España, como se sabe, sufre desde hace varias décadas el terrorismo brutal de ETA (Euskadi Ta Askatasuna, "Patria Vasca y Libertad"). Aunque ciertos despachos internacionales de prensa aún la califiquen como "banda separatista", la realidad indica que es un feroz grupo de asesinos que hace años perdieron contacto con la realidad plural de su país para encerrarse en el más ciego fanatismo nacionalista.
También debe saberse que, a pesar del repudio generalizado que en España se siente contra los terroristas, en su tierra de origen, el País Vasco, aún gozan de ciertas simpatías por parte de grupos no tan minoritarios. Incluso han tenido acompañamiento político de la mano de partidos nacionalistas con representación parlamentaria (la llamada "izquierda abertzale"), que cambian de nombre cada vez que la justicia les pisa los talones y descubre sus entramados de complicidad criminal.
El pasado lunes, a instancias de partidos políticos de Euskadi (País Vasco), se reunió una "Conferencia Internacional de Paz", integrada, entre otros, por el líder del Sinn Fein y exmiembro del IRA, Gerry Adams; el ex secretario general de la ONU, Kofi Annan, y la exprimera ministra noruega, Gro Harlem. La finalidad: hacer "un llamado" inmediato a ETA para que "haga una declaración pública de cese definitivo de la actividad armada".
El comunicado final refleja el consenso internacional para el cese de las actividades violentas. No obstante, está redactado con tal sutileza y con tantas invocaciones al diálogo que en la misma España no ha caído bien del todo. Obviamente no podría haber sido un documento beligerante ni de choque, ya que hubiera alejado más la posibilidad de paz que abierto puertas. Pero incluye demandas que nadie pedía, como llamar a una "consulta ciudadana" o el concurso de Francia para acordar cesiones.
De por sí, "llamar a un cese definitivo de la actividad armada" es distinto de exigir una desmovilización y desintegración de la banda terrorista, como bien lo ha hecho notar el candidato y posible futuro presidente, Mariano Rajoy. Y hacer referencia a "la última confrontación armada en Europa" es darle un cariz de conflicto armado a un embate terrorista que no ha dejado sino muertos, heridos, fracturas sociales y políticas. En Colombia algo sabemos de las diferencias entre estos conceptos.
Y es en Colombia, precisamente, donde se puede tomar buena nota de la declaración de estas personalidades, que aunque puntual para la situación en España y el País Vasco, puede servir de término de referencia sobre la percepción que puede haber afuera sobre nuestras propias afugias con los terroristas de aquí.
Las invocaciones oídas en Euskadi nos suenan muy familiares. Un lenguaje amigo de la paz, apaciguador, pero también inclinado hacia las concesiones para quienes sólo han manifestado sus propuestas a través de las armas y los asesinatos. Y que pretende que el Estado no solo ceda, sino casi que claudique y premie a quienes intentaron su derribo por la vía violenta.
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