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Amor en borrador

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06 de noviembre de 2010
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Trigésimo segundo

domingo ordinario

"Unos saduceos le preguntaron a Jesús: Una mujer se casó sucesivamente con siete hermanos. ¿Cuando llegue la resurrección de cuál de todos será mujer?" San Lucas, cap. 20.

Las discusiones bizantinas son aquellas que no conducen a nada constructivo ni práctico. Por ejemplo, cuando se pretende averiguar el sexo de los ángeles. Ellos, que no poseen cuerpo, tampoco han de tener sexualidad.

De otra parte, entendemos que la sexualidad humana es un maravilloso instrumento de comunicación para el amor. Amor que se realiza, no sólo en un nivel biológico, sino que conduce también a la comunión en otras dimensiones.

En el Antiguo Testamento, aun después de la llegada de los griegos al territorio palestino, los judíos y el pueblo identificaban la felicidad con la abundancia de hijos y de bienes materiales. No imaginaban otra vida después de la presente.

Sobre esto hicieron escuela los discípulos de Sadoc, un sumo sacerdote, contemporáneo de Salomón. Estos saduceos, habiendo oído algunas enseñanzas de Cristo, quisieron interrogarlo sobre la resurrección. "Maestro -le dicen-, Moisés ordenó que si una viuda ha quedado sin hijos, ha de casarse con su cuñado, para darle al finado descendencia. Sucedió que una mujer, al quedar viuda, se desposó con el hermano de su marido. Pero este también murió y ella se casó sucesivamente con los demás hermanos, hasta contar siete matrimonios. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de todos ellos será esposa?"

El Señor escuchó atentamente. Y cuando los saduceos esperaban que optara por defender el derecho del primero, o quizás del último marido, les respondió de forma desconcertante: "En esta vida los hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección, no se casarán".

El Maestro explicaba que nuestros amores de esta tierra son apenas ensayo y prólogo de otros más excelentes, que viviremos más allá de la muerte. Son amores solamente en borrador. En un proceso semejante al del gusano que se transforma en oruga, para luego cambiarse en mariposa.

En seguida, Jesús afirma que sí habrá una vida futura. Y se apoya en aquella palabra de Moisés, quien ante la zarza que ardía sin consumirse, llama al Señor "Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob". Si estos son hombres muertos, no valdría relacionarnos con Yahvé.

Comprendemos entonces que esta vida y todos sus amores, han de lograr su plenitud en ese mañana de la resurrección. San Pablo escribía a los corintios: "El amor nunca muere... Cuando venga lo perfecto, desaparecerá lo imperfecto. Ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor. Pero el mayor de los tres es el amor".

Todo esto nos motiva para examinar y calificar nuestros amores. Calificar significa llenar de valores todas nuestras actitudes. Y san Pablo añadía: "El amor es paciente, es servicial. No es envidioso. No le gusta aparentar, ni se hace el importante. No actúa con bajeza, ni busca su propio interés. No se deja llevar por la ira, sino que olvida las ofensas y las perdona".

Si en nuestra vida de familia, aplicáramos esta enseñanza del Maestro, todos nuestros hogares serían comunidades de alegría y de paz. Si viviéramos el amor, bajo el signo de la resurrección de Cristo, de donde ha de brotar la nuestra, ya no estaríamos amando en borrador.

(Hace 30 años este domingo cayó el 9 de noviembre, fiesta de la Dedicación de la Basílica de Letrán. El comentario de Calixto versó sobre san Juan, Cap. 2.

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