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Por JHEYNER A. DURANGO HURTADO
Sentir que la vida se puede acabar en un suspiro y requerir del prójimo hasta para alzar un brazo, dar pasos, llevar la cuchara a la boca o pegarse un duchazo, hicieron de Rigoberto Urán un ser más consciente, más sensato, más fuerte.
El colombiano que cuatro meses atrás, en la sexta etapa de la Vuelta a España, sufrió fracturas de clavícula izquierda y omóplato, y presentó daños en su pulmón debido a varias fracturas de costilla tras una severa caída, la cual no solo puso en riesgo su carrera como ciclista sino su existencia, se muestra sereno mientras hace catarsis del complicado año que tuvo. Además, es analítico al mencionar detalles de lo que ha sido su pasado y optimista para seguir dando batalla sobre el asfalto.
Rigo, quien hasta se atrevió a hablar de política, algo que muchas veces prefiere evitar, compartió un momento a solas con EL COLOMBIANO. Comenta que aún no se entrega en el deporte y que el traspié vivido fue una nueva sacudida, tal vez la más dura, para saber de qué está hecho. Ahora empieza de cero, eso sí, con la experiencia en sus piernas y el deseo, como un muchacho, de hacer más historia.
Ya parece un nazareno. En días recientes sorprendió en las redes, sin camisa, mostrando las últimas marcas que le ha dejado el deporte, ¿cuál era su intención?
“Sí, son cicatrices grandes, y eso que tenía otras imágenes con grapas incrustadas en mi cuerpo; subí las que creí pertinentes. Soy poco de mostrar fotos así, y más privadas, pero lo hice para decirle a la gente que esas son mis heridas de guerra y para que vieran que ya estaba bien. También, como agradecimiento, porque el apoyo que recibí, en este año tan complejo, fue impresionante. Yo estuve en la clínica, pero observar todos esos mensajes deseándome lo mejor me llenaron de moral, de aliento”.
Una frase muy dura: “heridas de guerra”...
“Las hay en todas las personas, sin importar muchas veces nuestro éxito. Todo el mundo posee una historia y en ella momentos malos. ¿Cuál es la solución? Continuar, así toca en la vida. No vale lamentarse, llorar. Para superarse toca cerrar los ojos y seguir adelante, no hay de otra porque nos quedaríamos sembrados en lo negativo”.
¿Conoce la historia de algún corredor que no haya “besado” la tierra?
“Imposible, todos han pasado por el suelo. Hasta los que montan de manera recreativa”.
Ese último golpe que se dio preocupó a medio mundo. ¿Qué siente al saber que hay tanta gente que lo aprecia?
“Siempre he dicho que hay aprecio cuando se está ganando. Pero cuando no estás arriba sino abajo, en las malas, en una clínica, y ves ese cariño a través de tantos mensajes, decís ¡wow! Yo no me he ganado el Tour, pero sí lo más importante: al pueblo colombiano, y eso tiene el doble de valor que vencer en la carrera francesa. Ganarse a la gente, no con triunfos, sino con la forma de ser, es hermoso”.
No es fácil llegar a eso y más cuando hay fama de por medio...
“Por eso les digo a mis compañeros: parceros, lo mejor es ser personas, los triunfos son importantes y, obviamente nuestros contratos dependen de las carreras que ganemos, pero el cariño y aprecio le dura a uno para toda la vida, no existe un contrato para ello”.
¿Cómo describe este deporte?
“Dedicación. Es más, ¿quién en la vida no requiere de esto? Si quieres ser grande en algo, te encontrarás con lágrimas, sufrimiento, frustraciones. Todo es de esfuerzo para tener alegrías, para cumplir objetivos y seguir creciendo. El ciclismo me lo ha dado todo, aunque también me ha quitado muchas cosas”.
¿A qué se refiere frente a eso último?
“Tiempo. De pelao tuve una niñez y una juventud muy diferentes a la de los demás porque me tocaba entrenar mucho. No podía reunirme a hacer las tareas o ir a los paseos de fin de año”.
Pero, ¿no está arrepentido o...?
“Jamás. No puedo estarlo ni siquiera de haberle entregado toda mi vida al ciclismo... Gracias a él he aprendido mucho, ha sido mi universidad, conocí el mundo, gente... La verdad, me encanta montar en bicicleta, subir por Las Palmas, ir a Urrao, Europa, correr el Tour de Francia, todavía siento pasión por eso”.
Ahora que menciona Urrao, donde nació, ¿está lejos su población de volver a tener un gran campeón de ciclismo como usted?
“Urrao ha tenido muchos talentos. Su escuela de ciclismo sigue trabajando. Este año, con esta última alcaldía, no hubo tanto apoyo y el club se quedó un poco atrasado. Pero vienen buenos prospectos”.
Para usted, ¿qué es lo más fundamental en los procesos con los muchachos?
