La nueva realidad a veces se parece al futuro distópico que muestra la serie de Netflix Black Mirror. Por lo menos los perros robots conviviendo entre humanos, que se ven en el capítulo Metalhead de la serie de ficción, salieron de la pantalla y hoy se utilizan en Singapur. Esta vez para un objetivo diferente al de perseguir personas con fines bélicos: ayudar a que se cumpla el distanciamiento social en ese país (ver Foto 2).
“Por favor, mantengamos a Singapur saludable. Por tu seguridad y la de las personas a tu alrededor, por favor mantente por lo menos a un metro de distancia. Gracias”, se escucha por los parlantes de Spot, el perro robot, en el parque Bishan-Ang Mo Kio. Tiene una cámara incorporada y es teleoperado, además va con un trabajador del Departamento de Parques Naturales por si surgen problemas. Está en fase de prueba.
No solo los terrestres, también los aéreos “están jugando un papel notable en casi todos los aspectos de la crisis”. Eso concluyó un estudio de la Universidad de Texas y el Centro de Búsqueda y Rescate Asistido por Robots, publicado en la Revista Smithsonian el pasado 22 de abril. Analizaron más de 120 informes de prensa en 19 países y encontraron que sus principales usos en el mundo son ayudar a cuidar la salud pública, por ejemplo, desinfectando ciertos lugares; apoyar al personal médico (con teleconsultas y algunas funciones operativas en los laboratorios) y dar una mano para que la economía continúe (asistiendo domicilios y las construcciones).
Los usos prácticos van desde lo ambicioso a lo inusual. Los investigadores Robin Murphy, Justin Adams y Vignesh Babu Manjunath Gandudi citan varios ejemplos en el portal especializado en periodismo científico The Conversation. Mire, por ejemplo, el robot de la compañía Netcare. Un cilindro de cuerpo naranja y cabeza negra que se mueve por los pasillos de un hospital en Johannesburgo, Sudáfrica, desinfectando con luz ultravioleta. Hay registros de este tipo de robots en uso desde 2013 (ver Foto 1).
O esos que quieren dar la sensación de que continúa la normalidad, como los “Newme”, que fueron controlados desde casa por los estudiantes que se graduaron de la Universidad Business Breakthrough (BBT) de Tokio. Algunos directivos estaban en la ceremonia en un salón, pero eran unas máquinas con ruedas, toga, birrete y una pantalla donde se mostraba la cara del graduando, las que hacían las veces de alumnos.
Los drones ya no son solo cámaras para hacer tomas impactantes desde el aire: en Wuhan, China, ayudaron a construir el hospital que se levantó en 10 días para atender a pacientes con coronavirus, porque iluminaban de noche en zonas exactas y transportaban suministros, esparcen desinfectante en espacios públicos, capturan desde el cielo imágenes térmicas para identificar posibles ciudadanos infectados y hasta van por los balcones alentando a las personas a que se queden en casa.
En Tailandia tienen a Ninja: una flota de robots que miden un poco más de un metro, son completamente negros y tienen dos grandes ojos digitales. Fueron creados y entrenados para asistir a pacientes con accidentes cerebrovasculares, pero ahora están en cuatro hospitales de ese país detectando temperaturas, supervisando evolución de los infectados con covid-19 de acuerdo con sus síntomas y permitiendo al personal contactarse por videollamada con sus pacientes.
Para Ricardo Santa, docente de ingeniería de sistemas y computación de la Universidad Católica de Colombia, estos desarrollos son un ejemplo de la importancia de que en los países se adelanten investigaciones en robótica para diferentes sectores. “Puede que hayan sido pensados para un propósito, pero en una emergencia, cierta tecnología se puede adaptar y ser útil para hacerle frente a la crisis”.
De los casos ya mencionados y otros que ha conocido en su campo de investigación, destaca los robots que permiten el monitoreo de los signos vitales en forma remota, utilizando cámaras o sensores de calor. “Es ahí donde los adelantos de la telemedicina se han podido poner a prueba y están dando muy buenos resultados, al permitir la separación del paciente y del personal de salud”, señala.
Sí, son llamativos solo con verlos, pero no son los únicos robots que se están desarrollando para atender la pandemia. En Israel, por ejemplo, están centrando los ejemplos en perfeccionar asistentes virtuales que refuercen las medidas que se tomaron para frenar la propagación del virus.
