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A Vélez de Piedrahíta

03 de octubre de 2008
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Apreciada y leída doña Rocío, ya existe poca gente que se guía por el sol y prefiere quedarse quieta para ver qué otra cosa sale.

Estamos perdiendo la memoria y no nos vemos como fruto del pasado sino como productos aparecidos por generación espontánea, igual que ciertas bacterias que aparecen de improviso y a las que hay que catalogar de virus porque nadie sabe qué diablos son.

El pasado, como bien sabe, es lo que nos permite tener una noción del futuro y una certidumbre del presente. Somos lo que nos hemos construido, esto que se llama las circunstancias. Y no hay manera de escapar de ello así se haga todo lo posible por maquillar o tratar de olvidar con ejercicios espirituales.

La historia es la piel que llevamos, que envuelve eso que somos y, así se niegue, se requiere para estar vivos. Claro que esto se admite poco.

Hace unos días, usted publicó un libro muy hermoso: Los que se van y no vuelven, una mezcla de historia y literatura que se lee como si se estuviera viendo una película. Y en ese libro, muy suyo y por ello con cierta alegría y un lenguaje muy limpio, usted se preocupa por quienes nos han conformado de una u otra manera. O sea que cumple con el mandamiento de honrar los orígenes y la necesidad de hacerse a una identidad para no andar como parias por la tierra.

La historia que narra su libro, la de alguien que atraviesa el estrecho de Bering hasta convertirse miles de años después en un antioqueño, tiene el encanto de la curiosidad y de la contemplación: el asombro.

Doña Rocío Vélez de Piedrahíta, en un país de historias trocadas o de negación de lo que pasa, de deformaciones de términos que llevan a cambios de situación, su libro es una de esas muestras de dignidad, que si bien escasean, todavía subsisten como los hongos rojos de los bosques sin contaminar. Esto alegra el corazón.

Y más alegría produce que usted se haya embarcado en semejante proyecto, que requirió de investigación de campo y de fuentes primarias y secundarias, en tiempos donde el facilismo se legitima con el cuento de que no hay tiempo ni medios.

Su trabajo es un golpe a la mediocridad, a la mendacidad de lo light y a tanto papel que se usa para contaminar. De su libro me gusta lo que se lee y la honestidad que presenta. Algo raro.

Rocío Vélez de Piedrahíta, escritora antioqueña. Vital, alegre y con chispa. Lo que más gusta de ella es la niña traviesa que lleva dentro, cosa de no creer en este país donde hay tantos jóvenes ancianos sin más proyecto que ser veletas.

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