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Llegó al mundo de la ropa de segunda mano por simple casualidad. Después de varias horas haciendo scroll en Instagram y ver muchos perfiles que venden este tipo de prendas, Juliana Paniagua se interesó por visitar estos lugares donde para algunas personas, como ella, no venden ropa, sino tesoros. Y eso era lo que buscaba: prendas con historia que le aportan personalidad a su armario.
La primera razón que encontró Juliana para ponerse ropa usada fue por puro gusto. Ya con el tiempo, se dio cuenta que comprar este tipo de prendas influye en sus atuendos y hábitos de consumo. Se convirtió prácticamente en un estilo de vida, entonces encontró más bien una ventaja.
Paniagua explica que existen varias formas de adquirir ropa usada: desde las herencias de las mamás, tías y abuelas, hasta las tiendas especializadas en ropa de segunda donde hay de todo tipo y a diferentes precios. También está la opción a través de las redes sociales: “Estas son muy buenas porque por lo general pasan por un proceso de curaduría y limpieza en la mayoría de los casos, y normalmente al comprarles se está apoyando directamente emprendimientos de mujeres jóvenes”, dice.
A propósito, en Envigado (Carrera 43A 38A Sur 14) hay una tienda de ropa de segunda llamada La Retro. Daniela Escobar Gaviria es una de las copropietarias de este emprendimiento que nació hace tres años en formato digital (redes sociales) y que ahora tiene su propia tienda física.
“He sentido que la gente se acerca movida por el tema de la sostenibilidad, en una búsqueda de alternativas de consumo a través del reúso de prendas de vestir, y por otro lado está la autenticidad o exclusividad, llegan personas que buscan algo distinto a lo que ofrecen las grandes marcas de ropa nueva”.
En este lugar se encuentran prendas de los años 80 y 90, que fueron seleccionadas y posteriormente pasaron por un proceso de lavado y desinfección. “Fueron confeccionadas en otra época y tienen una muy buena calidad”, dice Daniela. En La Retro, por ejemplo, se puede comprar una pinta completa (pantalón y camisa) por menos de 100.000 pesos. También hay chaquetas vintage de marcas reconocidas que en el mercado pueden superar los 300.000 pesos, pero que aquí cuestan 60.000 pesos.
Ver más allá
Juliana dice que para animarse a comprar ropa usada, así como ella lo hace, lo primero es dejar de ver este tipo de prendas como “algo sucio o con malas energías”, porque es ropa que suele estar, en la mayoría de los casos, en buenas condiciones.
“Quienes se preocupan por los precios, hay de todos los rangos o se pueden hacer trueques con amigas y ventas de garaje. Lo importante es tener en cuenta el impacto que tiene jugar a lo que nos propone el fast fashion de acumular y desechar ropa desechable, renunciar a eso y pensar formas alternativas de construir una colección de ropa con elementos que existen y que están esperando encontrar a alguien que los use como se merecen”, dice Paniagua.
La comunicadora de moda Diana Lunareja explica que este fenómeno de comprar ropa de segunda no era tan popular hace diez años, por lo menos en Latinoamérica, y más bien era algo de nicho entre las personas del mundo artístico y creativo que sabían dónde buscar, pese a las pocas opciones a nivel de oferta.
“Lo que ha ido sucediendo tiene que ver con la desvalorización del producto de moda, es decir, que el producto de moda ha perdido mucho valor desde la idea de tener objetos costosos que van a tener un uso efímero porque aparecen nuevas tendencias para hacer una renovación estética constante”, explica Diana.
En otras palabras, la moda de segunda ofrece la alternativa de comprar un producto que no está muy desgastado porque la persona que lo tuvo antes no lo llevó a un uso frecuente: es una prenda que en apariencia está perfecta para usar y en costo es mucho menor, lo cual permite renovar la imagen sin tanta inversión.
“Un punto muy positivo es el reconocimiento de que una prenda no tiene que depender de la novedad ni de la tendencia reciente para ser valiosa”. Un ejemplo de esto es la ropa de los años 2000, en la actualidad se puede encontrar prendas de segunda que son relevantes: camisas leñadoras, jeans descaderados, prendas tejidas, ropa con mariposas y el animal print.
Para muchas personas, según la experta, vestir de esta manera en algunos casos está acompañado de un discurso de sostenibilidad porque sienten que le están dando una segunda vida a las prendas. Ante esto, Diana dice: “La única forma en la que uno realmente ayuda a que haya menos contaminación es extendiendo la vida útil de la ropa que ya tiene en el closet, utilizarla al máximo, hacer que dure bastante para evitar que se genere ese desecho extra”.
Por su parte, la consultora de moda Martha Calad dice que, ante los excesos de prendas que se van desechando y se convierten en un problema de sostenibilidad, es muy válido que la gente esté usando ropa de segunda.
“Esto hace parte de una consciencia de la gente, pero también como parte del estilo de una persona que logra hacer unas mezclas muy particulares con prendas que pueden estar o no de moda, se logran unos looks especiales y vanguardistas”.
También señala que esta tendencia comenzó como una manera de rescatar prendas de diseñadores reconocidos en Europa, eran vendidas por las personas que en su momento las compraron y después las dejaron de usar. Se reunían en espacios organizados exclusivamente para este fin. Uno de los países pioneros en esta forma de comercializar ropa usada fue Alemania. “Era una forma de no dejar de resaltar ese valor que tenían estas prendas de los grandes diseñadores”.
¿Es el futuro de la moda?
Diana Lunareja dice que en los próximos años la moda de segunda posiblemente se popularice más debido a que en la actualidad se está tecnificando la venta de este segmento, están apareciendo más plataformas (sobre todo digitales) en las que las personas pueden comprar y vender.
“El consumidor se está volviendo revendedor y esto hace que aumente la rotación de este tipo de productos y la idea de las personas de pensar que tienen que renovar su apariencia y cambiar la ropa de su closet”.
Por otro lado, Calad dice que detrás de todo hay algo muy importante: son prendas con un alto valor, no solo es económico, sino también en cuanto a diseño, materiales o siluetas especiales que “no se quieren dejar perder si la prenda está en buen estado y alguien más la puede seguir usando y resaltando”.
Esta tendencia de ponerse ropa usada es el resultado de una mayor consciencia frente a la sostenible, pero también es el reflejo de nuevos estilos de vida, como el que adoptó Juliana y promueve Daniela con su emprendimiento.