Si alguien quiere saber qué es el paraíso observe a un niño contemplando unas marionetas.
Su mirada se pierde en el infinito de felicidad. En el infinito de la felicidad, en la felicidad del infinito. En ellas, en las marionetas, encuentra él, el niño, la manera perfecta de soñar.
El mundo de las marionetas se le antoja, sin darse cuenta, la morada perfecta del corazón.
Como si lo inespacial e intemporal fueran la verdadera realidad. Lo inefable en su sentido de indecible.
Marioneta es títere, persona que se deja manejar dócilmente. Para el niño las marionetas están al vaivén de su mirada.
En ellas va y viene, sube y baja, entra y sale, se pierde en la lontananza que nunca ha podido aprisionar en sueños, el mundo de la ilusión, esa realidad que espera encontrar sin éxito ninguno al despertar. Al amanecer sólo aparece la nostalgia de lo que quiere ser.
Dios es una marioneta. Lo que parece un irrespeto, es la máxima expresión de acatamiento y devoción.
En ella, en la marioneta, caben todas las exageraciones de lo que anhela el corazón. Mi corazón está inquieto mientras no descanse en ti, decía el iluminado Agustín. Nada expresa mejor que la marioneta lo que significa Dios para la inquietud del corazón, que no se contenta con menos que infinito.
Hablar de Dios es hablar del amor, hablar del amor es hablar de Dios.
Hay personas que sienten a Dios en forma espontánea, y personas que sienten el amor de la misma manera. Les resulta familiar que el anhelo sintonice con Dios, que el corazón ame. Tan espontáneo como respirar para vivir.
El que ama, el místico sabe que amar a Dios es tan natural como respirar.
S. Juan de la Cruz es un ser privilegiado por saber las cosas simples con pasmosa claridad, como que Dios no desea sino ser marioneta del que vive en Él porque lo ama.
"Grande es el poder y la porfía del amor, pues al mismo Dios prenda y liga. Dichosa el alma que ama, pues tiene a Dios por prisionero, rendido a todo lo que ella quisiere. Porque tiene tal condición, que, si se le llevan por amor y por bien, le harán hacer cuanto quisieren, y si de otra manera, no hay hablarle ni poder con él aunque hagan extremos; pero, por amor, en un cabello le ligan".
Movida por el amor, la marioneta es divina.
* Monticelo, Centro de Mística.
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