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El Guanábano, 25 años de bohemia creativa en Medellín

  • El Guanábano, uno de los bares más tradicionales del centro de la ciudad. FOTO ARCHIVO
    El Guanábano, uno de los bares más tradicionales del centro de la ciudad. FOTO ARCHIVO
  • Una audición de baladas en El Guanábano. La fiesta de música de plancha se ha convertido en uno de los eventos con mayor convocatoria del bar. FOTO CORESÍA
    Una audición de baladas en El Guanábano. La fiesta de música de plancha se ha convertido en uno de los eventos con mayor convocatoria del bar. FOTO CORESÍA
  • El parque del Periodista, punto de reunión de diferentes “tribus urbanas”. Parte de la fachada de El Guanábano se aprecia a la izquierda. FOTO HAROLD SMITH
    El parque del Periodista, punto de reunión de diferentes “tribus urbanas”. Parte de la fachada de El Guanábano se aprecia a la izquierda. FOTO HAROLD SMITH
  • La celebración de los 50 años de los Rolling Stones, una banda de culto en El Guanábano. FOTO CORTESÍA
    La celebración de los 50 años de los Rolling Stones, una banda de culto en El Guanábano. FOTO CORTESÍA
17 de abril de 2015
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El bar El Guanábano, un escenario que durante años se ha identificado con la rumba y la bohemia en el corazón de la ciudad, está de celebración. Este viernes 17 de abril llegó a su primer cuarto de siglo, una efemérides que pocas veces se puede contar en este tipo de negocios.

A la celebración asistió gente de todas las épocas, de las varias generaciones que a través de los años convirtieron este establecimiento en uno de los sitios más emblemáticos del centro de Medellín.

Ellos llegaron convocados por el recuerdo de amigos, conversaciones y música que no se encuentran en otro lugar.

Algunos arribaron por primera vez, atraídos por el voz a voz, ya fuera de palabra o el que se regó a través de las redes sociales. Cumplir 25 años abierto al público es una muy buena razón para conocer un lugar que llama la atención por su fama como referente de la Medellín noctámbula, que atrae a un público variopinto, pero con una intención común: llegar a un lugar en el que se pueda conversar de la vida, disfrutar de la noche y descansar del ritmo frenético de la ciudad.

El bar, ubicado en el parque del Periodista, en Girardot con Maracaibo, abrió sus puertas, como todos los días, excepto los lunes festivos, a las 5:00 de la tarde, en una jornada que se extendería hasta la 1:30 de la mañana del sábado.

Las últimas horas fueron algo atareadas para su dueña, Gloria Irene Uribe, la cantinera que ha construido con sus clientes, sin quererlo, una red de amigos de varias generaciones, que tienen a su bar como sitio obligado de reunión.

Un tema de conversación de la noche fue responder a la pregunta de ¿Cómo es posible que un bar pequeño, ubicado en una zona tan estigmatizada como el parque del Periodista, que sufre la presión del microtráfico y el consumo de drogas, permanezca vigente por tanto tiempo?

La respuesta la ofrecen sus visitantes, sus clientes de muchos años, personas que compartieron su juventud como habitantes del centro de Medellín hace 25 años y quienes lo hicieron el mes pasado, que coinciden en señalar que el lugar mantiene la magia de ser un espacio único para el diálogo entre amigos, al calor de unos buenos tragos, un bar que sirve como una válvula de escape para recargar la vida y darle un respiro a un parque aquejado de las típicas problemáticas de una ciudad.

Sus orígenes

Por lo general en todas la ciudades existen sitios que por tradición, por vocación o circulación de personas o de personajes, se convierten en lugares icónicos. El Guanábano lo es en Medellín.

Este viernes se celebró lo que empezó el martes 17 de abril de 1990, cuando un grupo de cinco amigos (Jose Ignacio Mesa, Francisco Guillermo Trujillo “Trujo”, Luis Fernando “El mono” Upegui, Jhon Jaramillo y Gloria Irene Uribe) tomaron la decisión de abrir un sitio que les permitiera disfrutar de sus parrandas sin correr el riesgo de que “los echaran” a la calle. Sin embargo, con los años, el lugar alcanzó otra trascendencia.

Diana Caballero Bolívar, una arquitecta barranquillera que suma cerca de dos décadas como cliente de El Guanábano, recuerda que la apertura del sitio coincidió con la aciaga época que marcó la violencia del narcotráfico en la década de los 80 y principios de los 90, cuando el miedo restringía la salida de los jóvenes a los sitios públicos. El lugar fue apropiado por “una disidencia de esa juventud que se resistía a encerrarse”, destacó.

Carlos Patiño Millán, poeta, exdirector de la Emisora Cultural Universidad de Antioquia y profesor de la Universidad del Valle, que también asistió a esos primeros años del bar, recuerda que “cuando iba se encontraba con que era un lugar para conversar, para encontrarse, para discutir, para descansar, para reflexionar, para escuchar muy buena música y tomarse unas cervezas o un trago”, en medio de una época compleja dominada por el miedo.

