Los líderes iberoamericanos clausuraron ayer en Asunción su XXI Cumbre tras un debate sobre el papel del Estado en el contexto de crisis en el que el ecuatoriano Rafael Correa puso la nota discordante marchándose del plenario cuando le tocaba el turno de palabra al Banco Mundial.
Correa rehusó escuchar la exposición de la vicepresidenta para América Latina del BM, Pamela Cox, a quien dijo que debía empezar pidiendo "disculpas" por el daño que el neoliberalismo impuesto por el organismo ha hecho a América Latina y al planeta.
Sólo el presidente de Bolivia, Evo Morales, se sumó al discurso de Correa y pidió al BM resarcir a Latinoamérica, pero el anfitrión de la cumbre, el paraguayo Fernando Lugo, prefirió en la rueda de prensa final alabar la contribución que los organismos internacionales aportan a estas cumbres.
"No hay organismos perfectos ni procesos químicamente puros", dijo, para añadir que "el disenso enriquece la discusión" y agradecer las contribuciones de instituciones como la Cepal, la CAF o el BID, porque "son ingredientes que pueden aportar a la búsqueda de soluciones".
En la plenaria de la cumbre los discursos se centraron en advertencias sobre los peligros que la crisis internacional puede traer para América Latina a pesar de que la región ha respondido hasta ahora de manera exitosa a lo que el presidente peruano, Ollanta Humala, llamó "tormenta del norte".
Al comentar los resultados de la Cumbre, el ministro de Información de Paraguay, Augusto dos Santos, dijo que Iberoamérica ha mandado a las naciones industrializadas el mensaje de "que no compartan sólo las consecuencias de la crisis sino también el debate previo a la definición de las grandes estrategias económicas".
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