El millonario chino Chen Guangbiao, de 45 años, volvió a ser noticia tras revelar el último de sus alocados planes: comprar el diario The New York Times.
La compra del diario bandera de la prensa estadounidense -algo que muchos chinos dan por imposible- es la última "locura" de Chen, quien todos los años protagoniza varias historias insólitas, ya sea destrozando su Mercedes en público para pedir a los chinos que usen menos el automóvil, o vendiendo aire enlatado.
Chen, no obstante, parece muy convencido de que puede negociar la compra de la cabecera neoyorquina, que él calcula puede costar unos 1.000 millones de dólares, y así lo anunció el 30 de diciembre, durante una entrega de premios de periodismo en la ciudad meridional china de Shenzhen.
"Voy a viajar a Estados Unidos a hacer tres cosas, la primera de ellas la compra de The New York Times", aseguró en la gala. Insistió en la idea pocos días después, cuando, a raíz de las burlas que le dedicaron muchos internautas chinos en las redes sociales, aseguró al diario chino Global Times que su idea iba en serio y que los que dudaban de ella eran "conservadores".
Chen, ejemplo del millonario chino hecho a pulso, que vivió una infancia mísera -y triste, pues dos hermanos suyos murieron en esa época-, es hoy uno de los chinos más ricos del país, con una fortuna valorada en 740 millones de dólares según cifras de 2012.
Su imperio se ha construido a partir de una empresa de reciclaje de materiales, Jiangsu Huangpu, y su fama mediática como filántropo excéntrico nació en el terremoto de Sichuan de 2008 (90.000 muertos), cuando donó 15 millones de dólares y viajó a la zona para ayudar en las tareas de rescate.
Hasta aquí todo parecería normal, pero las donaciones las realizó personalmente a aldeanos que lo habían perdido todo, les entregó grandes fajos de billetes a cambio de hacerse fotos con ellos, y las labores de rescate las lideró él mismo, montado en una excavadora.
Esta forma de concebir la filantropía la repitió en marzo de 2011 cuando viajó al área afectada en Japón por el tsunami y se fotografió mientras entregaba dinero a las víctimas, y meses después en Taiwán, donde algunos le acusaron de hacer propaganda comunista, al mostrarse como un rico chino que ayuda a los taiwaneses pobres.
El mismo radicalismo muestra Chen en sus campañas ecologistas, como demostró en septiembre de 2011 cuando, para conmemorar el "día sin automóviles", se subió nuevamente a una excavadora y con ella, públicamente, destruyó su lujoso Mercedes S600.
También se le ocurrió en el verano de 2012 que una medida para concienciar a China de los problemas de polución atmosférica era vender en grandes ciudades contaminadas cientos de miles de latas con aire puro de la meseta tibetana.
Es también un ferviente nacionalista: en 2012 compró 43 vehículos de marcas chinas y los regaló en la calle a dueños de autos de marcas japonesas
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