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Esta no es una historia de amor de Sara Jaramillo Klinkert: El cielo está vacío, su cuarta novela

Este fin de semana, la escritora paisa Sara Jaramillo Klinkert presentó su nueva novela, El cielo está vacío. EL COLOMBIANO conversó con ella.

  • La escritora antioqueña Sara Jaramillo Klinkert presentó su cuarta novela. Foto: Julio Herrera.
    La escritora antioqueña Sara Jaramillo Klinkert presentó su cuarta novela. Foto: Julio Herrera.
14 de septiembre de 2025
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Sara firma los libros con su mano izquierda y, luego de escribir una dedicatoria con un bolígrafo de tinta rosa, les coloca dos sellos que saca de un pequeño bolso que siempre lleva con ella. Un lobo y una orquídea son las figuras elegidas para marcar El cielo está vacío, su cuarta novela, que presentó este sábado en su ciudad natal durante la Fiesta del Libro y la Cultura. Como explica la misma Jaramillo Klinkert, esos sellos ya son su sello propio: para cada nuevo libro manda a hacer figuras distintas, que además –dice entre risas– ayudan a compensar su letra.

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Ese lobo es, en realidad, la representación de la mujer-loba que protagoniza su nueva novela, cuya historia comienza cuando, tras varios años, recibe un correo de un viejo amante. El mensaje trae a su mente el recuerdo de aquella aventura. A partir de ahí se inicia un viaje en primera persona que transita por temas como el despertar sexual, la soledad y el proceso de crecer.

EL COLOMBIANO habló con Jaramillo sobre su más reciente publicación.

El cielo está vacío está basado en una experiencia personal, ¿sobre qué momento de su vida habla y por qué decidió traerlo al presente?

“Sí, fue una experiencia que viví cuando tenía 23 años. En Cómo maté a mi padre hay un capítulo cortito sobre esa historia, que pensé que iba a pasar desapercibido, y para mi sorpresa me di cuenta de que llamaba mucho la atención. Les generaba curiosidad, sobre todo a quienes me conocían, porque yo nunca lo había contado. Me daba pena, porque el episodio que inspiró la novela era la relación de una chica que huye un poco de su casa, de su familia, de su novio, del trabajo que odia, de un dolor de espalda que la tiene atormentada, y se va supuestamente a estudiar inglés. En ese momento conoce a un profesor universitario y entabla una relación. Pero a mí, a la Sara de 23 años, me parecía que él era viejísimo.

Después de escribir Cómo maté a mi padre, me quedé pensando que ya había pasado mucho tiempo, y que lo que pienso hoy de esa relación es muy distinto a lo que pensaba a los 23. Tal vez era interesante revisitarla y reflexionar sobre qué había pasado realmente, cómo me había afectado a mí, cómo le había afectado a él. Eso me generó mucho interés en escribir el libro.

Cuando terminé Escrito en la piel del jaguar, ya sabía que iba a escribir sobre esto. Fue súper interesante, porque siempre digo que uno piensa mejor por escrito, al menos yo lo hago, y al escribir la historia me di cuenta de muchas cosas que no había notado en su momento”.

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A pesar de que la novela se trata de una relación, la protagonista es una desencantada total del amor...

“Sí, total. Y como la protagonista está inspirada en mí, pues a mí las historias de amor no me gustan, nunca me han gustado. Odio las películas románticas con todo mi corazón.

Me acuerdo que cuando le planteé el libro a mi editora, me dijo: ‘Ay, Sara, va a escribir una historia de amor’. Y le respondí: ‘Esta no es una historia de amor’. De hecho, a raíz de ese comentario esa frase se convirtió en un título provisional y lo usamos durante todo el proceso de escritura, como una forma de recordarme que no podía convertirse en eso: no era una historia de amor.

No me gustan porque, literaria o cinematográficamente, dejan muy pocas salidas. La pareja tiene cierta tensión, puede que no se encuentren, que están juntos, que se separan, que pelean... y al final terminan juntos o no. Y ya. Se acabó. Me parece muy simple. Además, cuando uno escribe sobre el amor, la delgada línea entre el romanticismo y la cursilería me parece peligrosísima. Y yo le tengo pánico a la cursilería. Así que, también por eso, no me gustan. Obviamente narra una relación, pero intuyo que eso no fue amor. O al menos, no hubo amor ahí. Durante la escritura exploré precisamente eso. Pero sí: sigo odiando las novelas de amor, y no considero que esta lo sea, pese a que tiene una relación”.

Uno de los temas sobre los que habla el libro es el despertar sexual. ¿Usted cree que las mujeres aún sentimos vergüenza de hablar sobre esto?

“Sí, yo creo que sentimos muchísima pena. Y es una lástima que las mujeres no hablemos más de eso, porque el momento del despertar sexual es algo muy importante en la vida de una mujer. Y por despertar sexual no me refiero a perder la virginidad, porque una puede perderla con cualquier tontarrón y no tener ningún tipo de despertar. Para mí, el despertar es cuando una se da cuenta de que puede disfrutar la relación sexual, que puede propiciarla, buscarla, que encuentra placer en ella, satisfacción. Y eso no es lo mismo que perder la virginidad.

Yo sí creo que deberíamos hablar más de ese tema. Pero también pienso que sigue habiendo mucho tabú. En literatura no se aborda tanto, en el cine un poco más, pero en la conversación cotidiana eso se habla solo entre amigas, y el tema muere ahí. Es un tema profundo, lleno de matices, que nos permite analizarnos, descubrirnos como mujeres, encontrarnos, dejar de lado la culpa. Porque la culpa nos coarta muchísimo ese disfrute. Solo la religión, por ejemplo, ya es una traba enorme. Nos impide apropiarnos de ese momento y gozárnoslo de verdad.

De hecho, yo en ese momento lo viví con pena. Me daba vergüenza. Pero la escritura del libro me mostró otra cosa: qué delicia haber sido tan libre, haber tenido ese arrojo, haberme metido de cabeza en esa relación. Hoy, con la distancia del tiempo, lo veo muy distinto. Y ojalá que la lectura del libro provoque ese despertar en muchas otras”.

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¿Qué siente al ver que episodios tan personales ahora los conocen los lectores?

“No, a mí ya lo autobiográfico no me da vergüenza. Y entiendo que es lo que más vergüenza le da a un autor, sobre todo a los novatos.

Yo dicto talleres de escritura autobiográfica y esa es la primera barrera con la que me encuentro. La gente tiene historias buenísimas, quiere contarlas, pero tiene un montón de bloqueos que ellos mismos se han impuesto. Una vez más: pérdida de libertad. ‘Ay, pero es que esto lo va a leer mi abuela’, ‘pero es que esto lo va a leer mi novio’, ‘lo van a leer mis papás, qué pena...’

Y yo siempre les digo a mis alumnos: si usted quiere hacer escritura autobiográfica, si se va a meter en este taller y va a contar esa historia, es para hacerlo con todo. No para entrar pensando: ‘Voy a suavizar esto’, ‘este personaje lo voy a ocultar porque me da pesar que me lea’, ‘esta situación la voy a maquillar un poco porque me da pena lo que puedan pensar de mí’.

Y siempre les repito: justamente eso que quieren ocultar es lo más interesante de la historia.

Para fortuna de ellos —también se los digo— uno coge caña. Al principio da más pena, luego publican y se dan cuenta de que no pasa nada. Es que uno no es tan importante para los demás como cree. Cuando uno empieza a escribir, cree que todo el mundo está pendiente, pero no: nadie está tan interesado en la vida de uno. Todo el mundo está ocupado viviendo su propia vida y resolviendo sus propios problemas”.

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