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El relato de la peste de 1918 en la que se vio el futuro en Medellín

La letal gripa española mató a 50 millones de personas en el mundo. Viaje al pasado por los reportes locales de la época.

  • Ante la ausencia de registros fotográficos de la época en Medellín, recurrimos a esta imagen de referencia del Hospital Universitario San Vicente en los 70. FOTO Pedro Nel Ospina - Archivo El Colombiano
    Ante la ausencia de registros fotográficos de la época en Medellín, recurrimos a esta imagen de referencia del Hospital Universitario San Vicente en los 70. FOTO Pedro Nel Ospina - Archivo El Colombiano
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Por: Juan Diego Ortiz Jiménez

No se proclamó el bando de la peste, ni el alcázar de la guarnición disparó cañonazos cada cuarto de hora para que la pólvora purificara el aire, ni se enarboló la bandera amarilla como en los tiempos del amor y del cólera.

Pero los recuerdos desdibujados de la gripa española, la pandemia que azotó al mundo hace 100 años, confirman lo que dice la comunidad Nasa del Cauca: “el futuro queda hacia atrás”. No de otra manera se explica que en los recortes de periódico de 1918 se hablara de hechos que hoy son rutina, como cerrar colegios, aislar niños y ancianos, no saludar de mano y desinfectar ropas y superficies.

El mundo entonces, mientras vivía el final de la Primera Guerra Mundial y el comienzo de la Revolución Rusa, sufrió el efecto fulminante de la pandemia que infectó a un tercio de la población mundial (500 millones de personas) y mató, en solo dos años, 50 millones de personas, casi tantos como la Segunda Guerra Mundial.

Página de EL COLOMBIANO del 31 de mayo de 1918: “España ha sido atacada por la epidemia y el 30 por ciento de los habitantes de Barcelona están contagiados. Los cuarteles y hospitales están, literalmente, llenos de enfermos”.

La Organización Mundial de la Salud cuenta que se llamó gripa española inmerecidamente porque antes de España había dejado muertos en Francia y en Estados Unidos.

Página de EL COLOMBIANO del 18 de octubre: “es alarmante la propagación de la grippe en Europa. En Zurich fueron clausuradas todas las escuelas y colegios”.

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El caso cero

Tiempo después se supo que a Colombia llegó por el puerto de Cartagena. La Gaceta Médica de esa ciudad registró el que sería el primer caso en septiembre de 1918.

En Bogotá, la ciudad más afectada, hay reportes de infectados un mes después. Explican las investigaciones consultadas (ver recuadro) que entre el 60 y el 80 % de la población de la capital enfermó de gripa (unas 100.000 personas) y que hubo 1.500 muertos, estimulada la enfermedad por la altura andina. La tasa promedio de mortalidad en los municipios ubicados sobre los 2.000 metros sobre el nivel del mar fue tres veces mayor.

Página de EL COLOMBIANO del 23 de octubre: “Continúa alarmantísima la gripa en Bogotá. Ayer hubo un crecidísimo número de defunciones. Las estadísticas hablan de 50 muertes en el día domingo último. Reina grande ansiedad”.

Con la claridad de que “a última hora hánse recibido aquí noticias sensacionales”, el periódico decía el 31 de octubre a todo el ancho de la página: “Alarmante! Llegó la gripa de Bogotá!!”.

Ese día, anunciaba el rotativo, el Concejo de Medellín tendría sesión plena con el objetivo de acordar las medidas necesarias para combatir la epidemia. Añadía que las fábricas Bavaria y Fenicia auxiliaron a sus obreros con médicos, medicinas y alimentación; además, se comprometieron a pagarles su salario mientras estuvieran enfermos. “La droguería del Dr. Cuervo Márquez facilita gratuitamente medicamentos a los menesterosos que han sido atacados por la gripa”. Más adelante agregaba que las Hermanas de la Caridad declararon que la mayor causa de la mortalidad se debía a la indumentaria desaseada con la que se presentaban los enfermos.