Habitar la ciudad

Cuando surge el Guanábano, el centro de Medellín era un sector relativamente marginal que sufría los últimos embates de las bandas delincuenciales y del narcotráfico que azotaron a Medellín de manera muy protagónica en esa época.

Un centro desvencijado, con poca seguridad, poca iluminación, comenzó a recibir personas que asistían al bar y a enamorarse de ese espacio asumiendo su marginalidad frente a espacios que empezaban a surgir en la ciudad, como Carlos E Restrepo, Suramericana, Laureles o El Poblado, sitios de encuentro de personas con perfiles o estratos socioeconómicos diferentes.

En El Guanábano, “yo nunca me sentía un cliente como tal, sino como una persona que hacía parte de una generación, que realmente eran como varias, que estaba proponiendo cosas en Medellín, en una época muy complicada, saliendo de la pesadilla del narcotráfico y abriéndose a espacios de reflexión sobre lo que esa pesadilla significaba”, describe Patiño.

La bohemia

En El Guanábano la ejercen cada noche, desde hace varias generaciones. Una bohemia entendida como conversación amigable entre amigos al calor de unas copas y de una canción de rock.

Más que un bar, El Guanábano es un lugar de encuentro para la literatura, la academia, la música, el teatro, el cine. “Con todo y estar ubicado en una zona de tolerancia, como es el parque del Periodista, quiérase o no, El Guanábano está completamente ligado a las ideas, al conocimiento, a todo lo que trae la bohemia expresada en conversaciones y tertulias infinitas”, contempla Santiago Arango, director de Haga la U y gestor cultural, que realiza audiciones en el bar desde el año 2003.

La resistencia

Después de 25 años, El Guanábano representa un espacio de resistencia contracultural enclavado en pleno corazón de la ciudad. Día a día acoge unas dinámicas, unas conversaciones, unos imaginarios que no aparecen en toda la ciudad.

Que El Guanábano permanezca en el Parque del periodista y mantenga esa vigencia en un lugar en donde lo que importa y lo que realmente convoca es la conversación, tiene un gran valor, porque esa resistencia contracultural nace es a partir de la conversación. Es un punto de encuentro y un punto de convergencia de muchos discursos.

Ahí radica uno de sus valores principales y todo se asienta es en la palabra, sentencia el poeta Patiño. No hay ninguna otra actividad del Guanábano que llame tanto la atención. La música, las esporádicas exposiciones que se hacen o las fiestas que se realizan, ambientan el encuentro de las personas que se citan allí para conversar y comentar lo que pasa en la vida de una ciudad tan vital como la nuestra.

La música y su diversidad

Si bien el rock y los sonidos alternativos han marcado su historia, en ocasiones se pueden escuchar otros géneros, gracias a que sus visitantes demuestran una actitud abierta para recibir sorpresas en la programación musical.

Es un bar en el que, sin mayor esfuerzo, suena diferentes ritmos , dice Juan Fernando Trujillo, quien ha realizado audiciones de blues o música brasileña, un aspecto que hace al bar diferente. Incluso, desde hace tres años, allí se realiza una fiesta de baladas, de música de plancha, que se ha convertido en la más importante del Guanábano hoy en día.

Desde el más rockero, hasta el salsómano, pasando por quienes cantan a Sandro y a Leonardo Fabio, experiencias que para muchos se creían imposibles, acota Diana Caballero. En días cotidianos la música también es variada. Si bien su destino original era el rock, en El Guanábano “suena divinamente Joaquín Sabina, Sistema Solar y luego cualquier otra banda de rock”, agrega.

Diana reitera que distintas generaciones conforman el público de El Guanábano: “Son personas de distintas edades las que frecuentan el bar. Tengo amigos conocidos allí de 25 años y de 56 años”. Aunque los años desaparecen dentro de esta suerte de cápsula del tiempo, donde por la diversidad de su público prevalece un espíritu juvenil.

La fiesta sigue

Llegar a 25 años es un acontecimiento que Gloria Irene Uribe, más conocida por sus amigos como “La Mona Uribe”, no se lo quiere creer, porque no le gusta que su bar sea un sitio muy publicitado, prefiere que conserve cierta intimidad. Ella es la última que queda de los cinco fundadores, de los cuales unos murieron y otro dirige los destinos de otro bar en la misma zona.

El Guanábano se ha ido transformando con el tiempo. “Yo tengo una frase que digo a quien me pregunta y es que ‘yo voy allá como a saludar a las tías’, porque soy amiga de la cantinera y de las meseras. Voy a saludarlas y a encontrarme con gente que ya son un grupo de conocidos. Un sitio que se ha vuelto a familiar. Es un sitio para el diálogo y la bohemia creativa”, concluye Diana Caballero sobre el bar que tiempo atrás, cuando llegó a Medellín, le quitó el miedo que sentía por la ciudad.

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