Un par de semanas atrás se conoció por un artículo del periodista José Fernando Hoyos en la revista Papel, que el Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM) iba a vender al Banco de la República dos pinturas de la artista envigadeña Débora Arango, con el argumento de buscar recursos. Sin embargo, la operación nunca se concretó porque la autorización dependía del Ministerio de Cultura, que rechazó la solicitud. La noticia generó inquietud sobre el papel que juega el museo en la conservación de la obra de Arango, así como sobre la importancia de su legado. El caso puso de nuevo en discusión el alcance del patrimonio cultural y el rol de las instituciones que lo custodian.
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Según la información oficial, la solicitud inicial la presentaron los directivos del museo el 4 de junio de 2025. El 25 de ese mes, el Ministerio negó la autorización. La decisión se sustentó en tres argumentos principales. El primero, la irrevocabilidad de la donación hecha por la artista, que implicaba que las obras debían permanecer en el museo. El segundo, la concepción de la unidad de la donación, es decir, que las 233 piezas entregadas por Arango —entre pinturas y bocetos— constituyen un conjunto histórico y artístico indivisible. Y el tercero, la existencia de mecanismos alternativos para la circulación de las obras, como préstamos, comodatos o convenios con otras instituciones, que permiten divulgar el legado sin recurrir a la venta.
En entrevista con EL COLOMBIANO, María Mercedes González, directora del MAMM, sostuvo que la venta no rompía la unidad de la obra y que, por el contrario, la haría más visible al llevarla a una institución con alta proyección nacional. Además, en el recurso de reposición presentado el 8 de agosto de 2025, el museo argumentó que la negativa del Ministerio limitaba su derecho de propiedad y afectaba su patrimonio.
El Ministerio, sin embargo, desestimó esos planteamientos. En su resolución reafirmó que la donación de Arango debía conservarse íntegra, que la colección constituía un conjunto indivisible y que su carácter de Bien de Interés Cultural (BIC) obligaba a que cualquier enajenación tuviera un control estricto del Estado.
El lugar de Débora Arango en la historia cultural
La figura de Débora Arango ocupa un lugar central en la memoria artística de Antioquia. Nacida en Envigado en 1907, fue una de las primeras pintoras colombianas en abordar temas sociales y políticos a través de su obra. Sus cuadros retrataron mujeres desnudas en tiempos en que ese gesto se consideraba un escándalo, y también plasmó escenas de represión, pobreza y desigualdad que incomodaron a la clase dirigente.
Durante buena parte de su vida enfrentó censura y rechazo institucional, al punto de que muchas de sus pinturas no pudieron exhibirse en Colombia. Con el tiempo, sin embargo, su trabajo fue revalorado y hoy es considerado un patrimonio fundamental de la plástica nacional.
En Envigado, su casa natal —la llamada Casa Blanca— se convirtió en un espacio para preservar su memoria. Allí vivió la artista y allí reposan parte de sus colecciones, además de archivos y objetos personales que permiten reconstruir su trayectoria. Este lugar funciona como un centro cultural y de investigación, y es uno de los referentes de su legado en el Valle de Aburrá.
La obra de Arango, además, ha sido clave para repensar el papel de las mujeres en el arte colombiano. Su producción dialoga con procesos internacionales, pero al mismo tiempo refleja la idiosincrasia local. Es un puente entre la Medellín conservadora del siglo XX y las transformaciones sociales que sacudieron al país.
El papel del MAMM
El MAMM, fundado en 1978, es una de las instituciones culturales más importantes de Medellín. Desde hace años resguarda un conjunto de obras de Débora Arango que forman parte de su colección. Sin embargo, críticos, investigadores y gestores culturales han señalado que el museo no ha asumido con suficiente énfasis la tarea de proyectar la figura de la artista a través de una sala permanente.
Aunque el MAMM ha realizado exposiciones temporales y ha participado en actividades conmemorativas, no existe un espacio estable dedicado a Arango dentro de sus instalaciones. Para algunos, esta ausencia refuerza la percepción de que la obra de la pintora está “secuestrada”: guardada en bodegas, sin un lugar de exhibición constante que permita el acceso del público.
La polémica reciente puso este asunto en primer plano. Si el museo considera que parte de la colección puede ser vendida para financiarse, ¿qué tanto está comprometido con la conservación y difusión del legado de Arango? La negativa del Ministerio evitó la salida de las obras, pero no resolvió el debate de fondo: la necesidad de un programa estable para divulgar su producción.
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El intento de venta también abrió preguntas sobre la relación entre patrimonio cultural y sostenibilidad financiera de los museos. El MAMM argumentó que su propuesta buscaba garantizar la continuidad de sus actividades, en un contexto en el que las instituciones culturales enfrentan limitaciones presupuestales.
El Ministerio, por su parte, defendió la idea de que el patrimonio artístico no puede convertirse en mercancía para cubrir déficits operativos. Esta tensión refleja un dilema de fondo: cómo equilibrar la gestión económica de los museos con su misión de conservar y difundir la memoria cultural.
En el caso de Débora Arango, la discusión es aún más sensible porque su obra simboliza la resistencia contra la censura y la marginación. Vender dos de sus pinturas para obtener recursos habría transmitido un mensaje contradictorio respecto al reconocimiento que merece su trayectoria.
La deuda con la maestra envigadeña
El debate no se cierra con la decisión del Ministerio. Más allá de que las obras sigan en el MAMM, persiste la sensación de que Medellín y Envigado tienen una deuda pendiente con Débora Arango.
La Casa Blanca en Envigado funciona como un punto de referencia, pero su alcance es limitado frente a lo que implica el legado de la artista. Medellín, que se presenta como una ciudad de innovación y cultura, carece de una sala estable dedicada a una de las pintoras más importantes del país.
Esa ausencia contrasta con el lugar que Arango debería ocupar en el mapa cultural de Colombia. Su vida y su obra representan tanto un patrimonio artístico como un testimonio social. Haber enfrentado la censura y el rechazo, y aun así haber dejado una producción valiosa y contundente, la convierte en un símbolo de resistencia cultural.
La decisión del Ministerio de Cultura de negar la venta de dos obras de Débora Arango detuvo una operación que habría significado la salida de piezas patrimoniales del MAMM. Sin embargo, lo que quedó al descubierto es más amplio: la fragilidad de las instituciones frente a la financiación, la ausencia de políticas sólidas de exhibición y la necesidad de un compromiso real con la memoria artística.
El caso no terminó con la resolución ministerial. Por el contrario, abrió un debate que involucra a la ciudad, a Envigado y al país. ¿Qué significa custodiar la obra de una artista que fue censurada en vida y que hoy es reconocida como patrimonio? ¿Qué lugar debe tener en la agenda cultural de Medellín? ¿Cómo garantizar que sus pinturas estén disponibles para el público y no relegadas al silencio de las bodegas?