Eso explica Alan Hofman, director para Latinoamérica de proyectos de innovación de Israel. En videollamada desde Jerusalén, cuenta que en su país están entrenando asistentes para que hagan análisis de datos en tiempo real para enviar a los centros de salud y apalancar la telemedicina. Hacer diagnósticos generales e historias clínicas son unas de las formas para descongestionar el sistema.
“Antes de la pandemia, en Estados Unidos el 50 % de los pacientes que consultaban tenían enfermedades crónicas (aquellas que deben ser tratadas todo el tiempo) y el 85 % de ellos accedían a los centros de salud. El objetivo para ellos sería reducir la necesidad de los enfermos crónicos de ir al hospital en este tiempo, para lograrlo hay que entrenar sistemas al estilo de Alexa (el asistente virtual de Amazon) pero de forma muy especializada”, explica Hofman, quien trabaja con el gobierno de su país en relaciones internacionales y proyectos que tengan que ver con tecnología.
Si un robot no es solo el que anda con un par de amables ojos digitales o el famoso Da Vinci, conocido como la primera máquina cirujana, creada en 2000 para operar de forma menos invasiva y que hoy está en hospitales de la mayoría de países del mundo, ¿cuál es su verdadera definición?
Jeisson Vergara, profesor del departamento de Ingeniería de Sistemas de la Universidad Nacional de Colombia, explica que realmente se trata de un minicomputador que recibe instrucciones humanas. “Dependiendo del alcance, hay unos que quieren parecerse a los humanos y tienen brazos para agarrar o son entrenados para moverse en el entorno de las personas, pero hay otros que analizan datos y guían en la toma de decisiones. Son intangibles porque quieren imitar a la razón humana, que tampoco se puede ver”, señala el investigador en arquitectura de software.
Ahí es donde la inteligencia artificial será fundamental para los gobiernos que quieran tomar decisiones basados en los datos de los ciudadanos. Vergara cita el ejemplo de un desarrollo de la Universidad Nacional que trabaja con la Alcaldía de Bogotá. En Colombia también se están usando robots, solo que son de esos que no se ven.
Cuando se habla de la eficacia de los robots para atender una emergencia o hacer una tarea con mayor precisión en menor tiempo, es inevitable pensar que terminarán reemplazando a los seres humanos.
Es una duda válida, finalmente esas máquinas andantes no se pueden contagiar y tampoco morir por el coronavirus. La historia de la robótica, sin embargo, ha dejado aprendizajes que los investigadores citados al inicio de este artículo resumen en tres puntos: en desastres reemplazan esas tareas que ponen en riesgo la vida de los humanos, las máquinas no sustituyen el trabajo humano porque son teledirigidos y ayudan a liberar la carga laboral cuando esta sobrepasa los tiempos de respuesta.
Claro, la automatización podría desaparecer ciertos empleos. El Foro Económico Mundial (World Economic Forum, WEF) dijo en 2019 que, solo en Estados Unidos, el costo de volver a capacitar a quienes se queden sin trabajo por esta razón sería de 34.000 millones de dólares, aunque dio otro dato alentador: el 65 % de los ciudadanos que están comenzando su vida escolar tendrán empleos que todavía no existen.
Alan Hofman trae a colación el ejemplo de su país (ver Opinión). Y aquí en Colombia, seguro usted ha escuchado de esas cajitas andantes que desde febrero de este año se comenzaron a ver por El Poblado, en Medellín. Son de la empresa colombiana Kiwibots, y si bien solo se estaban entrenando aquí para llevar comida a domicilio en la Universidad de Berkley, California, la pandemia los tomó entrenados y con ganas de ayudar.
“Durante la covid-19, los kiwibots comenzaron repartiendo insumos médicos como tapabocas y gel antibacterial y ahora tienen 15 robots haciendo domicilios con Rappi”, explica Stephanie Falla, gerente de operaciones de la compañía. Una cosa es cierta en la nueva cotidianidad que se siente futurista: el mundo no solo logró mantener algunos trabajos y las relaciones usando las pantallas, big data y la inteligencia artificial sino que dio un paso adelante en la convivencia con robots.
Robots que fueron entrenados con un propósito diferente al de la salud, ahora están en la primera línea de batalla de la pandemia. Ayudan al personal y a mantener la economía.
Quiero pasarme la vida aprendiendo cosas nuevas y me hice periodista para asegurarme. Escribo sobre tecnología y gastronomía en la sección de Tendencias.