Carlos Alviar Restrepo es un médico paisa quien durante los últimos meses ha tenido que vivir una de las experiencias más complejas de su vida. Ha estado al frente, de lo que él mismo ha llamado un “hospital de guerra”.
Alviar es el director de la unidad de cuidados intensivos de cardiología de Bellevue Hospital de Nueva York. Además, es el moderador del Laboratorio de Simulación de Medicina de Cuidados Críticos para estudiantes de medicina en la Universidad de Nueva York. Es médico cirujano de la Universidad CES de Medellín. Habló con EL COLOMBIANO sobre cómo ha sido su experiencia al frente de esta unidad.
Dice que su trabajo y conocimiento servirá para adecuar o ajustar la estrategia, pero confía en que el personal que tiene el país está en capacidad de enfrentar lo más duro de la pandemia, que son los llamados “picos”, previstos para agosto y septiembre, aunque por determinadas regiones.
¿Cómo fue esa experiencia?
“Sin precedentes y quizá la vivencia, como médico, más intensa que he tenido en mi vida. A medida que empezó a expandirse a la pandemia, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) apenas la denominaba así, empezamos a prepararnos, porque sabíamos que había una posibilidad. De hecho, el hospital tiene el programa de patógenos especiales, de los que solo hay 10 en EE. UU. y somos uno de los pioneros, fue donde se trató lo del ébola en Nueva York. Desde enero se tomaron preparaciones para la covid. Cuando se desbordó en marzo y abril, cambié el chip y me dediqué a cuidados intensivos. Desarrollamos estrategias para tratar a los pacientes, para preservar los equipos de protección y los insumos. Fue una colaboración multidisciplinaria”.
¿Nos puede relatar esos momentos?
“Esto fue un hospital de guerra, una experiencia muy desoladora. La sala de urgencias, donde montamos dos UCI, se transformó. Parecíamos astronautas con los equipos de protección. Uno de los momentos más críticos fueron las noches en que llegaron cuatro pacientes en camilla, intubados y sin historia clínica, sin remisión alguna. Empezábamos a atender el paciente sin saber cómo había llegado al otro hospital, porque no había ni el tiempo ni la logística para hacerlo, ¿cómo íbamos a llamar a intensivistas, urgentólogos si todos estaban ocupados? Era un panorama desolador, donde uno miraba a esos pacientes sin saber quién mejoraría. Era muy frustrante”.
Es la radiografía de un colapso del sistema de salud, ¿cómo ha visto el manejo de Colombia a la pandemia para evitar que eso mismo pase?
“Un aspecto positivo fue la preparación agresiva, al declarar la cuarentena tan temprano previniendo que los casos subieran de manera tan aguda como en Nueva York. Nosotros estuvimos a punto de quedarnos sin camas. Medellín logró retrasar eso y generar unos planes de preparación donde se crearon programas de respuesta. He estado hablando con líderes políticos de nuestra región que han mostrado cómo es la preparación de la red de hospitales y ha sido muy válida. Pero otros aspectos hicieron que la curva se acelere rápidamente”.
¿Y cómo ve las aperturas
sectoriales, tanto en Nueva York como aquí?
“En Nueva York se ha retrasado bastante y apenas estamos oliendo un poco la normalidad: no hay bares abiertos, ni cines ni restaurantes, y eso ha permitido que los tests positivos disminuyan. En Colombia hubo lugares en los que la apertura, que se entiende por las necesidades, aceleró la cantidad de casos y ha puesto un estrés en la red. No es tarde para concientizarse y actuar para protegerse como individuo y como sociedad, es una labor en la que todo el mundo tiene que intervenir”.
Desde el punto de vista político, ¿cómo impactar una sociedad con líderes como Trump o Bolsonaro, críticos del manejo de la pandemia?
“Es una situación muy compleja. Incluso si miramos el otro lado de la moneda con países que han tenido un desempeño muy bueno en el control del coronavirus, como Nueva Zelanda con su primera ministra, Jacinda Ardern, o Angela Merkel en Alemania, han tenido una respuesta donde la comunidad ha seguido las normas, son países con recursos más amplios. Ese contraste también se vio en EE. UU. con Donald Trump y con el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, quien tomó unas medidas que para algunas fueron agresivas, pero que permitieron no colapsáramos y que dos meses más tarde tengamos una sensación de normalidad y de seguridad. Ahora estamos divididos en dos países: en noreste con menos casos, reincorporándose a la sociedad y con una apertura paulatina; mientras que el sur sufre unas consecuencias nefastas, como ocurrió en España e Italia, que obró de manera diferente, siguiendo el ejemplo de líderes siguieron las recomendaciones”.
¿Cuál es hoy el reto más
grande de Colombia?
“Prevenir el colapso de sistemas y concientizar a la gente. Es un mito que a los jóvenes no les da, el 40 % de los casos en UCI tenían menos de 40 años. La covid no respeta edad, sexo, enfermedades ni estrato económico. El reto principal es que no colapse la red de hospitales, porque ahí sí no solamente los pacientes con covid, sino los que no tienen también, se afectarían”.
¿Qué debemos aprender de la pandemia?
“Aprender a entender que lo que hacemos tiene repercusiones en los demás. Se aprecian cosas que antes dábamos por sentado. Y es un llamado a aprender de manera diferente, vamos a tener que vivir un poquito incómodos con cosas que hacíamos y ya no podemos, como viajar. Yo, por razones académicas, viajaba mucho y ahora es algo completamente diferente. Son lujos que estarán lejos por mucho rato”.
¿Y cómo sociedad?
“La evolución de la ciencia durante el coronavirus nos ha demostrado que podemos hacer cosas muy buenas como seres humanos. Y de ahí parte la creatividad a nivel local, como por ejemplo los colegas de otras especialidades, lo intensivistas, los cardiólogos trabajamos en equipo y todos aportaban ideas. El estrés nos llevó a generar soluciones pertinentes en una situación como esta”.
¿Cómo ve la posibilidad de que lleguen profesionales de la salud de otros países a Colombia para apoyar?
“Hay un talento humano muy bueno, son brillantes los colegas. Según mis interacciones con líderes, hay esbozos de programas para las respuestas donde hay una jerarquía en la que un intensivista dirige a médicos no especialistas para atender a los pacientes. El recurso humano tiene la capacidad si las estrategias son las apropiadas. Sin embargo, puede ocurrir como nos pasó a nosotros en New York, cuando llegamos a la crisis, nos quedamos sin médicos, y el Estado hizo un llamado para que médicos de otros lugares nos ayudaran”.