Cuando hablamos de inmigración a América, contamos una esperanzadora historia de coraje y sacrificio. Esa historia deja por fuera el hecho de que, especialmente para los pobres, la inmigración frecuentemente es un evento traumático, uno que destroza familias.
Consideren la experiencia de una familia, originalmente de Honduras. En 1989 Lourdes Pineda era la madre soltera de un niño de cinco años y una niña de siete. Ella vendía tortillas, plátanos y ropa usada de puerta en puerta, pero apenas ganaba lo suficiente para alimentar a sus hijos, y temía no poder enviarlos a estudiar más que la primaria.
Entonces tomó la dolorosa decisión de dejarlos atrás en Honduras, y consiguió trabajo en los Estados Unidos como niñera, cuidando los hijos de otras personas. Su hija se fue a vivir con su abuela materna, su hijo, Luis Enrique Motino Pineda, con su abuela paterna.
Enrique, cuya historia seguí para un libro, estaba destrozado. Lo pasaron de pariente a pariente mientras pensaba, ¿acaso su madre no lo amaba lo suficiente para estar con él? En el 2000, a los 16 años salió en busca de su madre. Intentó cruzar por México hacia los Estados Unid os, un viaje de 122 días y 12.000 millas.
Enrique había dejado atrás a alguien también: una novia, María Isabel Carias Duron, quien supo luego estaba embarazada. Ella siguió a Enrique unos años después, dejando atrás a su hija, Katerin Jasmín. Enrique estaba dispuesto a evitar que su hija sufriera la larga separación que él había sufrido, entonces, cuando Jasmín tenía cuatro años, mandó por ella y la trajo a Jacksonville, Florida, donde la familia se había organizado.
En la década después de que Enrique llegó a los Estados Unidos, más inmigrantes llegaron que en cualquier otra época en la historia del país, causando represalias. Entre 2005 y 2010 se aprobaron casi mil leyes en las legislaturas estatales para manejar la inmigración ilegal. En el 2008 el gobierno federal dijo a todos los departamentos policiales que debían entregar a cualquier inmigrante ilegal que arrestaran, parte de un programa llamado Comunidades Seguras. Las deportaciones se duplicaron entre 2006 y 2012, a más de 409.000 al año.
Entonces las familias inmigrantes están siendo separadas, pero esta vez en reversa. Los padres están siendo deportados a Mexico y Centroamérica, lejos de sus hijos nacidos en Norteamérica.
Alrededor de 200.000 padres de hijos quienes son ciudadanos americanos fueron deportados entre 2010 y 2012, y 5.000 niños sin padres ahora están en hogares temporales porque sus madres o padres fueron detenidos o deportados. Un análisis del Centro de Investigación Aplicada estima que más de 15.000 niños se reunirán con ellos de aquí al 2016 si la cifra récord de deportaciones continúa.
El 26 de diciembre de 2011, Enrique estaba de fiesta con amigos en un motel cuando llegaron oficiales de la policía. Tenía una orden de arresto en su contra por no pagar una multa de tráfico que obtuvo por estar conduciendo sin licencia, todos los estados excepto 11 prohíben que inmigrantes ilegales tengan licencia de conducción. Enrique fue detenido y entregado a autoridades de inmigración federales para ser deportado. María Isabel tenía tres meses de embarazo con su segundo hijo.
La inmigración tiene ventajas enormes. Madres que van al norte pueden enviar dinero a sus hogares para que sus hijos puedan comer y atender a la escuela. Hay consecuencias también: muchos de estos niños sienten fuerte resentimiento hacia sus madres por dejarlos atrás. Se sienten abandonados, y desproporcionadamente se unen a combos delincuenciales o quedan en embarazo, buscando ese amor que sienten se les negó.
Los Estados Unidos están gastando billones en muros que realmente no mantienen por fuera a los inmigrantes -un estudio de la Universidad de California en San Diego sugiere que el 97 por ciento de los inmigrantes que quieren cruzar la frontera eventualmente lo logran- y en detener y deportar personas, muchas de quienes regresan.
Refuerzos en la frontera, programas de trabajadores visitantes y caminos hacia la ciudadanía no han solucionado el problema. Por el contrario, han dejado atrapados a muchos inmigrantes que preferirían irse a casa, han atraído trabajadores temporales que nunca se fueron y dieron la legalidad a inmigrantes que trajeron parientes ilegalmente, llevando a que el número de ilegales creciera.
Podemos prevenir este dolor, y el lento flujo de inmigrantes permanentemente, sólo si atendemos los factores de ‘puja’ que impulsan a los inmigrantes -especialmente mujeres, a irse en primer lugar- y ayudando a familias como las de Enrique para que eviten el dolor que inició el éxodo de su madre hace un cuarto de siglo.
Pero imagínese el sufrimiento que se habrían ahorrado si desde un principio Lourdes no hubiera decidido venir.
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6