Hace cinco años, Alejandro Atehortúa, padre de Gabriel, no daba nada por ver a su hijo figurando en el ecuestre nacional e internacional. Poco le interesaba a este niño destacarse sobre la monta de un caballo.
Pero de un momento a otro reventó su vena ecuestre, que viene de su madre, Candy Spoor y se lanzó a la pista con un mayor arrojo, y lo que más destacan sus técnicos, con cabeza fría para montar y conducir.
Y su nivel ha subido tanto que fue campeón en el Concurso de Guaimaral, con la presencia de jinetes de más de once naciones. Pero su punto más alto lo alcanzó, a principios de este mes, al lograr cupo en la Selección infantil de Colombia que estará en la Copa de Naciones en Wellington, E.U.
A sus once años, se dará el lujo de ser el único antioqueño que estará en esta categoría en el segundo evento más importante que se hace en Florida. En su división lo acompañarán Catalina Amaya, Mateo Casas, Isabela Lemos y Antonio Zaccour.
Su vida, que hace unos cinco años giraba más en el estudio, a pesar de montar a caballo desde los 2, ahora es diferente. De lunes a viernes está dedicado al estudio pues cursa quinto año en el colegio San José de La Salle de Medellín y de viernes a domingo, puro entrenamiento y competencia en Bogotá, ciudad a la cual se traslada todos los fines de semana, para estar a órdenes de su entrenador Juan Clavijo.
Gabriel comenzó sus prácticas en el Club Equus, siguió en La María y ahora monta en Bogotá bajo el registro del Club Campestre Llanogrande, a donde lo trasladó su padre, para darle más competencia.
“En Medellín, solo podemos entrenar en dos clubes, mientras en Bogotá son muchos más y la competencia es constante, lo que le permite subir de nivel”, señala Alejandro.
El jinete, que goza de doble nacionalidad, porque nació en Holanda, país de origen de su madre, pero al año se vino para Medellín, está para saltar, por su edad, 11 años, alturas hasta de 90 centímetros. Pero hoy lo hace en 1.25 y 1.30 metros.
El viernes su caballo Potosí fue enviado a Wellington. Mañana viaja él con sus padres y el entrenador. La consigna es “saltar los 1.30 con cero faltas”, como lo recalca su madre.
