Puede resultar lacerante y hasta injusto el presente punto de vista sobre las inundaciones en los pueblos ribereños de la Costa Atlántica y Chocó, pero con lo que allí pasa puede hacerse una perfecta radiografía del conformismo. Cada invierno, los mismos pueblos aparecen clamando apoyo nacional. El Gobierno anuncia recursos económicos y mercados. La plata la reciben alcaldes y gobernadores, así como parte de los mercados, porque la gran tajada se entrega directamente a los damnificados.
Las necesidades desaparecen cuando el sol convierte en lodo el agua caída del cielo. Acto seguido, los pueblos parecen olvidarse del drama y la plata se pierde, quizás por el invierno de la corrupción. No se puede ser tan pasivo, los pueblos deben reclamar, las obras deben ser un hecho y las inundaciones desaparecer para siempre.
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