“A la gente de los municipios, gobernaciones y equipos de ciclismo siempre les he dicho que no busquen talentos. Con el hecho de que tengan a los pelaos montando en bicicleta y llevándolos a las carreras, están haciendo un bien porque los alejan del vicio, de las cosas malas de la vida, y más si se están enfocando en algo como es la educación y el deporte, que es lo más perfecto para levantar personas de bien. Si un muchacho crece con los valores del deporte y no llega a ser profesional, es un buen ser después porque se levantó con principios. En ese sentido no se perdió la inversión”.
Dijo que en bicicleta había que descender pretendiendo no tocar los frenos, ¿eso no es jugarse la vida en cada bajada?
“Es complejo porque mirá el accidente que acabo de tener. Sucedió donde no había peligro. A veces las caídas resultan cuando más confianza hay. Cuando se está en carrera se expresa: ‘no hay que arriesgar la vida’, pero se tienen tantas ganas de tener un buen resultado, que no ves el peligro, así convivas con él. Te entregas a tope, a mil por hora hasta el final”.
¿Qué lo hace feliz?
“Cuando vendo bastante en las tiendas Go Rigo Go (jajajaja...). Mentiras hombre, la salud. Te pongo un ejemplo: vos estás en tu cama y te volteas de un lado para el otro, y eso en sí lo sientes normal, sencillo; pero cuando te encuentras en una clínica, en cuidados intensivos por espacio de un mes, y dos personas te tienen que ayudar a acostarte o a levantarte porque estás reventado, ¡jueputa! Ahí empezás a valorar todo y dar gracias a Dios, al universo, no sé, en lo que se crea. Son cosas bobas, como el poder comer, sentir el sabor de la comida, el darte una ducha y que te pueda caer agua por todo el cuerpo, pero como tenés vendas por todo lado y lleno de maricadas en la vena, claro, pues te toca bañarte por pedacitos, y uno anhelando abrir ese hijueputa chorro (risas)”.
Siento que aprendió a valorar los pequeños detalles de la vida...
“Claro. En 2007 durante la Vuelta a Alemania, con el equipo Unibet, tuve un accidente grave, pero como estaba tan peladito no me di cuenta de su magnitud. Pero este sí me aterrizó. El depender que tu mujer te haga todo porque no eres capaz ni de comer o voltearte para un lado... y aunque sabes que te vas recuperar, en realidad resulta duro levantarse. Y empezás entonces a valorar. Te das cuenta que el dinero es importante, pero que la salud no tiene precio, que las manos de los médicos son manos de Dios. Los seres humanos chimbiamos tanto que no valoramos cada detalle de la vida. No hablo del pobre, del rico, sino de la salud en general, de disfrutar”.
¿Qué le saca la piedra (ira)?
“Las mentiras”.
¿Qué lo llena de paz?
“Mi familia”.
¿Qué no perdona?
“Yo perdono casi todo”.
¿Qué prefiere: un vallenato, una buena salsa clásica o un reguetón?
“Soy muy crossover. El vallenato me gusta, también el reguetón, estamos en Medellín, es la casa de este. ¿Qué si lo bailo?... Pues más o menos, el que no baile reguetón está en la olla, y más si es con las luces apagadas”.
El país atraviesa una crisis que muchas veces ni se alcanza a comprender, ¿qué quisiera usted para Colombia o qué le pediría al presidente Iván Duque?
“En este país cada quien es libre. No me gusta opinar mucho de política, soy respetuoso, no juzgo a nadie. Le echan la culpa al Presidente, pero eso es un problema que viene de años atrás, con mucha gente involucrada. Se escuchan noticias que se robaron la plata de un lado, del otro. Entonces a uno, como colombiano que se mantiene haciendo patria, que se sigan escuchando esas cosas, afecta. La gente se cansa, pero no para señalar a una sola persona, es una estructura grande. Lo que debemos hacer es seguir trabajando”.
Y usted que también es empresario, que se le ve el esmero por sacar adelante las ideas, ¿qué piensa luego de que entraran a robar a una tienda suya en Cali?
“Sí hombre, da tristeza. Pero no juzgo a esa persona porque no sabemos su situación. Eso sí, tampoco es el hecho de hacer una cosa de esas. Afortunadamente, no había nadie en la tienda porque uno no sabe qué puede pasar y menos ante la reacción de alguien en medio del susto”.
Por el tema país, duele lo sucedido...
“Obviamente, porque uno como empresario tiene que hacer maromas, pues la competencia es alta. Cuando era niño decía: estos empresarios por qué no apoyan el ciclismo si ganan tanta plata. Pero ahora que monté empresa, que los impuestos son altos, entendí que la cosa no es fácil. Por eso no se le puede echar la culpa a nadie, es un problema que nos afecta a todos y se debe buscar una solución en vez de ponernos a dañar las cosas. Bien difícil que nos toca, con todo lo que pagamos, para destruirlas. Sí, se puede protestar, porque la gente se cansa, pero no es la manera de hacerlo”.
¿Aún no se rinde en el tema ciclístico?
“No, para nada, sabés por qué, porque me encanta la bicicleta, y estar en ese grupo de los mejores, gane o no, me motiva a seguir luchando por mis metas” n