Después de una década particular para los políticos suramericanos, en la que disfrutaron de lunas de miel extensas con sus gobernados, los actuales presidentes del continente atraviesan una época de desastre. Los números de aprobación de los jefes del Ejecutivo desde Colombia hasta Argentina son de llanto y la desconexión con sus ciudadanos aumenta con los meses.
La simpatía que existió en distintos rincones continentales y con figuras tan disímiles como Álvaro Uribe, Hugo Chávez o Lula da Silva dejó de existir. Odiados o aplaudidos por sus compatriotas, estas figuras personalistas -y con frecuencia denominadas caudillistas- agitaron la política del continente. Sus sucesores, al intentar imitarlos, han caído en lo ridículo.
El caso colombiano es patético. Juan Manuel Santos, un camaleón político de todos los niveles parece un volador sin rumbo que comete error tras error al intentar quedar bien con Dios y el diablo. Su popularidad se arrastra por el suelo y el camino de leche y miel que suponía su reelección se transformó en una prueba contrarreloj en la que pierde impulso con el pasar de los minutos. No logra entender la dinámica electoral y mucho menos los deseos de la ciudadanía.
En Venezuela, ni hablar. La catastrófica herencia de Hugo Chávez fue recibida por un hombre simplemente inútil. Nicolás Maduro se ve diminuto en el traje de estadista. Una mayoría de ciudadanos se desborda en las calles para protestarle y él, ciego, desconocido, borracho de poder, sigue con la manida costumbre de culpar a la oligarquía y al imperio por su propia incapacidad.
Brasil, por su parte, se viste de gala mientras esconde sus desgracias. A tres semanas para que inicie el Mundial, las protestas aumentan considerablemente en Río de Janeiro y no hay esperanzas de que disminuyan. Por el contrario, en medio de los brotes de violencia y los anuncios del desangre económico que significó la organización del evento, un alto porcentaje de brasileños ve el torneo de fútbol como una desgracia comprada. Dilma Rousseff no logra controlar el caos.
El ciudadano de hoy está más capacitado para exigir lo que considera justo. Percibe con agudeza el engaño escondido bajo la parafernalia del poder, que a veces es incapacidad y otras, simple maldad.
Esta nueva realidad social, económica y política de Suramérica, exige nuevos líderes porque los actuales han fracasado.
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6