Mientras el mundo busca soluciones al calentamiento global, a la contaminación del aire y a la desaparición de las fuentes de agua, Colombia está destruyendo cada año al menos 120 mil hectáreas de bosque natural, uno de los pocos recursos que le quedan a la humanidad para contrarrestar el cambio climático y preservar la vida.
La cifra fue revelada por el Ministerio de Medioambiente y el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales. Es la primera vez que logramos conocer con alguna exactitud la magnitud de este desastre gracias a las imágenes de satélite tomadas a lo largo de 2013: en apenas 12 meses nuestro país perdió en selvas tropicales un área equivalente a la de Bogotá, un terreno casi igual al que ocuparían unas 242 mil canchas de fútbol.
El 57 por ciento de la tala de bosques se concentró en la Amazonia y el 22 por ciento en la región andina. En la costa del Pacífico, el departamento del Chocó ocupó el primer lugar con el 18 % de la deforestación. Le siguen en su orden Vichada con 11 %, Caquetá con 8 %, y Meta y Casanare con 7 %.
También se presentaron altos índices de deforestación en Arauca, la Guajira y Valle del Cauca con un 6 %; en Nariño con 5 %; en Cauca y Norte de Santander con 4 % y en Antioquía con un 3 %.
En nuestro departamento, las zonas de mayor deforestación están en los municipios de Segovia, Turbo, Ituango, Anorí y El Bagre, que han perdido entre el 45 y el 75 por ciento de sus bosques.
Otros focos de deforestación están en los departamentos de Santander y Norte de Santander, en la región del Magdalena Medio —entre Bolívar y Antioquia—y en la Cordillera Central, en los departamentos de Valle, Quindío y Risaralda.
Los expertos en medio ambiente dijeron que uno de los efectos más graves de la deforestación es la desconexión de los ecosistemas de las selvas de la Amazonia y la Cordillera Oriental. Esta afecta la reproducción de algunas especies animales trascendentales para el equilibrio ecológico. También limita la producción de agua y reduce el caudal de unos 20 grandes ríos que nacen en la cordillera y luego corren por los llanos y las selvas del Orinoco y el Amazonas. El fenómeno se hace cada día más evidente en la reserva de La Macarena, el parque nacional Tinigua y las sabanas del Yarí.
Las causas de la deforestación fueron atribuidas a la expansión de la frontera agrícola, la colonización, la construcción de carreteras, la construcción de infraestructura minera e hidroeléctrica, la exploración y explotación petrolera, el consumo de leña, los incendios forestales, y la producción de madera con fines comerciales.
Capítulo aparte merecen la minería, sobre todo en las selvas de Chocó, y en algunas zonas de Antioquia y Valle, y la siembra de cultivos ilícitos como la coca y la amapola. Se calcula que por cada hectárea de amapola cultivada se destruyen dos hectáreas y media de bosque y por cada hectárea de cultivo de coca se destruyen dos hectáreas de bosque.
Aun así, a Colombia le quedan todavía unos 59 millones de hectáreas de bosque natural. Pero el hombre sigue siendo su principal depredador. Una prueba dolorosa de esto son los incendios forestales provocados este año por delincuentes en los manglares del parque Isla Salamanca, en la costa Atlántica, para extraer carbón de leña y sacar de sus madrigueras a las tortugas y luego venderlas en el mercado negro.
Con nuestros bosques, Colombia también se comporta como un país esquizofrénico.
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