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“El agua me cobija y alimenta”: Daniela Zuluaga

Un problema de cadera hizo que caminara a los seis años. Batió marca de Sofía Gómez en apnea.

  • El próximo reto de Daniela Zuluaga serán los Juegos Panamericanos. FOTOs Manuel saldarriaga
    El próximo reto de Daniela Zuluaga serán los Juegos Panamericanos. FOTOs Manuel saldarriaga
  • “El agua me cobija y alimenta”: Daniela Zuluaga
26 de septiembre de 2021
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Diecisiete años después, frente a una piscina en Belgrado, Daniela Zuluaga había de recordar la primera vez que su mamá la llevó a conocer el agua.

La nadadora había llegado hasta Serbia para disputar el Mundial de apnea, en un verano que marcaba los 40 grados centígrados en este país de la península balcánica, en el sureste de Europa.

Corría la tarde del 24 de junio de 2021 y Daniela era la representación colombiana en aquella competición que reunió a los mejores apneístas de 25 países como Estados Unidos, Rusia, Croacia y Canadá.

Ella tenía nervios. “Estuve fuera del agua por casi tres minutos, la ansiedad me tenía aturdida. Solo reaccioné cuando el juez dijo que faltaban 30 segundos para entrar a la piscina”.

Walter Roldán, secretario de la Federación Colombiana de Deportes Subacuáticos, relata que obtener marcas en esa competición era difícil porque allí “estaban los ‘mostros’ de la apnea”.

Daniela, de 1,62 de estatura, tenía al frente una piscina de 50 metros. “Tomé aire y me mandé”, recuerda mientras se le iluminan sus ojos cafés.

Inicio con dificultades

La historia de Daniela Zuluaga comenzó el 22 de septiembre de 1997 en la clínica San Pedro Claver de Bogotá. Su desafío inicial fue caminar.

Antes de respirar por primera vez, la bebé que alguna vez fue esta nadadora, dio un giro en el vientre de su madre. Su nacimiento, a diferencia de la mayoría de los niños, fue de pie.

En la sala de parto había mucha presión porque Ana Francisca Zuluaga Guerrero, su mamá, era anémica y no podían hacerle una cesaria. Este procedimiento implicaba que los médicos jalaran con fuerza las piernas de Daniela. “Fue ahí que se le dañó la cadera”, relata Ana Francisca.

Los primeros seis años de esta deportista estuvieron pasados por el quirófano. Había sido diagnosticada con displasia de cadera.

Su mamá se mudó a Medellín con la esperanza de que un médico en esta ciudad lograra lo que parecía imposible: que Daniela pudiera caminar. Y lo encontraron.

El doctor Carlos Araza sometió a la niña a cuatro cirugías. Daniela dio sus primeros pasos a los seis años.

“Ahí iniciaron todos mis retos. Empezar a levantarme porque me pegaba una caídas y unos totazos bárbaros”, recuerda la mujer de 24 años. Sonríe y agrega que con esto inició a formar su carácter.

Primeros 50 metros

Después de tomar aire, Daniela y la piscina de Belgrado se unieron en una sola, las baldosas pasaban ante sus ojos.

En este punto ella había recorrido debajo del agua, y con una sola respiración, una distancia similar a la que hay entre el piso y la punta de las torres de la Catedral Metropolitana de Medellín.

Pero llegó el miedo. “Me quería salir cuando hice 50 metros. Tenía pánico”.

Entonces recordó la primera vez que entró a una piscina. Tenía 6 años y pasaba con su mamá por la unidad deportiva Atanasio Girardot.

“Vi que llevaban niños y pensé que podría ser una buena terapia para ella”, recuerda la señora Ana Francisca.

Nadar era un ejercicio que no causaba impacto en sus caderas. Apenas caminaba y ya lograba sorprender en el nado. Fue escogida para la Selección Antioquia infantil. Diecisiete años después estaba en Europa.

Volvió a sentir amor por el agua para afrontar los otros 75 metros de recorrido. “Es como si me cobijara y me alimentara. Es una sensación mágica sentir cómo el agua recorre mi cuerpo”, describe esta apneísta que a los siete años suspendió su amorío con las piscinas.

Volverían a encontrarse

Doña Ana no tenía recursos económicos para seguir costeando los gastos que implican la práctica deportiva de alto rendimiento: la retiró de la Liga de Natación.

A Daniela siempre le gustó el deporte: montó bicicleta y patinó. Pero solo el agua le robaba los suspiros.

Estuvo fuera de las piletas por 12 años. En su afán de encontrar un sueño tuvo aspiraciones de cantante.

Se reunía con su mejor amiga, Geraldine Castañeda, a interpretar canciones de Rebelde, telenovela juvenil. Su favorita era Ser o Parecer. “El temple de Dani era tal que llamábamos a las disqueras para que nos escucharan”, cuenta entre risas su compañera.

Pero Daniela estaba destinada a danzar en el agua. Entró a estudiar Ingeniería Electromecánica en el ITM y en una clase de química un compañero la invitó a entrar al club de natación de esa universidad. Ahí volvió a nacer un amor que no muere.

Empezó en la natación con aletas, pero su entrenador Nelson Zapata vio en ella capacidades para la apnea. En su primer intento en esta modalidad clasificó al Campeonato Nacional de Cali 2020.

“En ese torneo ella era desconocida, pero nos sorprendimos por sus capacidades. Se ganó un puesto en el Mundial”, rememora el secretario Roldán.

125 m, una marca nacional

En Belgrado, Daniela no quería parar. “Empecé a trabajar por los 100 metros y se me fue el miedo”.

Cuando el cuerpo del apneísta tiene un largo tiempo sin oxígeno sus músculos se empiezan a romper. Eso sintió ella en sus brazos y piernas.

Cuando no resistía más salió a flote, levantó su brazo e hizo la señal de que estaba bien. Había recorrido 125 metros, nadó con una sola respiración una distancia similar a la altura del edificio Plaza de la Libertad. Se coronó en Europa con récord nacional, dejando sin vigencia la marca que llevó Sofía Gómez desde 2017

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