En letras blancas y fondo rojo está el nombre de la exposición, en la pared de bienvenida: FUTURO PERFECTO. Luego está la pregunta que la resume: ¿Pueden los archivos y los museos contemporáneos abarcar el futuro?
Para responderla podría empezar por cualquier sala, la tres, por ejemplo, que le queda a la derecha, o de una vez detenerse en el graffiti de la izquierda. Sin embargo, Camilo Castaño Uribe, el curador de esta muestra del Museo de Antioquia, una de las que celebra sus 140 años, explica que como el tema también es el tiempo, el orden lleva a distintas reflexiones. Por eso hay uno sugerido.
Desde donde está, la primera sala está a la izquierda, al fondo. La segunda es el corredor de la mitad, donde está el graffiti, y la tercera es a la derecha. Antes, una explicación general de Camilo, quien guía este recorrido:
–Mi reflexión es sobre este tiempo, los tiempos que el museo guarda son mucho más amplios que 140 años. Tenemos objetos hasta de 5.000 años de antigüedad. Esta exposición, lejos de pensar ese tiempo como un asunto del pasado, lo piensa más como una responsabilidad hacia el futuro, porque el museo en esos 140 años ha coleccionado más de 7.000 objetos. Es un gran archivo para entender esta región y este país.
Camilo señala que este presente fue el futuro de los fundadores del museo, y releerlo es entender que se revela tenso, muy distinto a como ellos lo pensaron: cuando lo fundaron, que lo nombraron Museo Zea, lo hicieron para honrar la memoria de los próceres de la Independencia y a los cultivadores de las ciencias y las artes.
No se mueva, aún estamos al lado de la pared de inicio.
–¿Qué pasa hoy con eso? ¿Cuál es el concepto de un prócer o de un héroe? La tesis es: un verdadero archivo solo revelará su utilidad y significado en el futuro. Cuando este museo se fundó en 1881, este país se llamaba Estados Unidos de Colombia y la identidad nacional aún no se había formado del todo. Antioquia, en ese momento, que era 1 de los 9 estados federados de la nación, funda este Museo como un museo nacional. Se funda como monumento a esos héroes, eso es un proyecto machista, blanco, cerrado, de conformación de un relato para la élite del lugar, para mostrarle al turista, por eso es muy complejo ver ese archivo que somos hoy, porque es muy distinto a lo que ellos pensaron que sería. Nosotros somos el futuro de los fundadores, estamos en nuestro presente, pero vamos a ser el pasado de lo que viene. ¿Va a ser el museo capaz de abarcar el futuro? Esa es una pregunta que queda abierta. Después de pandemia todo ha sido puesto en cuestión, ¿cuál va a ser el futuro de todo esto?
Sala 1. A la gloria de los libertadores
Muévase ahora sí. Atraviese la pared del graffiti, no lea todavía. Póngase en la puerta de la sala uno. Mire: todo está oscuro. Al fondo hay una fotografía con una bandera amarilla, azul y roja, que ondea con sus colores. El resto son nubes que parecen moverse, aunque no se muevan. A la izquierda y a la derecha hay dos pinturas más. Horizontes, la obra clásica de Francisco Antonio Cano, y Horizontes, la reinterpretación de Carlos Uribe. Esta muestra está construida, por supuesto, con las piezas del archivo del Museo de Antioquia, aunque hay cinco artistas invitados. Explica Camilo:
–Este es el primer postulado de ese enunciado general con el que se funda el Museo. El arte contemporáneo es el invitado a cuestionar y debatir esas tesis que planteó en su fundación. Esta obra es de uno de los artistas invitados, se llama Leonel Castañeda, es un bogotano que durante toda la pandemia hizo esta pieza que se llama Bandera de Plomo (Machina Anemica).
Es una bandera sin color, grande, caída en el suelo. Está opuesta al monumento de Atanasio Girardot, una obra que se robaron en 2017 para venderla por chatarra, pero que rescataron y ahora es de la Alcaldía.
