Carlos es una celebridad en su pueblo natal, Jardín: lo saludan por donde pasa y si saca la bicicleta aparece de inmediato un enjambre de niños que lo "atropellan" cariñosamente con admiración y preguntas.
Que de dónde son las banderas que decoran la cicla, que qué lleva en los morrales, que cómo hizo esa travesía que le dio ese hálito de superhombre.
Porque él, no solo sus ojos, también su rostro, refleja una felicidad infinita y una paz interior que se desborda. Aún sin llegar a casa, rodeado por el cariño de sus coterráneos y el amor de Marlen y Eduardo, sus padres, Carlos Eduardo Carvajal Ochoa vive una mezcla de sentimientos.
De un lado, siente la emoción del deber cumplido, de haber hecho realidad un sueño que, por demás, transformó su vida y la de muchos otros. Un sueño que lo llevó hace 523 días a emprender un emocionante y revelador viaje hacia el interior de Suramérica, donde a lo largo de 25 mil km dejó su alma a girones a su paso por ocho países.
De otro lado está la satisfacción de haber regado las semillas de un "sí se puede darle un giro a nuestras vidas en procura de un mejor mundo dónde vivir en forma sostenible, protegiendo los recursos naturales de nuestro planeta Tierra".
Confiesa que su proyecto Pedaleando Alma, abordo de su cicla Gaia, le permitió vivir instantes de poder desde el punto de vista físico, mental y espiritual; "pequeñas iluminaciones que me han hecho universal y que me permitieron descubrir las conexiones sutiles de la vida, en las que tú y yo y el todo somos lo mismo", explica emocionado.
El paladar de la tierra
Almorzó trucha, casi que un plato típico de su natal Jardín, en el suroeste antioqueño.
Sazonando los recuerdos con un sabor conocido, cierra los ojos y mira de manera introspectiva lo que significó esta travesía. Confiesa que lo más importante fue y es la familia. "Es lo único verdaderamente importante que uno tiene en la vida. Es la que en aquellos momentos de flaqueza me daba las fuerzas para afrontar los momentos más duros".
Y luego habla de los amigos, de aquellas personas que entraron en su vida y allí se alojaron "para siempre".
Maduro, tranquilo y con muchos planes, este ingeniero Mecánico que ahora se autodenomina "ingeniero de la vida", viene resuelto a compartir y multiplicar sus conocimientos.
"Nuestra generación está llamada a organizar la más sublime de las obras: trascender en espacio, tiempo y lugar en la construcción de una civilización humilde, responsable y respetuosa. Somos parte del hilo conductor de la Tierra y hacemos parte de todo lo que le sucede y le suceda. Hacemos parte de esta interconexión universal. Todo empieza por uno".
Pedaleando Alma se convertirá en una organización que promueva la Bicicultura y legitime el uso de la bicicleta. Además, promoverá la creación de la Asociación del Ciclista Urbano entre otras acciones, "para que los medellinenses tengamos una ciudad más amigable y humana".
Fueron precisamente estos proyectos los que le hicieron girar el manubrio para regresar a Colombia, desde Paraguay, sin terminar el recorrido inicial. Venezuela y Brasil serán los destinos de su próxima travesía para completar su periplo por Suramérica. Y más adelante la meta será recorrer China hasta llegar al Tibet.
La última etapa arranca hoy, desde Fredonia, cuando pedalee los últimos kilómetros acompañado de otros cien ciclistas que se sumarán en este trayecto final de un sueño que suma millas y días sobre dos ruedas.
Al final del día estará en su casa, en San Marcos (Envigado), planeando la ruta que seguirá en su próxima aventura montado en Gaia.
Pico y Placa Medellín
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