Desde su niñez Alba Lucy Ordóñez aprendió la larga tradición de preparar dulces de diversos sabores a base de leche, azúcar y frutas. Su hermano mayor, apodado Chato, era quien los vendía en su pueblo natal Málaga (Santander) y por eso los clientes decían “ahí vienen los chatos”, refiriéndose a los dulces que iban a comprar.
Así recuerda esta contadora pública, propietaria y administradora de Dulces Chatos de Antioquia, el inicio del negocio familiar.
Al cabo de los años ella, su esposo y sus hijos se vinieron para Medellín a encontrar nuevas oportunidades. Buscó empleo como contadora, pero no encontró. Debía lograr un ingreso familiar fijo y se le ocurrió que lo mejor sería crear su propia unidad productiva aplicando esos conocimientos ancestrales.
Mientras todas las puertas se cerraron, hubo un gran ventanal que se le abrió al participar y ganar en el Concurso Capital Semilla de la Alcaldía de Medellín en el año 2008.
El premio obtenido en dinero le alcanzó para comprar unas pailas. Ahí fue cuando ella se puso el delantal para empezar a mecer la leche con el azúcar, el coco o alguna otra fruta. La producción inicial fue poca, pero el trabajo extenuante.
Empezaron a verse lentamente los buenos resultados, pues penetrar el mercado paisa no es fácil con dulces que no son parte de la cultura antioqueña, indica la empresaria. Esto sumado a la idea que se tiene de que el dulce es dañino, no han permitido que el crecimiento de la empresa sea más rápido. “No es fácil mostrarle a la gente que es un producto bueno y que si no se excede puede comer dulce, un montón de creencias que se tienen alrededor, pero poco a poco con mucho esfuerzo, con mucha dedicación hemos podido ir logrando pequeñas metas, eso es lo que ha hecho que siga todavía”, afirma la contadora.
En la actualidad Dulces Chatos de Antioquia tiene dos productos estrella, uno es la breva con arequipe que va a un mercado institucional, pueblos, carreteras, ferias. El otro es la panelita de arequipe y coco que va para las tiendas.
Adicionalmente, hay unos productos con una presentación más elegante, que son dirigidos a los turistas, se trata de una cajita con nueve unidades de arequipe combinado con frutas como coco, cáscara de naranja, cáscara de limón, con café, entre otras opciones.
Todo en la zona
Debido a la ubicación de esta pequeña fábrica la consecución de algunos ingredientes se hacen en la comuna 13 o cerca de allí. Semanalmente se compran 300 litros de leche en una finca de San Cristóbal cuando es temporada baja y cuando es época de vacaciones se utilizan hasta 500 litros. Las frutas también se adquieren en fincas por bultos o por arrobas.
Por la mañana Alba Luz y una empleada se encargan de hacer el arequipe de diferentes consistencias, según el producto final. En las tardes se dedican a armar los dulces y empacar las cajitas o tarros, para ser distribuidos en el único punto de venta directo que tiene la microempresa al por mayor en el centro de Medellín o sino en aeropuertos, terminales de transporte, el Pueblito Paisa, tiendas, ferias y mercados artesanales, entre otros centros de distribución.
Debido al crecimiento la fábrica ya salió de la vivienda familiar y se ubicó en un local independiente.