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Con el título Los Abismos, que presentó bajó el seudónimo de Claudia de Colombia, la escritora caleña Pilar Quintana ganó este jueves el Premio Alfaguara de Novela 2021, que se entregó en Casa de Américas, en Madrid, España.
El fallo fue leído por el presidente del jurado, el colombiano Héctor Abad Faciolince, que definió la obra como un relato potente que generó consenso entre los evaluadores de las novelas, pese a que explicó que al final se presentó un triple empate, que al final se decantó a favor de Los Abismos.
Desde Bogotá, conectada a través de la plataforma Zoom, Pilar explicó que el nombre de su seudónimo se debe a que la narradora de la novela se llama Claudia y no tanto por la reconocida cantante.
“A diferencia de muchos de los escritores de mi generación, que se formaron en las redacciones de los periódicos y revistas, yo lo hice como guionista de televisión, aprendí haciendo diálogos”, relató en medio de la emoción, que por momentos la dejó sin palabras.
Reveló que pese a que Los Abismos no se escribió totalmente durante la pandemia fue en ese periodo de tiempo que pudo aislarse a terminar el relato, al paso que agradeció a su familia por permitirle disfrutar de ese espacio.
Entre las obras más destacadas de Pilar figuran La Perra (2017), Conspiración iguana (2009) y Coleccionistas de polvos raros (2007).
En el premio Alfaguara se presentaron 2.428 novelas,, de los cuales 1.293 fueron remitidos desde España, 419 desde Argentina, 259 desde México, 187 desde Colombia, 88 desde Perú, 74 desde Estados Unidos, 73 desde Chile y 35 desde Uruguay.
La ganadora recibirá un premio de 175.000 dólares
El jurado, además de Héctor Abad Faciolince, estuvo compuesto también por las escritoras Ana Merino e Irene Vallejo; la directora internacional del Hay Festival, Cristina Fuentes La Roche; el periodista y escritor Xavi Ayén; el librero de Nollegiu (Barcelona), Xavier Vidal, y Pilar Reyes (con voz pero sin voto), directora editorial de Alfaguara.
Sobre Los Abismos los jurados explicaron que la narradora es una niña que contempla con una agudeza y una sensibilidad extraordinaria el conflictivo matrimonio de sus padres.
“Entre la actitud desdeñosa y las confidencias imprudentes de ella y la amargura y el silencio obstinado de él, intenta construir la realidad que la rodea, conjeturando, adivinando, interpretando lo que no se dice, o lo que se dice a medias” .
Resaltaron que Pilar Quintana construyó una novela intimista, con una voz narradora deslumbrante en su ingenuidad que, desde la memoria del hogar, conduce al lector por las obsesiones que pueblan la niñez de la que la protagonista se está despidiendo.
“Uno siempre es sus personajes, pero no lo es del todo, aunque siempre representa algo de lo que uno sufrió o sintió, pero también hay cosas de otros personajes, siempre hay mezclas, hay muchas circunstancias de mi infancia que están ahí y otras que son completamente inventadas”, respondió la escritora a la pregunta qué tan cercana es la narradora (Claudia) con su vida.
Explicó que en todos sus textos ha escrito sobre Cali, aunque en ninguno de ellos la ciudad se llamaba así, aunque todos lo intuían, pero que en esta ocasión sí se llama Cali, en un retrato de la ciudad de los año 80 en la que creció.
“Desde hace tiempo quería escribir una historia sobre una niña y no se me daba el tono, creo que es difícil de encontrar, y ahora lo volví a intentar y salió una novela que se ganó el Premio Alfaguara y no lo puedo creer”, relató la escritora, que en que en 2007 había sido seleccionada por el Hay Festival entre los 39 escritores menores de 39 años más destacados de Latinoamérica, como autora de la colección de cuentos Caperucita se come al lobo.
Su novela La perra, que está traduciéndose en 14 países y de la que se han vendido los derechos audiovisuales, recibió el Premio de Narrativa Colombiana en 2018 y fue finalista de los National Book Award en 2020.
EL COLOMBIANO conversó con la autora a propósito de su nueva novela que llegará a las librerías el próximo 25 de marzo. Esto contó:
Ha hablado de que su literatura brota de la experiencia y que la de Los Abismos en particular se basa en la experiencia de la generación de su mamá y en esa incapacidad de decisión que tenían sobre sus vidas o sus porvenires. ¿Cómo se entrelaza eso en la génesis de la novela?
