viernes
7 y 9
7 y 9
Habla poco, cada una de sus palabras es calculada. Hace pausas y retoma su discurso. Duda para que le tomen fotos. Sus colegas lo califican como una “eminencia” y su experiencia en el estudio de los virus lo hace soñar con encontrar soluciones locales para frenar una emergencia global: la pandemia del coronavirus.
Se la pasa entre su casa, las aulas y el laboratorio. El pasado lunes dio a conocer, junto a su equipo de trabajo en la Universidad de Antioquia, una buena noticia en medio de la convulsión en la que vive el país desde el pasado 6 de marzo, cuando se detectó por primera vez la covid-19: lograron aislarla para estudiarla.
Hablamos del virólogo y profesor de la Facultad de Medicina, Francisco Javier Díaz, quien desde su experticia, también lucha para encontrar respuestas alrededor de los retos que le plantea el coronavirus al mundo.
Ahora, al escucharlo, hace ver sencillo lo que lograron: aislar el virus para poder conocerlo mejor y, como si se tratara de una actividad corriente, menciona que aprovecharon tener equipos altamente bioseguros “por la peligrosidad del virus” y que recibieron apoyo y recursos de otros proyectos y laboratorios de la Universidad para cumplir con esta misión.
Francisco Javier, quien también ha estudiado los comportamientos de virus como el sida, el zika y el dengue destaca y confía en que Colombia no tenga resultados con el coronavirus como los que están viviendo Estados Unidos, España e Italia, donde los sistemas de salud de desbordaron y los muertos ya se cuentan por miles.
El virus le cambió la vida desde tres perspectivas. En lo familiar, se fue de su casa donde vivía con su esposa y suegra, para dedicarse a cuidar a sus padres, dos ancianos de 97 y 99 años, para no exponerlos al virus al entrar en contacto con personas que estén recurrente en la calle. “A ellos debo cambiarlos, cuidarlos y no exponerlos”, dice el investigador.
En cuanto a la docencia, las clases se volcaron a la virtualidad, aunque le sigue pareciendo extraño no verse con los estudiantes, por lo que procura que sean jornadas con “mucha retroalimentación e interacción, para saber que están al tanto de lo que voy explicando”, y por último, en investigación, frenó su especialidad: el dengue, para darle paso al covid-19.
Asegura que la meta no es encontrar una solución de escala mundial, pero que sí quiere aportar soluciones locales, prestando asesoría a los profesionales que están al frente de los enfermos.
Ahora, en medio de su nueva rutina, entre las cosas que más le gustan resalta el hecho de llegar a casa a descansar, agarrar su teléfono y poder leer y responder los mensajes que le han enviado durante el día, los cuales en ocasiones no responde porque muchas veces está aislado, como medida preventiva. Anhela, al retirarse, escribir sobre lo que sabe y dejar sus memorias a quienes apenas llegan al mundo de la virología.
Sobre cómo lo ven en la Universidad, su compañera Teresa Rugeles, epidemióloga e integrante del Grupo Inmunovirología de la U de A, dice que es un docente “excepcional” y completamente comprometido con los estudiantes. “Como persona es íntegro, leal, con un sentido social y ético muy grande”, asegura .