Las personas con las que pasa la mayor parte del tiempo comparten con usted algo más que experiencias y sentimientos de cariño: comparten distintos tipos de gérmenes. “El sistema inmune está en permanente interacción con el de los demás, tú, tu pareja, tu familia desarrollan una flora común, unos gérmenes comunes (que protegen y que no suelen causar enfermedad)”, explica Yessica Giraldo Castrillón, epidemióloga y docente de la Facultad de Medicina de la Universidad CES.
Un beso en la boca implica compartir cerca de 80 millones de bacterias, según la Organización para la Investigación Científica Aplicada de Holanda. Lo mismo que ocurre con un apretón de manos, un abrazo o un beso en la mejilla.
La principal fuente de riesgo biológico para un humano es otro humano. “Esa es mi principal fuente de gérmenes, infecciones y virus, incluido el Sars-CoV-2”, agrega Giraldo, por eso tener o no un sistema inmune competente termina siendo un asunto colectivo.
La vacunación es una práctica que refuerza a ese sistema y sus mecanismos de defensa. Desde hace más de 200 años viene salvando vidas en todo el mundo previniendo, por ejemplo, muertes por viruela, hepatitis o poliomielitis.
En el contexto actual las vacunas contra el covid-19 han estado logrando su propósito: disminuir la incidencia de enfermedad grave y la mortalidad. Con más de 14 millones de esquemas completos en el país, este domingo 22 de agosto fueron reportados (por tercera vez en el mes) menos de 100 decesos (95), una cifra que no se registraba desde el 14 de marzo.
El ministro de Salud y Protección Social, Fernando Ruiz Gómez, señaló el 18 de agosto (cuando hubo el primer registro con menos de 100 muertes en el mes) que la vacunación sería uno de los factores influyentes. Están “las personas que ya se han infectado y tienen inmunidad natural, eso complementado con el esquema de vacunación, hace que se tenga una prevalencia importante y se disminuya el ritmo de contagio”.
Por su parte, María Cristina Navas Navas, PhD en virología y docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, explica que si bien las vacunas fueron evaluadas con respecto a la aparición de síntomas (porque lo que se necesitaba con urgencia era frenar la mortalidad), se ha demostrado que también estarían influyendo en la disminución de la probabilidad de infección y, por ende, de contagiar a otros.
Poner en riesgo a los demás
La disminución de muertes puede resultar alentadora, sin embargo, continúan siendo elevadas y la identificación de variantes como la delta sigue afectando el panorama. De acuerdo con MinSalud, esta variante tiene la capacidad de contagiar de 5 a 8 personas, mientras que con el virus original se contagiaban de 2 a 3.
Ante este contexto, Navas explica que, por un lado, rehusarse a la vacunación es asumir un riesgo personal frente a estas variantes, “como ya se ha demostrado, aunque hay unos factores de riesgo completamente identificados (como tener enfermedades crónicas), es impredecible lo que pueda pasar ”.
Por otro lado, a nivel colectivo, señala que aquellas personas que no aceptan vacunarse son oportunidades que tiene el virus para seguir circulando y llegar a la población que aún no están en el radar de la vacunación, por ejemplo, los niños. “Es un nicho que uno le está dando al virus: que una persona no vacunada se infecte y pueda contagiar a muchas más”.
Finalmente, tenga en cuenta que, de acuerdo con lo reseñado por los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades, la variante delta, que fue identificada en Colombia en julio y en Antioquia a principios de agosto, no solo es más contagiosa sino que también podría causar una enfermedad más severa en personas no vacunadas.
Circulación y variantes
El virus ha evolucionado a la velocidad actual porque ha encontrado las condiciones para hacerlo. Con las explosiones de casos le ha quedado fácil replicarse, infectar a más personas y aumentar sus mutaciones. Ha sido un fenómeno de Evolución Convergente, complementa Navas, que consiste en que en diferentes lugares del mundo no relacionados han surgido las mismas mutaciones “que le otorgan ventajas. Son puntos positivos para el virus y si sigue circulando, serán esas las que sigan dominando”.
Con la vacunación masiva sería posible disminuir esa probabilidad. “Si logramos que disminuya la cantidad de personas que se infectan una seguida de otra, podríamos reducir la probabilidad de que el virus acumule mutaciones. Eso requiere unas altas tasas de vacunación y coberturas sostenidas en el tiempo”, apunta Julián Ruiz Sáenz, virólogo de la Universidad Cooperativa de Colombia.
Cuidar lo común
A la fecha Antioquia tiene una ocupación del 78 % de camas de Cuidados Intensivos, en ese sentido, como la vacunación previene por encima del 90 % la infección grave, vacunarse o no puede ser determinante para el cuidado y correcto uso de estos espacios. “Si yo no estoy ocupando una cama le estoy dando la oportunidad a otra persona que la necesite, además estaré disminuyendo el impacto negativo en el exceso de trabajo en el personal de la salud, estaré cuidando recursos y optimizando la capacidad de respuesta del sistema”, afirma Giraldo. (Ver gráfico).