–El tema es que esta obra es de Francisco Antonio Cano, el artista insignia de esa época, del siglo XIX y de todo el siglo XX. Somos el museo que más obra tiene de él, 188 piezas. Quién mejor para entender el principio de este museo que el hacedor de símbolos más importante. ¿Cuál es el imaginario hoy de Atanasio Girardot? El estadio. La exposición se mueve entre la historia y el presente.
Pase la bandera caída, pase a Atanasio Girardot, acérquese a las tres obras del fondo, a la bandera de colores. Dese cuenta que está al revés. Es una fotografía de 2017, de Federico Ríos. Con ella, en compañía de los dos Horizontes, dice Camilo, se muestra un eje que termina siendo un declive del monumento, del concepto de patria. Una caída, hace énfasis, de ese horizonte inicial que planteaban los fundadores del museo. El negro de la sala, un luto, un drama. Un horizonte que no está claro. Devuélvase despacio. Salga a la sala 2, al pasillo.
Sala 2. El Museo de Zea
En la pared del lado está la placa fundacional, en letras de oro con el nombre del prócer. También la explicación del inicio, y de cómo ciento dos años más tarde, el maestro Fernando Botero, con apoyo de otros artistas y de la sociedad, cambió el nombre a Museo de Antioquia.
Termine de leer y vaya hasta la mitad, a una mesa que hay al frente con unos archivos del Himno de Antioquia. Expresa Camilo que Gonzalo Vidal le regaló a Luis Eduardo Vieco los derechos, y que este se los cedió al Museo de Zea. El himno, como el que cohesiona un relato de la identidad de una nación.
Esto lo conectaron con los hechos recientes, el muralismo callejero como protesta. Convocaron a Fuerza Graffiti, les mostraron los murales que hay en el Museo de Pedro Nel Gómez, que son muy críticos e incluso fueron censurados, y llegaron al graffiti de la pared gigante: Deja que aspiren mis hijos. Al lado de las letras hay gases dibujados. Acérquese para que encuentre las calaveritas.
Sala 3. Homenaje a cultivadores de las ciencias y las artes
Aquí va a encontrarse a muchos de los artistas que hacen parte del archivo del museo: Beatriz González, Ethel Gilmour, José Julián Aristizábal, Libia Posada, Augusto Rivera, Juan Manuel Echavarría, Freddy Alzate, Fernando Botero, Antonio Caro.
La historia, sigue Camilo, se ha contado muy lineal, pero tiene muchos enfoques. En esta sala se va mirando la del país, pero cuestionada. Hay política, hay conflicto armado, hay medio ambiente. Encuéntrese, por ejemplo, con esa obra de Ethel sobre Armero, que es una avalancha en la que verá una gallina, una casa, un hombre, una mujer. Déjese llevar por el lodo.
En la pared, lea:
“Muchos artistas han asumido con su trabajo la carga de registrar la historia nacional, en este ejercicio han emergido las historias personales, las tragedias y los desastres naturales. Los recuerdos son convertidos en memoria... El horizonte es más complejo por la urgencia ambiental”.
–Mira que aquí las tragedias, los desastres nacionales, la violencia en el territorio y la crisis ambiental se atraviesan con ese postulado que querían los fundadores del museo hacer con el territorio. Los artistas que hacen parte de la muestra trabajan con archivo, o están creando un archivo. Son fundamentales en la historia del museo.
Y ahí, entre toda esa reflexión, está Luz. Es el punto de fuga. Es una obra de Lindy y Azul Márquez con la que celebran el cumpleaños del Museo. Todo está oscuro, solo resalta el video y una tarjeta de cumpleaños: son ellas dos, en una mesa, prendiendo y apagando una velita. Cuando la prenden, al fondo hay algún elemento del de Antioquia: una obra, una sala. Es la única pieza que tiene un tono positivo, termina Camilo. Celebrar la vida, el tiempo, el arte. Iluminar el museo
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de octubre es la fecha hasta cuando puede ver Futuro Perfecto.