Vuelvo al ejemplo del país africano Botsuana, ya que en aras de salir de la pobreza y de sus infinitos problemas, la clase dirigente logró crear un consenso para afrontar conjuntamente su compleja situación.
Desde ese momento viene mostrando uno de los mayores índices de crecimiento económico en el mundo. Y lo cito nuevamente, pues es inaudito que un país africano nos dé ejemplo de cómo construir consensos.
Es indiscutible la importancia de la controversia en una democracia, así como indiscutible son los avances que hemos tenido bajo el gobierno del presidente Uribe.
Pero tales cosas no permiten que la confrontación ideológica utilice ni la forma ni el lenguaje que hemos visto, sobre todo por las circunstancias del país especialmente en lo que a la arremetida de grupos criminales se refiere y que exigen precisamente la construcción de consensos para su persecución.
La política no puede continuar marcada por las rencillas de siempre.
De un lado una oposición mezquina, acusando al gobierno de paramilitar, sin reconocer los grandes aciertos del mismo y del otro, un gobierno que está incurriendo en el juego al dejarse picar la lengua por todo lo que se le dice. Y todos -oposición y gobierno- cayendo en la trampa de los grupos desestabilizadores, que disfrutan de la confrontación inútil de los dirigentes. Repito, una cosa es la controversia y la franqueza en el debate y otra los términos en que se plantea.
Lo más preocupante es que el lenguaje utilizado por las partes dificulta una salida consensuada. Cuando una controversia se lleva al plano de los insultos, no queda camino para las conciliaciones. Y casualmente y en medio de la crisis institucional, estaba de visita el fiscal de la CPI Luis Ocampo, acompañado del juez español Garzón, adalides hoy de lo que se ha denominado la justicia transnacional, lo que ha alborotado el tema de los crímenes de lesa humanidad y del juzgamiento de nacionales en el exterior.
No ha faltado la algarabía en lo que al proceso de la parapolítica se refiere, ignorando otras afirmaciones del fiscal Ocampo según las cuales los procesos con grupos guerrilleros no podrán terminar en salidas simples de reinserción política.
Tampoco deberían estar muy relajados con las expresiones del fiscal la dupla de Chávez y Correa, pues la CPI se podría encargar de determinar quiénes y cómo han patrocinado a los grupos desestabilizadores de la democracia colombiana. Quedan pues notificados, tarde o temprano la justicia internacional les pasará la cuenta de cobro, así en Colombia dicho tema esté congelado.
Y como el tema de moda es el de los derechos humanos y la justicia internacional -siempre y cuando el dedo inquisidor recaiga sobre los países subdesarrollados-, recomendable la lectura del libro de David Rieff "A punta de pistola", una radiografía profunda y crítica de los movimientos y ONG de derechos humanos, sus intereses, sus negociados, la ineptitud de la ONU, la peligrosa teoría de la imparcialidad frente a conflictos internos, entre otras, libro que sirve para desvirtuar de alguna manera la pulcritud del nuevo discurso mundial.
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