El frío es intenso y las incesantes gotas de lluvia golpean con tal fuerza que muchos quisieran tomarse un chocolate caliente y estar metidos entre cobijas. Es de noche en la unidad deportiva Atanasio Girardot, complejo que lleva el nombre del prócer que batalló en las guerras de independencia de Colombia y Venezuela.
Por los escenarios, imponentes como las palmeras que los rodean, se ven caminar deportistas como hormigas. Algunos de ellos, acompañados por sus padres. Su andar tiene que ver con la actividad atlética, su pasión, que los llena de júbilo más allá de la adversidad climática.
En el recorrido por el área de 324.519 metros cuadrados, con 21 escenarios (ver gráfico) y con una capacidad para albergar aproximadamente a 78.545 espectadores, sorprende, tal como sucede en las mañanas. En horario nocturno la oferta atlética del Inder Medellín también es amplia y apetecida.
Aprovechamiento de espacios
Al hacer un paneo en este lugar, al que poco a poco los venteros van cerrando sus tiendas a medida que transcurre la noche, llama la atención el frenesí que se escucha en el complejo acuático por las coreografías de las niñas de nado sincronizado, con la música de fondo, y el sonido del chapoteo que emiten los nadadores, entre ellos los de waterpolo.
Entre estos últimos causa sensación Matías Ríos Valencia, bastante fornido para tener ocho años, y quien denota libertad en el agua como si fuera un pez. Y eso que esta pileta no tiene calefacción.
En un costado de la piscina, con poncho para evitar que el frío penetre con más fuerza, su madre, Adriana Valencia Cuartas, no le quita la mirada y vibra cuando el menor, que cursa tercer grado de primaria en el Colegio Bethlemitas ejecuta una buena jugada.
“Es que además de él, los padres también nos volvemos deportistas, ya que si bien están dentro de la piscina, uno se mantiene en función de ellos, en un corre corre constante. Estar aquí es una bendición, pues los hijos crecen en disciplina y continuidad”, expresa esta madre al hablar de las bondades de entrenar en este horario, aunque muchas veces están retornando a su casa pasadas las 10:00 p.m.
“Es muy apropiado por los deberes que tenemos en el día. Mientras él estudia de 7:00 a.m. a 3:00 p.m., mi esposo -Mario Ríos- y yo laboramos. Entonces de noche podemos compartir juntos, nuestro hijo se integra, conoce amigos, ocupa la mente en cosas positivas y luego tiene un mejor descanso”.
La mujer de cabello negro azabache, de candongas grandes que hacen juego con la cadena plateada que cuelga en su cuello, relata que desde hace un año, cuando el menor empezó a practicar esta modalidad, Matías ha tenido cambios positivos: “es más responsable y comprometido, sabe que debe cumplir con sus distintas tareas para que pueda estar aquí haciendo lo que más le gusta. Todo eso se ve reflejado en los resultados en el colegio, en sus notas, en estar alejado de los videojuegos, el televisor, el celular y botar la pereza”.
Asegura que poco a poco Medellín se tiene que ir convirtiendo en una ciudad que no duerme, en la que predomine la paz y sana convivencia, y que la actividad atlética es un mecanismo para lograrlo, pues si hay una oferta extendida, seguro habrá más gente que ocupe estos espacios, los valore y se tenga mayor crecimiento en cuanto a cultura deportiva.
Como en las albercas, en la toda la unidad deportiva que es considerada meca del movimiento físico en Medellín, es imposible no respirar actividad física. “Es una cosa loca, maravillosa”, se despide la mujer, mientras espera que Matías salga de la piscina para emprender el retorno a su hogar. Claro está, no sin antes recorrer otros espacios en los que también hay gran movimiento y así, aunque sea por unos instantes, antes de que apaguen las luces, seguir deleitando la vista, un gusto que hace olvidar cualquier tormenta por dura que sea.
1978
fue el año en que la unidad albergó los Centroamericanos y del Caribe.
2010
año en el que este escenario deportivo albergó los Juegos Suramericanos.
2011
Medellín fue sede del Mundial sub-20, por ello se remodeló el estadio Atanasio Girardot.