Los antioqueños hemos creado una súper imagen de nosotros mismos. Somos los más trabajadores de Colombia, hábiles (¿habilidosos?) para los negocios, buenos comerciantes, "antioqueño no se vara".
Y es verdad que somos madrugadores y que nuestros mayores eran incansables y que tenemos herencia de cumplir la palabra.
Hemos descuajado bosques y montañas (¿ha sido tan bueno?) y una naturaleza difícil nos ha obligado a trabajar con más tesón. También se dice de nosotros y nos lo creemos, que somos solidarios.
La opinión del resto del país, sobre los paisas, se debate entre admiración y cierta antipatía.
Tenemos muchas cosas para mostrar y sin duda valores que nos son caros.
Pero, ¿qué le podemos decir al país cuando el cincuenta por ciento de los antioqueños vive en la pobreza?
¿Cómo sacamos pecho ante más de dos millones de paisas que no pueden satisfacer sus necesidades básicas?
¿Hemos sido buenos los gobernantes, si desde hace quince o veinte años estas cifras persisten?
Otra característica paisa es su rebeldía contra el centralismo bogotano.
Inclusive fue aquí donde se incubó el movimiento "Antioquia Federal". Y entonces qué le decimos al resto del departamento, cuando Medellín y su Área Metropolitana acaparan la inversión y ello se traduce en que el mejor índice de condiciones de vida (72.9 por ciento) se da en el Valle de Aburrá?
¿Qué nos pueden reclamar el Bajo Cauca y el Nordeste que tienen las mayores deficiencias? De por sí esta realidad es cruel y desdice de nuestra eficacia y cacareada superioridad. Hiere más aún saber que casi el cuatro por ciento de nuestros coterráneos viven en la miseria.
¿Podemos concebir qué es vivir en la miseria? ¿Nos lo podemos siquiera imaginar?
Son seres humanos disminuidos... y no viven en África o en Afganistán... no, viven en nuestra ciudad, en nuestros pueblos y en nuestros campos... son nuestros prójimos... ahí, los de más cerquita.
Acabamos de pasar por una experiencia maravillosa: la Asamblea del BID.
"Fuimos todos anfitriones" y los visitantes se quedaron gratamente impresionados de lo que les mostramos y demostramos.
Yo celebro este éxito de organización y de resultados. Por supuesto que nos sirve que nos hayan conocido y reconocido. Sacamos 10, como dijo el Alcalde.
Ya se acabó la fiesta... ahora estamos en la realidad. Ese cincuenta por ciento de antioqueños que viven en la pobreza y ese cuatro por ciento que soportan la miseria, tienen derecho a decirnos que ellos existen y no hicieron parte del jolgorio.
Qué bueno sería una solidaridad más auténtica, más profunda y más verdadera para que también fuera cierto eso de "Antioquia la Grande".
Pico y Placa Medellín
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