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¿Cuál es el límite?

  • ¿Cuál es el límite?
04 de mayo de 2011
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Si bien es cierto que nadie tiene la suficiente talla moral como para juzgar a quienes eufóricamente han celebrado la muerte de Osama Bin Laden, ni a aquellos que la lloran desconsoladamente, también lo es que las imágenes de la gente festejando alborozadamente, al mejor estilo carnavalesco, amén de molestas, tienen su toque sombrío y ameritan reflexión.

Que tan pronto como se conociera la noticia de la muerte, centenares de calles estadounidenses se hubiesen llenado de ciudadanos, celebrando espontáneamente con cantos y aplausos la desaparición del terrorista más odiado por Occidente, aunque muy llamativo por el exceso de júbilo, podía comprenderse como muestra de patriotismo y sed de justicia por los fatídicos hechos del 11 de septiembre de 2001.

Sin embargo tanto desparpajo, y que tan solo un par de horas después, fuera del negocio de las tradicionales banderitas y prendedores de tinte nacionalista, hubiera surgido el de la venta de las camisetas con el logo "Obama got Osama" y el monopatín con la cara de Osama y la leyenda "muerto", amén de otra cantidad de objetos (tangas, pocillos, ropa para mascotas, delantales, etc.), fue un espectáculo antipático, por decir lo menos, para quienes hubiésemos esperado una manifestación mesurada y solemne.

Además, cabe preguntarse ¿qué lógica manejan esas personas que salieron a festejar esa muerte, portando pancartas, silbatos, vuvuzelas y licor, como si se tratara de la celebración de un partido del Super Bowl? No fueron ellos mismos los que criticaron los videos que mostraron cómo, luego del atroz atentado de 2001, cientos de personas en Pakistán y Afganistán lo festejaron?

La muerte de cualquier terrorista y, en este caso particular la del líder de la tenebrosa y extremista red Al Qaeda, el hombre más buscado del mundo, siempre nos producirá una sensación de bienestar y tranquilidad, no solamente por pensar que con ellos desaparece el peligro, sino también, porque nos hace creer (aunque de manera errónea) que se hizo justicia.

No obstante, ese sentimiento pareciera que es mejor no compartirlo públicamente, pues esas delirantes manifestaciones lo único que hacen es estimular esas malsanas pasiones que llevamos dentro y dar paso a la justificación de otras muertes.

Además, perder el respeto por la vida nos iguala al asesino.

Ahora bien, si de todas maneras se va a celebrar, ¿cuál es el límite?

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