Cuando se habla de invierno se piensa en casas y terrenos inundados, personas que abandonan lo poco o mucho que tienen en busca de un lugar seco para proteger sus vidas. También en largas colas de buses y camiones, con viajeros y conductores desesperados, contando los minutos hasta que una máquina quite un derrumbe para poder pasar.
¿Pero qué pasa con la vida diaria de un municipio cuando los derrumbes lo aislan o deterioran acueductos? Esa es la situación que viven poblaciones como Tibú, en Norte de Santander; Rovira, en el Tolima; Ayapel, en Córdoba; o Mompós, en Bolívar.
En Tibú, por ejemplo, las embarcaciones se han convertido en un lujo y los organismos de socorro las están utilizando para poder atender las emergencias.
En Ayapel, pasa algo parecido, porque las vías de 56 veredas quedaron borradas del mapa y solo se pueden movilizar en canoas o lanchas a motor. Desde julio del año pasado, las motos, principal medio de transporte de la región, quedaron guardadas.
Estos cambios en las rutinas han llevado que se creen nuevas "fuentes de empleo". La más común la del conductor de "lanchataxi", un trabajo que cada año con las inundaciones se pone de moda en poblaciones como Caucasia, en Antioquia, o San Marcos, en Sucre.
Las ciudades capitales también han sufrido. Cali e Ibagué han tenido problemas con el suministro de agua, porque las fuentes de sus acueductos se han enturbiado debido a las lluvias. En Villa del Rosario, en Norte de Santander, la gente salió a las calles para protestar por la suspensión del servicio de acueducto.
Acorralados
Hasta el sábado, según la Policía de Carreteras, en todo el país se habían reportado 305 pasos restringidos y 35 vías secundarias y terciarias cerradas.
La lista de municipios afectados y aislados es larga, tanto que según una carta del ministro de Transporte, Germán Cardona Duque, al director ejecutivo de la Federación Colombiana de Municipios, Gilberto Toro, 278 alcaldes han pedido apoyo para atender las vías terciarias y 95 han hecho presencia en esa cartera para gestionar recursos.
En una reunión sostenida con los alcaldes el pasado 31 de marzo, el presidente Juan Manuel Santos se comprometió a asignar 300.000 millones de pesos para la vigencia de 2011 y 500.000 para la de 2012.
El viernes, el mandatario advirtió que hay que esperar a que el fenómeno de La Niña termine, a finales de mayo, para iniciar la reconstrucción del pais.
Reconstruir vidas
Pero con la tragedia no solo quedan maltrechas las estructuras viales y las casas. También hay familias que se rompen como si fueran puentes o muros vencidos por un derrumbe.
A José*, un campesino de la vereda El Totumo, en Ayapel, su esposa lo dejó en una finca inundada a cargo de sus tres hijos y la abuela que ya está anciana y no se defiende por ella misma.
La Cruz Roja, señaló la agencia de noticias Colprensa , también advirtió sobre los riesgo para la salud mental de las personas que se encuentran en los albergues.
"Los problemas mentales que padecen los damnificados que aún viven en albergues, complican la atención de la emergencia invernal. El problema también empeora en los niños, con quienes también tenemos equipos de acompañamiento psicosocial, para reducir el impacto de esta complicada situación que viven quienes lo perdieron todo", aseguró César Urueña, director de Socorro Nacional de la entidad.
La población de La Virginia, Risaralda, es una de las más afectada por este fenómeno, advirtió Urueña.
Pero uno de los casos más críticos se ha presentado entre los damnificados de Gramalote, Norte de Santander, población que tendrá que ser reubicada.
Desde el año pasado se han denunciado, la muerte de tres de los damnificados que no pudieron soportar las deudas, el desarraigo y el sentimiento de tener que vivir "de arrimados".
*Se reserva el apellido por petición de la fuente.
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