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El eco de los gritos de alegría o frustración en el complejo Flushing Meadows es, desde ayer, el único ambiente que envuelve a los tenistas que disputan el US Open, sometido al modelo de burbuja para poder ser el primer Grand Slam en medio de la pandemia, y el segundo de 2020 tras el Australian Open.
La ausencia de público, por primera vez, no será la única que se sentirá en el torneo neoyorquino. Los vigentes campeones, Rafael Nadal y Bianca Andreescu, además de la número uno del ranquin WTA, Ashleigh Barry, son solo algunas de las figuras que renunciaron al certamen pese a los estrictos protocolos de bioseguridad establecidos por la organización. Tampoco estará Roger Federer, que se recupera de una lesión.
No obstante, otras estrellas como Novak DjoKovic, Serena Williams y los colombianos Juan Sebastián Cabal y Robert Farah, entraron a la rigurosa burbuja para volver a competencia.
Dos hoteles sede, restricciones para moverse a lugares diferentes a Flushing Meadows y su alojamiento (si incumplen pueden ser expulsados), pruebas rápidas, controles de temperatura, distanciamiento social y uso de tapabocas, son algunas medidas.
“No hay lugar más seguro en el mundo ahora mismo. Quizá si te encierras en una cueva, o estás en medio del mar, no sé. En cualquier caso esto es muy seguro, estamos en una burbuja”, comentó Dominic Thiem, tenista número 3 del mundo.
Pese a todo esto, la organización ya reportó el primer caso de contagio de un jugador que ya fue retirado del evento.
Aunque se percibe una atmósfera “bastante triste”, como lo describió Andy Murray, el US Open se apresta a ser el escenario para que el tenis, con restricciones y ausencias, vuelva a mostrar su mejor versión.