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El Clásico El Colombiano llenó de emoción las carreteras del Oriente antioqueño y tuvo el regreso de “El Debutante”

El evento contó con la participación de 800 personas. Hubo competencias de 113 y 63 kilómetros. Contó con buena acogida. Un periodista de este diario lo cubrió en primera persona: corrió la segunda distancia.

  • Los ciclistas del Clásico El Colombiano recorren las carreteras del Oriente de Antioquia durante el Clásico. Foto: Manuel Saldarriaga.
    Los ciclistas del Clásico El Colombiano recorren las carreteras del Oriente de Antioquia durante el Clásico. Foto: Manuel Saldarriaga.
  • El escribiente de esta nota (El Debutante) después de terminar el recorrido de 63 kilómetros del Clásico El Colombiano 2025. Foto: Juan Pablo Estrada
    El escribiente de esta nota (El Debutante) después de terminar el recorrido de 63 kilómetros del Clásico El Colombiano 2025. Foto: Juan Pablo Estrada
hace 3 horas
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Después de cruzar la meta de la prueba de 63 kilómetros del Clásico El Colombiano 2025 en el Parque del Agua y La Madera de El Retiro, Antioquia, no podía doblar las piernas. El músculo vasto interno –el que está en la cara interna de arriba de la rótula–, estaba tan hinchado y lleno de ácido láctico que solo quería contraerse, recogerse, como mecanismo de defensa.

-”Eso ocurre por la falta de costumbre del músculo a una exigencia tan alta”, aseguró, entre risas, el entrenador Luis Fernando Saldarriaga, quien fungió como director técnico de la carrera y tiene en su hoja de vida haber descubierto, entrenado y promovido a pedalistas como Nairo Quintana y Esteban Chaves, que hace poco anunció su retiro profesional a los 35 años.

Dicen que fue porque estaba cansado de la exigencia de este deporte. Con el mismo pensamiento llegué yo, un deportista aficionado que tiene 10 años menos de edad que Chaves y 33 menos de práctica esporádica del pedalismo cuando, al terminar el martirio de los últimos 10 kilómetros del Clásico, no era capaz de bajarme de la bicicleta y ni qué decir cuando intenté dar un par de pasos para no estorbar a quienes cruzaron la meta después de mí.

Juan Pablo Estrada, miembro del equipo de video de este diario y quien me acompañó con la complicidad de un amigo durante todo el recorrido desde una moto –y al final me impulsó de un brazo para coronar las últimas subidas–, dijo que me demoré 3 horas y un minuto para terminar el trazado.

Alguien de la organización quedó “impresionado”. Sacó cuentas a vuelo de pájaro y, mientras conversábamos un par de horas después del final, dijo que me había demorado 20 minutos por kilómetro recorrido. Puede no ser muy bueno para el pedalismo de alto rendimiento. Para un debutante en una carrera de ciclismo como este escribiente es ganar el Tour de Francia, pisarle los pies a Tadej Pogacar o Remco Evenepoel.

El frío del Oriente de Antioquia, el mayor rival de los ciclistas

Eran las 2:30 de la mañana del domingo cuando, en las instalaciones de este diario, en medio de las risas de los voluntarios de la carrera, trasnochados, le dije al profe Saldarriaga en broma que vería en mí la versión Temu de Evenepoel, mi ciclista favorito.

Recochamos con algo relacionado con la aerodinámica. Me aconsejó medirme, administrar la energía para no quedarme en la subida al Alto de Nanos, entre El Retiro y La Ceja, que era el primero de la carrera. Sabíamos que, por mi bicicleta de montaña, andaría más despacio que quienes lo hacían en ruteras.

Sin embargo, hubo un momento en que alcancé, bajando, 65 kilómetros por hora y en terreno llano los 45. De eso ya hablaremos. Antes hay que decir que cuando llegamos a El Retiro, a las 4 de la mañana, se sentía con fuerza el mayor rival de las 800 personas que corrimos el Clásico: un frío penetrante, paralizante, rompe huesos.

Lo enfrentamos, antes de la carrera, con café amargo. Los ciclistas experimentados, domingueros, profesionales de equipos como el Nu Colombia y Orgullo Paisa llegaron con sus uniformes perfectos y sus bicis de carbono, de tan poco peso que se levantan con una mano sin esfuerzo.

El corral de aquellos que corrieron el Gran Fondo de 113 kilómetros se llenó. Tuve que ceder ante mi negativa de quitarme la sudadera y chaqueta corta vientos que amainaba el clima gélido. Quedé en badana y jersey ciclista, delgado, pegado al cuerpo como una licra, igual que los otros.

El escribiente de esta nota (El Debutante) después de terminar el recorrido de 63 kilómetros del Clásico El Colombiano 2025. Foto: Juan Pablo Estrada
El escribiente de esta nota (El Debutante) después de terminar el recorrido de 63 kilómetros del Clásico El Colombiano 2025. Foto: Juan Pablo Estrada

Había expectativa en el pelotón. Hombres y mujeres querían darlo todo. El reto no era con nadie, sino con ellos mismos. Es lo lindo del ciclismo aficionado: la cabeza de quien corre es lo primero que hay que vencer. La fuerza de las piernas siempre llega, aunque haya calambres de por medio.

Soy prueba de eso. Los del Gran Fondo salieron a las 6:00. A las 6:30 salimos los de 63 km. Me hice adelante con don Miguel, un señor de 77 años que ha corrido las 52 ediciones de la carrera, quien me aconsejó ir con calma y, sobre todo, no rendirme, terminar. Le pedí permiso para “chuparle rueda”, pero no aguanté su ritmo y no lo vi más.

Él no sabía, pero yo dudaba de mí. Como dije antes, llevo 3 años montando bicicleta con desjuicio y nunca había hecho más de 20 km. Por lo general subo el Alto del Chuscal, entre San Antonio de Prado y Armenia Mantequilla o Heliconia, Antioquia. Por eso arranqué nervioso. Intenté irme adelante, pero los ruteros consumados me pasaron. Subí al Parque de El Retiro analizando si sabía lo que hacía. Quizás no, porque cuando bajé tomé un ritmo infernal para “calentar” y empecé a subir el Alto de Nanos.

En la parte alta de la subida, por el frío, sentía que me darían calambres en los gemelos. Pedalié con miedo. No sé si el resto también. Tal vez no, aunque más adelante vi a varios parados en la carretera, tomando aire.

La bajada a La Ceja fue el mejor fragmento del recorrido: rápido, dinámico. Ahí me sentí un Evenpoel criollo (logré los 65 km/h) y el grito de Stefany, alguien a quien quiero, que me impulsó como gasolina extra. Llegando al Carmen de Viboral encontré el primer gran reto: una loma parada, imposible, que superé con gran esfuerzo y por la promesa de un buñuelo de Sabaneta.

Otro fue saliendo de Rionegro, como buscando Llanogrande, en una subida infernal que parecía el Alpe D’Huez. Me dieron calambres en el vasto interno de ambas piernas. Me bajé de la bici. Los pedalistas del Gran Fondo y los 63 kilómetros pasaban, sufriendo, pero bien.

Me recuperé, pero subí diezmado. Sentía el agobio del cambio de altitud en el pecho. Iba con la mirada perdida, como si me fuera a desmayar, pero no, cuando llegué a El Parque de las Aguas y La Madera de El Retiro y no pude doblar las piernas tras bajarme de la bici porque tenía un calambre. Así fue la fiesta del ciclismo en el Clásico 2025.

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