“Creo que pone en escena cómo para las mujeres, hace unos años y aún todavía, el deber ser estaba por encima de todo. El deber ser de una mujer era la familia, tener hijos, casarse y poco tenía que ver su desarrollo personal. La novela habla de eso, una niña está en medio de una pareja que está en crisis y vamos conociendo la historia familiar de por qué está ocurriendo esta crisis. Los niños muchas veces se sienten dueños del universo y de sus madres, como si la madre existiera para ellos, pero no conciben que la madre tenga una vida fuera de ellos. Esta novela se sitúa en el momento en el que una niña empieza a descubrir que su mamá no es suya y que tiene una vida, unas necesidades y unas búsquedas independientes a la maternidad”.
¿El título Los abismos tiene que ver con la distancia entre la comprensión del mundo de los niños y el de los adultos?
“Esta novela se trata sobre muchos abismos. Hay abismos geográficos, hay una parte de la novela que pasa en una montaña donde hay unos precipicios inmensos y estamos todo el tiempo pendientes de esos abismos, pero también se trata de los grandes abismos que hay en las familias. Creo que son esas cosas que callamos. Cuando las familias están en problemas y callamos, se instala un abismo en esa familia. No es solo el geográfico sino también los familiares e íntimos”.
Frente a esa comprensión que tiene la niña de su realidad y de esos problemas de adultos, ¿qué tanto pesa la imaginación en la comprensión de esa realidad?
“Mirá que creo que muchas veces hablamos delante de los niños como si no estuvieran ahí y otras veces hablamos en clave para que ellos no entiendan lo que estamos diciendo, pero los niños se dan cuenta de todo y entienden absolutamente todo. Lo que pasa es que muchas veces esas cosas las enterramos y solo cuando estamos adultos y hacemos terapia, recordamos esos momentos y entendemos la dimensión que tuvieron en nuestra vida. Esta novela va de eso, la narradora no es exactamente la niña, es una mujer de la que no sabemos exactamente en qué punto de su vida está, pero ella se ubica y se pone en el punto de vista de la niña. Esa narradora es capaz de llevarnos al momento donde esos traumas y esas cosas que la niña vio se instalaron y entonces las estamos viendo a través de los ojos de la niña, pero quizás ya procesados por las palabras de un adulto, como uno hace generalmente en terapia: que uno es capaz de entender lo que pasaba entre los papás a través de revisitar ese lugar del momento en el que se instaló el trauma en la infancia”
Como revisitar los coletazos de un huracán...
“Exacto, para entendernos a nosotros mismos y saber qué hizo que fuéramos nosotros mismos”.
¿Qué fue lo que más costó en el momento de la escritura y la reescritura para llegar al punto en el que sintió que ya estaba completa?
“Yo quería hacer otra cosa. Tenía una historia que ocurría en las montañas de Cali, en un bosque de niebla. De repente, en esa historia que estaba trabajando surgió un evento de una desaparecida. En Cali, hace muchos años, hubo una mujer que se desapareció y no por la violencia política, porque no era en ese tiempo. Esa imagen llegó a mí y empezó a tomarse la novela. Cuando tuve un primer borrador, era una novela en la que estaba lo que yo quería contar inicialmente, pero con una intrusa que era esta mujer desaparecida. Creo que lo que yo quería contar lo fui dejando de lado y la intrusa se fue tomando más el libro y me tocó reconstruir al personaje a través de ese personaje de la desaparecida. Ahí empecé a entender cuál era la novela: no la que yo quería contar, sino la que estaba apareciendo. No era la que yo quería hacer, la que yo tenía en mi cabeza y en el papel no estaba despegando, pero estaba llegando una nueva. Ahí empezó el trabajo, la primera reescritura y tuve un primer borrador. Yo sabía que ese todavía estaba cojo, hice un segundo borrador y, más o menos, en el tercero ya empecé a mostrarla para que mis lectores de confianza me señalaran el camino, esas cosas que uno muchas veces no alcanza a ver del trabajo propio”.
Pilar Quintana, ganadora del XXIV Premio Alfaguara de Novela por «Los abismos».https://t.co/tZvF0a69Sz
— Alfaguara (@AlfaguaraES) January 21, 2021