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Oporto, la ciudad resplandeciente

Oporto, la segunda ciudad en importancia de Portugal tiene magia. Allí hay una confluencia de épocas que cautivan al viajero.

  • La segunda ciudad en importancia de Portugal tiene magia. Allí hay una confluencia de épocas que cautivan al viajero. Foto: Claudia Arango Holguín
    La segunda ciudad en importancia de Portugal tiene magia. Allí hay una confluencia de épocas que cautivan al viajero. Foto: Claudia Arango Holguín
08 de julio de 2017
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Portugal tiene una luz especial, podría pensarse que se da por esa conexión con el infinito, al estar en la Península Ibérica y mirar de frente al Océano Atlántico. Esa luz se nota con intensidad en Lisboa, capital de Portugal, cuando contrasta en las primeras horas de la mañana con los azulejos de sus edificaciones, sin embargo, impacta en Oporto, porque, aún con lluvia, en un día opaco y particularmente sombrío, las fotografías quedaron brillantes, luminosas, etéreas.

Visitar Oporto es un deber inexcusable para cualquier viajero que pase por tierras lusas. Está ubicado a 309 kilómetros de Lisboa (se llega en tres horas en tren), y a 551 kilómetros de Madrid (1 hora y 20 minutos aproximadamente en avión), y es inevitable no cerrar los ojos y volverlos a abrir al ver una ciudad con una decadencia que roza con la belleza, un espacio donde se ve un edificio en ruinas y al lado se alza otro con la modernidad de estos tiempos, pero que al frente se sitúa uno más con la influencia de la época neoclásica, medieval o barroca. Porto (en portugués) es espléndido por donde se mire, todo un impacto visual y único que anima en las primeras horas de estadía de un viajero.

Patrimonio de la humanidad

Así catalogó la Unesco en 1996 al centro histórico de Oporto por sus cualidades arquitectónicas y sociales. El paisaje nunca es el mismo. Caminar por las estrechas calles inunda los sentidos con todo tipo de información, desde el olor de la comida casera que no solo sale de los hogares sino también de los restaurantes, hasta el paisaje visual que ofrece la ropa que se cuelga en los balcones. Incluso están los turistas que fotografían cada espacio y los gatos que recorren con tranquilidad los recovecos. Sin olvidar los fanáticos que ven con fervor los partidos de su equipo del alma, el Porto Fútbol Club, donde alguna vez movieron la pelota con gracia James Rodríguez, Falcao, Jackson Martínez, Fredy Guarín y Juan Fernando Quintero.

Caminar por ese centro portuense lo llevará a lugares como la Iglesia y la Torre de los clérigos, construcción barroca de 1763; La Catedral, uno de los más antiguos monumentos, construido en la época gótica y modificada en la época barroca; la estación de trenes de Sao Bento con los infaltables azulejos lusos pintados por el artista y caricaturista Jorge Colaço; la iglesia de San Ildefonso, también decorada con azulejos de Colaço; la plaza de la Cordoaria, con sus caminos de ensueño y las particulares esculturas del español Juan Muñoz llamadas Thirteen Laughing at Each Other. También podrá caminar por la peatonal calle de Santa Catalina y disfrutar del comercio y de lo que llena de orgullo a los portugueses: la industria del calzado, la más importante de Europa.

De este centro histórico debe tomarse un buen rato para recorrer, de día y de noche, la ribera del río Duero, porque lo primero que verá será esa ciudad metropolitana dividida por un río navegable que desemboca al océano. Quizá esa luz de Oporto viene de esa geografía que la hace tener una parte de la ciudad a la orilla del río y otra más a la orilla del mar.

En la ribera del río Duero, hay de lado y lado, todo tipo de restaurantes en los que abunda la comida típica de la región: bacalao y sardinas en preparaciones diversas, jugosas y bien sazonadas; la tradicional francesinha, un sánduche de diversas carnes servido en una sopa de tomate y con queso derretido encima, y el infaltable postre de natas. También están las bodegas de vino de Oporto, que se sirve de día o de noche, para acompañar los alimentos y para rematar el singular paisaje en el que se ve un sinnúmero de gaviotas que van y vienen, graznan y obligan a elevar la mirada al cielo.