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El eterno retorno

Como si fuera un telegrama que llega del futuro con instrucciones, el 23 de octubre la Junta Central de Higiene, autoridad en Colombia, dictaminó algunas medidas y recomendaciones. Explicó que tratándose de una enfermedad que se propagaba con rapidez, favorecida por las condiciones “climatéricas” especiales, no se podía confiar en medidas administrativas para dominar la epidemia y solamente se podían aconsejar prescripciones individuales, no para detener la epidemia sino para disminuir su gravedad.

Entre las medidas “aconsejadas por la ciencia”, estaban: aislar, en cuanto fuere posible, los ancianos, niños y personas con enfermedades respiratorias; procurar no estar cerca de un enfermo de gripa, “pues las mucosidades de la nariz y de los bronquios que se desprenden de la tos y el estornudo llevan al contagio”; y que todo enfermo de gripa, para destruir el germen e impedir la contaminación, debía lavarse la boca “y las fosas nasales con una solución antiséptica tibia, tales como solución boricada al cinco por ciento, agua oxigenada diluida, una parte de agua oxigenada por dos de agua hervida, u ocho gotas de tintura de yodo”.

Otra recomendación era que tanto para tratar la enfermedad como para prevenirla, se aconsejaba el sulfato de quinina en dosis pequeñas por la mañana y por la tarde.

Al final de la página de EL COLOMBIANO del 31 de octubre se leía que el diestro Antonio Bienvenida había telegrafiado desde Cartagena para anunciar que daría una corrida a beneficio de los griposos y que varios caballeros se dirigían donde el arzobispo para pedirle que permitiera quemar los cadáveres, pues no había cómo enterrarlos a todos.

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Se evaporó entre titulares

Hacía apenas veinte años de la inauguración del alumbrado público en Medellín. Fue el 7 de julio de 1898, 15 meses antes de que se desatara la Guerra de los Mil Días y Colombia quedara destruida, cuando se encendieron 150 lámparas de arco voltaico en el parque Villanueva (en 1923 se rebautizó como parque Bolívar).

El profesor, científico y diplomático Luis López de Mesa, en su libro La Ciudad, recordó: “Cuando se instaló el alumbrado los antioqueños nos alborozamos hasta los límites dionisíacos del júbilo, creyendo ver en aquel suceso algo maravilloso en sí y algo promisorio de otra era y otra estirpe”.

La naciente ciudad, condenada al confinamiento eterno entre montañas, dio el salto de modernidad en las primeras décadas del siglo XX.

El historiador y docente de la Escuela de Teología, Filosofía y Humanidades de la UPB, Juan Alberto Cardozo Arango, contó que el surgimiento de la higiene institucional en Antioquia se dio con el gobernador Francisco Silvestre y luego con el visitador real Juan Antonio Mon y Velarde en el siglo XVIII, que fueron los primeros en establecer un sistema de salud pública local. Por ejemplo, establecieron que los animales domésticos debían estar en patios y solares y no libres en las calles, para evitar que estos enfermaran a las personas. Luego buscaron empedrar y ampliar las calles que para entonces eran solo tierra.

El historiador antioqueño Jorge Orlando Melo explicó en un foro en 2019 que para que la gente de la zona rural aprendiera a convivir en la ciudad de manera adecuada, con reglas, se expidieron en las primeras décadas del siglo XX normas de limpieza como no tirar las bacinillas por la ventana o amarrar los caballos en lugares específicos. “Esas normas de urbanidad las escribió Tulio Ospina Vásquez. Esa idea de educar a los campesinos era de los empresarios y ricos”, dijo.

Para 1918 vivían 80.000 personas. En el octubre en el que se desató la peste, la Comisión Sanitaria del Municipio, conociendo la imposibilidad de evitar su arribo a la ciudad, determinó acciones coordinadas con la Dirección Departamental de Higiene.

La primera fue dividir la villa en seis zonas para controlar la epidemia, entre ellas, El Centro, La América y Belén.

