Pócimas, ungüentos y polvos mágicos de hasta 100.000 pesos son las curas que están ofreciendo los yerbateros del municipio de Remedios, ante la extraña aparición de un brote de leishmaniasis.
Y es raro el fenómeno porque esta enfermedad, generada por la picadura de un mosquito, es típica de las áreas rurales, donde azota por igual a los campesinos, pelotones y grupos armados ilegales; pero en esta localidad del Nordeste antioqueño, está atacando a la población del casco urbano.
La Secretaría de Salud ha documentado 13 casos positivos tan solo entre enero y febrero, no obstante, la cifra puede ser mayor porque no todos los pacientes acuden a la medicina del hombre blanco. En su reemplazo, buscan el auxilio de sobanderos y brujos.
Paola Echeverry Londoño, secretaria de Salud y Bienestar Social, señala que los barrios afectados son El Llano de Córdoba, Divino Niño y María Alegría, estos dos últimos en el corregimiento La Cruzada.
El Colombiano visitó esta zona y encontró a la ama de casa Olga Patricia Giraldo, de 23 años y madre de cuatro niños. Pálida, de sudor frío escurriéndole por el cuello, relata en un tono apenas audible que hace dos meses sintió la picadura, en su finca del sector La Esmeralda. “Primero salió un granito, después me fue haciendo una herida muy grande. Un señor me arregló unas pomadas, que no sé qué tenían, y no sirvieron. Entonces fui al médico y me dieron unas inyecciones que me tienen con fiebre, mareos y dolor de huesos”.
Como prueba de lo que dice, enseña tres llagas en sus pantorrillas y antebrazo izquierdo, que causan ardor en los ojos de tan solo verlas.
En el barrio Divino Niño, donde conversamos con ella, se abren las puertas de las casas y comienzan a desfilar vecinos agobiados por la enfermedad. Uno a uno muestran las cicatrices de este mal, llamado por ellos “pito”. “Aquí hay más de 20 enfermos”, dice Omaira Quintana, de 39 años.
Polvos mágicos
La leishmaniasis está definida por la ciencia como una enfermedad zoonótica (transmitida por animales), causada por un microbio (protozoo leishmania), el cual es inyectado a las personas por una especie de mosquito (flebotomo).
Las principales clases de leishmaniasis son la cutánea, caracterizada por las úlceras en la piel, que es la que se presenta en la localidad; y la visceral, que daña el hígado, la médula y otros órganos, y puede ser letal.
Por ser un municipio endémico, explica la secretaria Echeverry, Remedios es propenso a pestes como la malaria y todos los vectores. Sin embargo, la comunidad parece no estar totalmente enterada del asunto.
“Sentí la picada, vi el coloradito y luego me abrió la herida a los dos días. Me la estripé porque me decían que era un gusano, a ver si me salía”, cuenta Alba Lucy Fonnegra, de 43 años y contagiada hace un mes.
En el corregimiento La Cruzada, no todos saben que un zancudo transmite esta afección, aunque sí la tienen clasificada: “pito sonso”, como el que le dio al quinceañero Leandro Fonnegra, forma una sola llaga en el punto de la picadura; y “pito brincador”, que produce heridas en diferentes partes del cuerpo y tiene acongojada a Olga Patricia.
Malas condiciones
“Uno les paga a los señores de por aquí para que le arreglen una pomada, hasta 100.000 pesos. A mí me dieron un polvo negro, está hecho de ácido de batería, una rama llamada maruchenga y otras cosas. También sé que agarran una pila de esas del radio y la raspan, y echan de eso en el remedio”, cuenta Alba Lucy, mostrando la sustancia oscura en una bolsita de plástico.
Las vecinas coinciden en que prefieren a los yerbateros en vez de los médicos. Uno de los más consultados es apodado “Hormiga Negra”, famoso por la fabricación de este tipo de ungüentos.
“Uno brega a no ponerse inyecciones, porque duelen mucho”, manifiesta Alba Lucy, a quien no le funcionó el polvo negro y le recetaron 80 ampollas de glucantime.
Otra de las razones que tiene la comunidad del Divino Niño para evitar la medicina estatal, la expone Sandra Maryori Ramírez: “a mi abuelita Virgelina Ayala la cogió el ‘pito’, la hospitalizaron y se murió por una sobredosis de la droga. Me daría mucho miedo llevar a un hijo a que le pusieran eso”. Este caso ocurrió hace cinco años y aún genera resquemores.
La secretaria de Salud acota que los 13 pacientes diagnosticados son tratados con glucantime, previa valoración del laboratorio de la ESE Hospital San Vicente de Paúl. “Está claro que en esta zona, la gente tiende a creer en el yerbatero o los señores de las farmacias. Se conforman con ver que el ungüento les forma una costra, pero continúa el daño en la sangre”.
Además de las condiciones ambientales, en La Cruzada hay factores que facilitan la expansión del problema.
Muchas viviendas tienen patios o solares donde pululan los corrales y marraneras, los vertimientos de aguas negras en mangas y cañadas y un inadecuado manejo de los residuos sólidos.
“No hay pozo séptico y hace tres meses se dañó el carro de la basura y las bolsas quedaron acumuladas. Ahí empezó todo”, dice Sandra Maryori.
En septiembre y octubre pasados, un biólogo de la Alcaldía fumigó en La Cruzada. Sin embargo, no le permitieron el acceso a todos los hogares. “El veneno es un polvo blanco que dura dos o tres días, y muchas familias no querían esa incomodidad de estar moviendo sus cosas. Si se fumiga en unas casas, pero no en las aledañas, el vector persiste”, agrega Echeverry.
Para colmo de males, la comunidad teme hacer la limpieza de los desperdicios vertidos cerca a la quebrada, porque en esa manga han aparecido serpientes.
“Los antiguos dicen que hay un animal muy grande y venenoso en esa cañada. Ya hemos visto varios pichones de ‘equis’”, relata con aires de misterio Leopoldina Fonnegra, refiriéndose a una variedad de la culebra mapaná.
Aunque para la funcionaria Echeverry es inusual que se presenten tantos casos en tan poco tiempo, y en la zona urbana, asegura que “todavía no es un problema de salud pública y menos una epidemia. La situación está controlada”.
No obstante, el imaginario de la población y las condiciones ambientales amenazan con empeorar el fenómeno. Omaira, que fue de las últimas en llegar al Divino Niño a contar su historia, lleva tres meses con el “pito” y no ha querido ir donde el médico. Según dice, “a eso no le sirve nada”.
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