Durante la noche del viernes 30 de enero, un grupo de personas armadas ingresó por la fuerza al principal templo sefardita de Caracas, la Sinagoga Tiferet Israel, que hace parte de un centro israelita en esa ciudad. Los asaltantes procedieron a destrozar los espacios internos de la sinagoga, las bibliotecas y las salas de estudio. Sustrajeron las computadoras que contienen la base de datos de la comunidad judía venezolana y pintaron consignas ofensivas en las paredes.
La gravedad de este suceso ha merecido el repudio, y convocado la solidaridad, de los dirigentes religiosos, la sociedad civil y la opinión culta del país. Lo ocurrido ha sido interpretado como un insulto a la nación venezolana y a su honrosa tradición de pluralismo y respeto por la diversidad de creencias religiosas.
La Confederación de Asociaciones Israelitas de Venezuela expidió un comunicado en el cual se afirma que "Este acto vandálico, llevado a cabo en Shabat, el día más sagrado del culto judío, constituye un hecho condenable y sin precedentes en la historia de nuestro país?" También considera que ese crimen "es producto de el clima antijudío que se ha desatado en Venezuela como consecuencia del discurso incitador al odio del gobierno nacional".
El reciente atropello a la comunidad judía venezolana se encuadra dentro de un ambiente de hostilidad sistemática creado por el propio gobierno. Hugo Chávez reaccionó con inusitada virulencia contra el Estado de Israel a raíz de la incursión militar contra Hamas en la Franja de Gaza. Expresó de manera airada el rechazo de su gobierno a esa decisión, y ordenó la expulsión del embajador israelí en Venezuela. La beligerancia verbal contra Israel coincide con el fortalecimiento de la alianza con el régimen teocrático de Irán.
En una sociedad con un alto grado de polarización política, la intemperancia verbal de los dirigentes tiene consecuencias desafortunadas. Cuando a los disidentes se les declara enemigos de la revolución, no es sorprendente que sectores adictos al régimen recurran a las vías de hecho. La página Web de uno de esos grupos ha llamado al boicot de los negocios cuyos propietarios sean judíos. La inconformidad legítima con una decisión soberana del gobierno de Israel sirvió de pretexto para estigmatizar a un grupo de venezolanos que no es protagonista en el conflicto del Medio Oriente.
Según el Director de Tal Cual, Teodoro Petkoff, "De la expulsión del embajador israelí y la ruptura de relaciones con ese país, el discurso oficial y la conducta de varios de sus altos funcionarios se fue deslizando hacia el racismo antisemita". En su concepto, el ataque a la sinagoga "no fue una acción espontánea de algunos tipos intoxicados por la prédica antisemita, sino la operación de un destacamento encuadrado dentro de una jerarquía y que no actúa por su cuenta sino por órdenes expresas".
Un gobierno no puede pretender que se le considere progresista al tiempo que estimula y tolera el anti-semitismo. Los regímenes que poseen el copyright sobre esa modalidad de patología política son el fascismo y el nacional-socialismo. Por una coincidencia simbólica, la profanación de la sinagoga en Caracas, que evoca el comienzo de la persecución de los judíos en la Alemania de Hitler, ocurre cuando se celebran diez años de hegemonía chavista.
El intelectual mexicano Enrique Krauze, autor del libro El Poder y el Delirio describe la década del presidente Chávez como la construcción de una dictadura "que va mucho más allá del populismo, mucho más allá del estatismo, mucho más allá del caudillismo. Es un fascismo de izquierda que en días recientes parece un nazismo puro y duro".
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