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De casi abandonar su carrera y ver a Nacional por televisión en 2016, Bauzá hoy defiende sus colores

El argentino, forjado a pulso, pasó de jugar en canchas de tierra y de casi abandonar su carrera a cumplir el sueño de actuar en el Atanasio.

  • Juan Bauzá porta el número 30 en la camiseta, y el técnico Javier Gandolfi lo ha utilizado más como extremo que como enganche. El jugador espera tener más minutos para consolidarse. FOTO Manuel Saldarriaga
    Juan Bauzá porta el número 30 en la camiseta, y el técnico Javier Gandolfi lo ha utilizado más como extremo que como enganche. El jugador espera tener más minutos para consolidarse. FOTO Manuel Saldarriaga
hace 2 horas
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Juan Francisco Bauzá llegó a Atlético Nacional sin estridencias, pero con una historia que ya lo define como un futbolista forjado a pulso. De ojos tímidos, pero honestos, y una sonrisa auténtica que lo delata como alguien transparente, el argentino se ha ganado sus primeros minutos en el club verdolaga sin decepcionar. En su brazo izquierdo lleva tatuado el nombre de su abuela, un gesto que dice más de su humildad que cualquier declaración pública.

Nació en Gualeguaychú, una ciudad argentina de no más de 100 mil habitantes, marcada por su carnaval y su río, pero sobre todo por la sencillez de su gente. Hijo de Marcelo, exfutbolista, y Mariana, una mujer dedicada a la familia y al hogar, Juan supo desde pequeño que el fútbol sería su vida. No lo esperaba fácil: jugaba en canchas de tierra, con balones viejos y sueños grandes.

Su primera camiseta la vistió con Central Entrerriano, donde con apenas 9 años ya destacaba. Luis “Chocho” Pereira, uno de sus primeros entrenadores, lo recuerda con cariño: “Conducía siempre con la mirada firme, pedía la pelota y se hacía líder dentro del campo, aunque fuera de él fuera un chico callado”. Esa personalidad lo llevó a Colón de Santa Fe, donde en agosto de 2016 Paolo Montero lo subió al plantel profesional. Justo ese año, mientras él daba sus primeros pasos, admiraba desde la televisión las noches mágicas de Nacional en la Copa Libertadores.

Debutó el 22 de octubre de 2016 frente a Patronato, ingresando por Adrián Bastía. En total sumó apenas 4 partidos oficiales con Colón, en medio de la inestabilidad de un club con muchos entrenadores. El brillo de su fútbol parecía apagarse y estuvo cerca de abandonar. Fue su padre, Marcelo, quien lo rescató: “Pepe, no te rindas. Busca un lugar donde vuelvas a disfrutar”.

Ese lugar fue Juventud Unida de su Gualeguaychú natal, donde en 2017 recuperó el entusiasmo y en 2018 anotó sus primeros goles como profesional. Su camino en el ascenso argentino, con pasos por Gimnasia de Mendoza, lo forjó como un futbolista de lucha, sin padrinos mediáticos ni prensa que lo inflara, solo con su zurda talentosa como carta de presentación.

En 2019 dio el salto a Europa con el Górnik Zabrze de Polonia, una experiencia dura por el clima, el idioma y la presión. No brilló, pero tampoco se rindió. Su siguiente parada fue en Rumania, primero en el FK Csikszereda y luego, desde 2021, en el FC U Craiova 1948, donde mostró su versión más completa: más de 80 partidos, más de 15 goles y una madurez que lo confirmó como líder en la cancha.

En 2024, probó suerte en Emiratos Árabes con Baniyas, con 22 partidos y varios goles en una liga competitiva, aunque lejos del foco. Pero el destino lo tenía reservado para algo especial: la llamada de Atlético Nacional.

“No lo dudé, era un sueño llegar a un club tan grande y así se lo dije a mi representante”, confesó. A su memoria volvió aquel 2016 en el que se emocionaba viendo al Atanasio repleto en Libertadores, cuando Nacional se consagró campeón continental.

Hoy, con 29 años, amante de la cumbia argentina y el rock, y fanático de Lionel Messi, Bauzá se viste de verde con la ilusión de convencer a la hinchada y a la dirigencia de que compre su pase. Por ahora, lo logra con pinceladas de calidad y con esa humildad que lo acompaña desde las canchas de tierra en Gualeguaychú.

Juan Bauzá sabe que la vida nunca le regaló nada. Por eso disfruta cada minuto con Nacional como si fuera el primero, sabiendo que el fútbol, como él mismo, se construye con sacrificio, talento y una fe inquebrantable en los sueños.

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