En un sentido similar, David Bautista Erazo, investigador de la Universidad de Antioquia, magíster en Ciencias Farmacéuticas, matiza que además de la responsabilidad colectiva también es clave entender que “si el sistema no puede contener posibles olas de no vacunados, el problema también es el sistema como tal, es decir, habría que seguir mejorándolo”.
Apelar a la salud pública
Colombia es un Estado social de derecho, lo que significa que tiene como pilar fundamental el concepto de derecho fundamental. “El aparato (estatal) no tiene sentido si no se entiende como mecanismo encaminado a la realización de los derechos”, dice la Corte Constitucional en la Sentencia T-406/92.
Sin embargo, María Cristina Gómez Isaza, abogada constitucionalista y docente de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia, explica que así como los derechos tienen un lugar importante, también lo tienen los deberes y responsabilidades.
Para el contexto actual, trae a colación que la Constitución Política de Colombia establece en el artículo 49 que la atención en salud es un bien público a cargo del Estado, además que “toda persona tiene el deber de procurar el cuidado integral de su salud y la de su comunidad”, se lee en el apartado, a lo cual Gómez complementa: “En Colombia el Estado concibe el derecho a la libertad como un derecho fundamental, lo que supone que uno puede elegir si vacunarse o no, pero el Estado también establece deberes como el de solidaridad y el de participar en políticas públicas”.
En ese sentido, la epidemióloga Giraldo agrega que “la vacunación es una medida de salud pública, es decir, a través de ella cuidamos la salud de todos. Por eso, en caso de no vacunarse, pueden restringirlo a usted porque está teniendo una práctica insegura que pone en riesgo la salud de los demás”.
El contexto actual (una emergencia mundial) determinaría en últimas la discusión. “Estamos en una excepción, una pandemia, y en esa medida hoy las libertades deben ser interpretadas conforme a deberes”, añade Gómez.
Si la discusión girase en torno a otra vacuna o tratamiento, las conclusiones podrían ser distintas, señalan ambas expertas. “En contextos normales toda terapia o intervención es voluntaria y se espera que por conciencia la gente entienda su importancia, la acepte o rechace bajo su responsabilidad, pero hoy en día alguien que se niegue a la vacuna contra el covid-19 está desconociendo los riesgos a los que se expone y a los que expone a los demás”, complementa Giraldo.
El espejo en otros países
Países como Francia, España e Italia han puesto en marcha medidas que exigen la presentación del certificado de vacunación para desarrollar actividades de ocio y turismo, sobre todo aquellas que implican aglomeraciones como la asistencia a restaurantes y discotecas. Llegar a implementar algo similar “no sería una lógica solo del Estado colombiano, vemos que ha sido una lógica mundial”, dice Gómez.
En esa misma vía, el virólogo Ruiz recuerda que no es una medida nueva. “¿Cuántas personas han tenido que aplicarse la vacuna de fiebre amarilla para poder viajar? Demostrar que estamos inmunizados es una medida de salud pública. Incluso a los niños para ingresar a los colegios les exigen que muestren sus carnés de vacunación”.
En coherencia con la más reciente encuesta de Pulso Social del Departamento Administrativo Nacional de Estadística DANE, para mayo de 2021 y de acuerdo con datos recopilados en 23 ciudades, la intención de vacunación en el país ronda el 62,5 %, un 20,1 % de los encuestados ya estaba vacunado y solo un 17,4 % no se vacunaría.
En ese orden de ideas, Bautista comenta que el país no estaría en circunstancias de restringir actividades mediante certificados vacunales. “Se siguen presentando situaciones como la falta de vacunas en algunas ciudades o la dificultad de sacar un día de trabajo para vacunarse. La gente quiere hacerlo, pero sigue habiendo restricciones. Es entendible que lo hagan en países como Francia o EEUU donde ya no había más ‘excusas’”. Por su parte, propone que se desarrollen ideas innovadoras, “vacunación extramural, buscar activamente a esas personas que no se quieren vacunar, hacer campañas pedagógicas, dar regalos, incentivos, incluso un día libre por parte de las empresas”, dice.
Sin embargo, desarrollar ese tipo de medidas en positivo, sin tener que recurrir a elementos punitivos o de prohibición, podría funcionar en aquellos Estados que tengan “los recursos y las posibilidades de generar alianzas con los particulares”, comenta la abogada Gómez, algo que para el caso colombiano no parece cercano.
Finalmente, Giraldo y Gómez concuerdan en hacer un llamado a la congruencia y entender que en un futuro, en vista del contexto actual y siempre que no se trate de una actividad esencial, podrían restringirse ciertos espacios y diligencias a quienes decidan no vacunarse, “pero más allá de lo punitivo, lo que hace falta es una reflexión necesaria, un llamado a la conciencia”, concluye Giraldo