“El director general de la OIT, Juan Somavia, estima que el número de desempleados en el mundo (190 millones en 2008) podría incrementarse en 51 millones más a lo largo de 2009. Y recuerda que los trabajadores pobres (que ganan apenas dos euros diarios, o sea 6.000 pesos colombianos) serán 1.400 millones, o sea, el 45% de la población activa mundial…Esta brutal explosión del desempleo provoca naturalmente el retorno del nacionalismo económico…”.
(Ignacio Ramonet: “La explosión del desempleo”, Le Monde Diplomatique -versión en español-, mes de marzo de 2009, página 11).
El anterior es el contexto en el cual se está desarrollando la quincuagésima Asamblea del BID en Medellín y, a su manera, anuncia las grandes dificultades por las que atravesarán las economías mundiales y latinoamericanas en este año 2009, sin que existan posibilidades reales y válidas de que Colombia no sea tocada por dicha crisis financiera y de sobreproducción del capitalismo del siglo XXI, y que paradójicamente recuerda nuevamente al economista de origen británico John Maynard Keynes, que al principio de los años 20 fue un resuelto partidario del librecambio, pero a partir de 1933 lo fue del proteccionismo, ideólogo de la tesis de que en las grandes crisis económicas, era el Estado el único capaz de minimizar sus nocivos efectos sobre el desempleo y la pauperización de los estratos bajos y medios, que es lo que hoy está sucediendo en el mundo entero, ya que la globalización de la economía y la política neoliberal extrema, produjo las bases para la actual crisis recesiva mundial.
Desde Alemania hasta China, desde India hasta Estados Unidos, desde Rusia hasta Argentina, pasando por Japón, Francia, Brasil e Indonesia, cada gobierno está tomando medidas proteccionistas, para buscar paliar un poco la debacle de la economía nacional y sus nefastos efectos sobre el empleo, que podría implicar grandes levantamientos sociales en el mundo entero, en razón al aumento del hambre, el desempleo y la miseria. Pero además es la inversión pública (según receta diseñada por Keynes para atenuar la gran depresión de los años 30); receta que funcionó muy bien y permitió que luego de esta gran depresión económica en la USA, le permitiera su recuperación y ser el gran aliado de Europa en LA II guerra contra Alemania y Japón, diseñar el famoso Plan Marshall para la reconstrucción de la Europa devastada por la guerra y constituir el gran bloque occidental, para oponerse a la URSS, en lo que se conoció como la guerra fría o mundo bipolar.
Las medidas proteccionistas que se están implementando en el mundo entero van desde limitar la inversión extranjera en asuntos estratégicos nacionales (Alemania, China, Francia, Rusia), hasta el aumento de los derechos de aduana (Estados Unidos, India, Indonesia y Rusia) o licencias de importaciones (Brasil, Indonesia) y es claro que la finalidad de dichas medidas proteccionistas son las de proteger la producción nacional y evitar la “deslocalización” de ésta, para lograr mantener los mínimos niveles de empleo en cada Estado Nacional. La USA ha dado el gran paso, al establecer en sus nacionalizaciones y ayudas al capital privado, la cláusula de “Buy American” de preferencia nacional, que aunque no se oficializó en el Congreso, de hecho se aplicó para la ayuda a los llamados “tres grandes” conglomerados automotrices con sede en la propia USA, que no en las sedes de otras ciudades del mundo, con el fin de evitar el desempleo en el país, privilegiando el empleo nacional sobre el empleo en otras regiones, lo cual es una clásica medida proteccionista en el país del otrora modelo de la globalización y el librecambio (iniciado en la era de Ronald Reagan, año 1980).
La actual coyuntura recesiva, nos muestra entonces una combinación de clásicas medidas proteccionistas, con un uso de la intervención del Estado, para generar inversión pública que logre parar en parte el aumento del desempleo a través de grandes obras públicas. El Estado, tan desprestigiado y vilipendiado en el modelo global neoliberal y librecambista, hoy se redignifica y vuelve a ocupar su rol social de regulador e inversor, en los tiempos en que nuevamente reaparece el viejo eslogan de que “las pérdidas se socializan, pero las ganancias se privatizan”, muy similar a la famosa frase del ex consejero presidencial Fabio Echeverri Correa, cuando siendo presidente de la ANDI, acuñó su “el país va mal, pero la economía va bien”, frase que hoy resuena ante la crisis recesiva mundial, en la cual los capitales privados recurren al Estado y buscan de cualquier manera salvar sus intereses, a costa del trabajador, obligándolo a deponer sus derechos laborales y prestacionales, lo que se conoce como “la deflación salarial”, en la cual el empleador traslada al trabajador gran parte de las prestaciones sociales que antes eran su responsabilidad social; en estos tiempos de crisis recesiva mundial, el capital atenúa sus pérdidas, en parte abusando del trabajador, contratando por servicios, sin horarios fijos pero que son más de 8 horas, incluyendo sábados y trasladando parte de la seguridad social hacia éste, lo que obliga a un creciente endeudamiento de los trabajadores, que fue por ejemplo lo que explotó con la burbuja financiera e inmobiliaria en los EE. UU., ya que “no resulta sorprendente que el endeudamiento de los hogares estadounidenses haya explotado: en 1998 representaba el 63% del PIB de los Estados Unidos; en 2007 el 100% (Le Monde Diplomatique, en español, marzo de 2009).
En estas condiciones de contexto se realiza la 50 Asamblea del BID y es dudoso que se logre una significativa capitalización de él, ya que los países que más capital tienen en el BID y que son en su orden: EE. UU, 30%; Europa, Corea del Sur e Israel,11%; Japón, 5% y Canadá el 4%, viven a su manera la gran crisis financiera y difícilmente aportarán una gran capitalización al BID, ya que tienen como prioridad sus propias realidades nacionales y el reto de inversión en sus propios territorios y que, obvio, es también nuestra prioridad y en esta cumbre del BID a ello ha apostado nuestro gobierno, ojalá con frutos esperados, algo difícil, pero que solo sabremos de su éxito en los próximos días, no sin recordar el viejo principio de que “los pueblos consumidores (terminan pereciendo siempre) frente a los pueblos manufactureros”…