La fuente inmediata de la debacle de Washington fue el agudo giro a la derecha entre la clase política. En el pasado, Estados Unidos ocasionalmente ha sido descrito sarcásticamente (pero no erróneamente) como un Estado de un partido: el partido empresarial, con dos facciones llamadas demócratas y republicanos. Eso ya no es así. Estados Unidos sigue siendo un Estado de un partido, el partido empresarial. Pero sólo tiene una facción: los republicanos moderados, actualmente llamados nuevos demócratas.
Sigue habiendo una organización republicana, pero hace mucho abandonó cualquier pretensión de ser un partido parlamentario normal. Norman Ornstein, comentarista conservador, describe a los republicanos de hoy como "una insurgencia radical; ideológicamente extrema, desdeñosa de los hechos y del compromiso, menospreciante de la legitimidad de su oposición política": un peligro para la sociedad.
El partido marcha al servicio de los muy ricos y del sector corporativo. Puesto que los votos no pueden obtenerse con esa plataforma, el partido se ha visto forzado a movilizar sectores que resultan extremistas bajo estándares mundiales. La locura es la nueva norma entre los miembros del Tea Party y una multitud de gente más allá de la corriente principal.
El "establishment" republicano y sus patrocinadores empresariales esperaban utilizarlos como ariete en el ataque neoliberal contra la población; para privatizar, desregular y limitar al gobierno, conservando al mismo tiempo las partes que sirven a la riqueza y al poder, como el Ejército. El "establishment" republicano ha tenido cierto éxito, pero ahora ya no puede controlar su base.
En 1999, el analista político Samuel P. Huntington advirtió que para gran parte del mundo Estados Unidos se está "convirtiendo en la superpotencia truhán", siendo vista como "la principal amenaza externa para sus sociedades". Pocos meses después de haber iniciado el mandato de Bush, Robert Jervis, presidente de la Asociación Estadounidense de Ciencias Políticas, advirtió que "a los ojos de gran parte del mundo, de hecho, el principal Estado truhán actualmente es E.U.".
Los principios son válidos sólo si son universales. Las reacciones serían un poco diferentes, sobra decir, si las fuerzas especiales cubanas secuestraran en Miami al prominente terrorista Luis Posada Carriles y lo llevaran a Cuba para ser interrogado y enjuiciado de acuerdo con la ley cubana.
Cuando E.U. ganó su independencia, buscó unirse a la comunidad internacional de esos días. Por eso la Declaración de Independencia empieza expresando preocupación por el "decente respeto a las opiniones de la humanidad".
Convertirse en una nación digna de tratados, por tanto, confería múltiples ventajas: reconocimiento externo y libertad para actuar internamente sin interferencia. El poder hegemónico ofrece la oportunidad de convertirse en un Estado canalla, desafiando libremente el derecho y normas internacionales, enfrentando al mismo tiempo mayor resistencia en el exterior y contribuyendo a la decadencia propia vía heridas autoinfligidas.
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6