Un vino con historia

El vino de Oporto se denomina de origen porque solo se produce en la región vitícola del Alto Duero. Luego de la guerra entre Inglaterra y Francia, en 1678, los ingleses entraron en esta región y descubrieron en un monasterio el especial proceso a través del cual se añadía brandy al vino para interrumpir el curso del fermentado y así conseguir un vino con más alcohol y más dulce. En la actualidad, se añade un alcohol vínico neutro (77%), incoloro, que transforma el azúcar de las uvas en alcohol y cuyo resultado es un vino también dulce que por eso se sirve en pocas cantidades, 2 onzas por comida, y tradicionalmente como aperitivo.

Son varias las bodegas que puede visitar y que están ubicadas al otro lado del río Duero, en Vila Nova de Gaia, una ciudad del área metropolitana de Oporto y a la que fácilmente puede acceder luego de cruzar a pie el puente Luis I. En ese recorrido, y si no sufre de acrofobia, podrá ver los dos lados de la ribera, deslumbrarse por el paisaje de postal, por la claridad de la vista y la inmensidad de la lejanía.

Tenga en cuenta que cada bodega cobra la entrada a una visita guiada y al final le brinda un par de copas de vino porto. Consulte su presupuesto y piénselo bien antes de recorrerlas todas porque corre el riesgo de gastar una buena cantidad de euros y además terminar la tarde embriagado y no propiamente por la belleza del lugar. Pero eso sí, no se vaya de Oporto sin probar un vino aromático y a la vez dulce e intenso.

No se sorprenda si encuentra en estas bodegas una botella de 1863, que se puede beber. Se trata del vino Porto Ferreira Vintage, el más antiguo que existe en el momento, luego de que se subastara una botella de la misma casa Ferreira de 1815 por 6.800 euros, en mayo de este año. “Tenemos 49 botellas de vino Vintage de diferentes años, debemos garantizar que el vino es comestible, y este es el único que madura en la botella y se mantiene gracias a que siempre está inclinado, lo que garantiza que el vino entra en contacto con el corcho y así lo protege del aire y le da humedad”, cuenta la guía que hace el recorrido por la casa Ferreira.

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El placer de la lectura en un lugar mágico

Un lugar especial que merece más líneas es la Librería Lello en Oporto, una de las tres más bellas del mundo después de la Ateneo de Buenos Aires, en Argentina, y la Selexyz Dominicanen, en Maastricht, Holanda. Ubicada en la calle las carmelitas, cerca de la Torre de los Clérigos, la librería comenzó a cobrar una entrada de 3 euros desde el pasado primero de agosto luego de la horda de turistas (cerca de 4 mil diarios) que la visitaban para ver la que fuera la inspiración de la biblioteca de Hogwarts de la película Harry Potter. Cabe recordar que la autora de la saga, J.K. Rowling, vivió en Oporto y en las mesas del antiguo Café Majestic (ubicado en la peatonal Santa Catalina) se sentaba a escribir la historia que la hiciera famosa. Tenga en cuenta que si se lleva un libro, los 3 euros que pagó para entrar estarán incluidos en el pago del mismo.

Pero más allá de historias de magos y películas, la Librería Lello fue, desde 1906, la casa de hombres de las letras y las artes, palco de tertulias y espectáculos y tranquila biblioteca para los lectores de la ciudad. Construida por el ingeniero Francisco Xavier Esteves y manejada por los hermanos José y Antonio Lello, la librería de dos pisos sobresale por su fachada neogótica, su escalinata carmín, el vitral en el techo de 8 metros de ancho con la insignia decus in labore, que significa dignidad en el trabajo, y un carrito de madera que en otras épocas se usaba para transportar los libros de un lado para otro. Todo un templo de las letras que merece observarse con esmero y fascinación.

Recuerde que la ciudad se abre desde el río Duero hacia Atlántico, a 10 minutos del centro está el mar. Allí perderá toda noción de tiempo con las olas golpeando las rocas, las gaviotas merodeando caprichosamente en el cielo, la arena gruesa y el mar helado.

Oporto por donde se mire encanta, vale la pena descubrir cada espacio con la curiosidad del viajero, el aplomo de quien llega por primera vez y el sosiego que emana del lugar. Oporto en español o Porto en portugués, es en definitiva la ciudad de la bella luz.

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