ideas transformadoras, a ese centro. Y lo voy a hacer mejor que los otros candidatos porque tengo más experiencia, más conocimiento del país y 25 años de estudios”.
¿Fajardo no le dio ese contenido al centro?
“No. No le dio un contenido ideológico programático fuerte al centro”.
¿Cuántas firmas va a recoger como candidato?
“1’200.000 es el número que tenemos en mente”.
¿Cuál es la estructura que le va a recoger esas firmas?
“Voluntarios. Tenemos 20.000 inscritos que van a recoger firmas. Esa es la fuerza. Y se complementa con otra fuerza, tengo que ser claro y explícito, que está conformada por jóvenes que son más asociados al Partido Liberal. Se llaman Jóvenes liberales. Ellos se autodenominan así y dicen que están más conmigo que con el Partido Liberal. Son otros 5.000 que están trabajando de manera paralela y ojalá coordinada con los primeros”.
Hay referencias en sus 60 puntos a Antanas Mockus, ¿se inspira en esa figura?
“Si. Me gustan los temas de cultura ciudadana, la confianza como eje de discurso; me gusta este tema de la coherencia entre ley, moral y cultura en la que insistió mucho Antanas. Necesitamos un mockusianismo del siglo XXI. Con él hablé, con su esposa, en un momento en el que tenía dudas sobre esto. Fue un empujón interesante, una conversación emotiva, única, en la que sentí que Antanas me estaba diciendo ‘Hágale hermano, yo le presto mi legado. Vale la pena intentarlo’. Eso fue hace cinco semanas