Página de EL COLOMBIANO del 2 de noviembre: “La alcaldía tomó enérgicas medidas contra los revendedores de leche que han subido el precio de modo increíble, no obstante haber declarado los hacendados que la venden a precios comunes. Acaba de dictar la alcaldía un decreto por el cual quedan prohibidos entierros de cuerpo presente, en consecuencia, los cadáveres irán directo al cementerio”.

La Gobernación determinó clausurar los colegios y en la Escuela Modelo —ubicada en Bolívar con La Paz— se adaptó un hospital con 130 camas. La investigación de Carlos Santiago Uribe, Adolfo González y Paulina González explicó que durante los primeros días de noviembre se incrementó de tal manera el número de enfermos que fue necesario adecuar dos hospitales, uno en la desocupada Plaza de Flórez y otro en la calle de Pichincha.

Página de EL COLOMBIANO del 7 de noviembre: “La persona que esté con catarro o con gripe no debe saludar de mano. Hacerlo es contra la educación y la higiene pública. Tampoco debe acercarse a su interlocutor porque el aire que sale de sus pulmones está infectado y éste es peligroso hasta a un metro de distancia”.

En los 60 días que duró la epidemia en Medellín se registraron 18.088 enfermos de los cuales 56 fallecieron. Las complicaciones más frecuentes fueron hemorragia, bronconeumonía, otitis y enteritis, según la Crónica Municipal de Medellín enviada al Concejo y citada por Uribe y González.

En efecto, 1918 fue el año de más muertes registradas en Medellín entre 1912 y 1922 con 1.935 casos, según el Dane.

Página del 8 de noviembre: “Confites eucaliptus y maltina contra la gripa. Exija ‘Curagripa’ que previene y cura, no tome otra cosa que le hace daño. Lleve el pomito a 20 centavos en droguerías”.

Así de repentina como llegó se fue. La peste se evaporó entre titulares que pregonaban la paz universal y el comienzo de los locos años 20. La vida recobró su cauce sin tener otra opción. Ya se repetirían estos días en otras épocas y en otros titulares de prensa.

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en definitiva

Según la Crónica Municipal, en Medellín murieron 56 personas por la gripa española en 1918. Aislamiento social, higiene y cierre de establecimientos educativos, algunas medidas tomadas.

Contexto de la Noticia

ANTECEDENTES LAS INVESTIGACIONES CONSULTADAS

Para el desarrollo de este artículo se consultaron las investigaciones La encefalitis letárgica de von Economo y la pandemia de la gripe española en Bogotá y Medellín: reseña histórica cien años después, de Carlos Santiago Uribe, Adolfo L. González y Paulina González publicada en la Revista Biomédica en 2019; Análisis histórico epidemiológico de la pandemia de gripa de 1918-1919 en Boyacá, un siglo después, de Abel Fernando Martínez Martín, Bernardo Francisco Andrés Meléndez Álvarez, Edwar Javier Manrique Corredor y Omar Fernando Robayo Avendaño, publicado en 2019 en la Revista Ciencias de la Salud de la Universidad del Rosario; y El proceso de modernización y las transformaciones en la concepción de la higiene y la salud en Medellín, de Cruz Elena Espinal Pérez.

ANTECEDENTES DE BARRIOS Y FAMILIAS LOCALES

Según el historiador Cardozo Arango, en el confinamiento durante la pandemia de 1918 primaron las condiciones de clase. “Documentos de la época decían que indígenas, negros y mestizos eran más proclives a la enfermedad. La separación de los barrios ricos —en esa época Villanueva y Prado— con los sectores de la periferia, se dio para que no hubiera contagio masivo”, contó. Añadió que se regularon horarios en plazas de mercados y locales de comercio. La condición casi monástica de los hogares antioqueños y la composición numerosa de las familias fueron otros factores específicos de ese tiempo.

Si quiere más información:

Juan Diego Ortiz Jiménez

Redactor del Área Metro. Interesado en problemáticas sociales y transformaciones urbanas. Estudié derecho pero mi pasión es contar historias.

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