Lászlo Krasznahorkai recibió el Premio Nobel de Literatura con un discurso que no se acomodó a la celebración ni al tono habitual de este tipo de homenajes.
En lugar de hablar de esperanza, tema al que quería dedicar la ceremonia, según comentó, reconoció que esa reserva se le había “agotado”. El novelista húngaro optó por centrar su intervención en una imagen inquietante: la aparición de “nuevos ángeles sin alas”, figuras que caminan entre nosotros sin anunciarse y que, en su lectura, encarnan el modo en que el poder contemporáneo se instala en la vida cotidiana.
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Entre ellos citó al multimillonario Elon Musk, representante visible de un tipo de influencia que traspasa lo económico para tocar dimensiones simbólicas, tecnológicas y temporales.
“Caminan entre nosotros vestidos con ropa de calle y no sabemos cuántos hay”, afirmó. Pero su descripción no apuntaba a seres sobrenaturales, sino a gente capaz de reorganizar la experiencia colectiva.
En ese sentido, Krasznahorkai sugirió que estos “ángeles” no provienen de un “allá arriba”, pues ese espacio simbólico “ha desaparecido”. En su lugar, hay un “eterno ‘algún lugar’ donde ahora solo las estructuras insanas de los Elon Musk de este mundo organizan el espacio y el tiempo”.
La frase hace referencia a su preocupación por la manera en que ciertas figuras tecnológicas moldean, no solo los sistemas de trabajo o comunicación, sino también las expectativas de futuro.
El escritor insistió en que estos ángeles contemporáneos no transmiten mensaje alguno. “No solo no tienen alas, sino que tampoco tienen mensaje, ninguno en absoluto (...) Si deciden revelarse, se aproximan a alguien para producir un encuentro desorientador: no hablan, no iluminan, no guían”.
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