La mayor inquietud que dejan los comicios para renovar el Parlamento, uno de los principales órganos políticos de decisión, tiene que ver con el crecimiento de los movimientos "euroescépticos" por sus discursos antieuropeístas, que frenarían reformas importantes, especialmente en asuntos clave de la integración económica, en lo que tiene que ver con las corrientes de libre mercado, dentro y fuera de Europa.
Tras la victoria de esa tendencia, como el movimiento que comanda Jean Marie Le Pen y su hija Marine en Francia, existe el temor también de que puedan frenarse políticas sociales referidas a los inmigrantes.
Sin embargo, sin desestimar el descalabro sufrido por algunos partidos socialistas y socialdemócratas ante el avance de la derecha y movimientos nacionalistas, con fuerte tendencia al populismo, estas no tienen la fuerza suficiente para echar por la borda lo alcanzado en 50 años de integración, que se concretaron en el Tratado de la Unión Europea en 1993. De los 751 escaños del Parlamento Europeo, 521 serán ocupados por diputados europeístas.
La causa de este giro a la derecha puede ser atribuida al descontento sufrido por los habitantes de diversos países donde la palabra progreso ha sido reemplazada por "ajuste". La austeridad fiscal ha pasado su cuenta de cobro, principalmente en materia de empleo, con 22.5 millones de desocupados en Europa, si bien el FMI prevé que ya lo peor pasó y tendrá un crecimiento del 1,6 por ciento para la UE este año.
Sin duda, el anhelo y la necesidad de formar un Estado global con 27 países, que tienen idiosincrasias locales disímiles y también prioridades distintas, resulta una experiencia única, pero no exenta de dificultades, entre ellas la conformación de estructuras institucionales muy fuertes, lo que hasta ahora despierta un gran descontento y poca credibilidad. Con posiciones tan críticas entre los habitantes como considerar que muchas decisiones provienen más de la poderosa canciller alemana, Angela Merkel, que del propio Banco Central Europeo o de la Comisión Europea.
Por ello, en varios países surge el descontento ante las políticas de austeridad fiscal que impulsa Alemania, y este inconformismo con los resultados, de los cuales es prueba el estancamiento en el crecimiento europeo en los últimos años, ha sido capitalizado por los partidos de derecha, más amigos de que sean las propias naciones las que definan su futuro económico y social.
Y por eso la crisis les cobró por ventanilla a los partidos socialistas y socialdemócratas en países como Inglaterra y Francia. No así en otros como Austria o Grecia. Y en Bélgica se dificultará aún más la posibilidad de conformar gobierno. En tanto que en Alemania se consolida la posición de Angela Merkel, que, sin embargo, no entiende cómo es posible la llegada al Parlamento Europeo de un neonazi. Pero eso no la hace renunciar a su férrea política de austeridad, aunque ponga a girar a muchos europeos.
EL GIRO A LA DERECHA ES UN VOTO DE CASTIGO PERO NO UN RECHAZO A LA UNIÓN EUROPEA
Por MAURICIO JARAMILLO
Docente de Estudios Internacionales de la Universidad del Rosario
Los resultados de las votaciones para renovar el Parlamento Europeo tienen tres aristas:
Primero, la extrema derecha en Europa entendió la importancia del poder local y en eso en buena medida se basa su éxito. El segundo hecho que yo destacaría de este giro hacia la derecha extrema tiene que ver con un descrédito de la Unión Europea. Un buen porcentaje de los europeos asocia la crisis del neoliberalismo con la crisis de la Unión Europea. La gente le endilga una responsabilidad a la UE por esta flexibilización de la economía y las medidas de austeridad. Y en tercer lugar a la Unión Europea le está pasando factura de cobro su empeño expansionista, pues hizo unas apuestas muy riesgosas para ampliarse a los Estados de Europa del Este y esto hace que el modelo no sea ya tan exitoso como hace veinte años. Esto ha sido aprovechado por algunos partidos de derecha que en el caso particular de Dinamarca, Reino Unido y Francia han tenido una victoria bastante clara en el Parlamento Europeo.
Pero yo pensaría que hay un proyecto irreversible en Europa y es la multiculturalidad. Se puede poner en entredicho un proyecto político, pero esto no quiere decir que volvamos a los Estados-nación con fronteras cerradas. Es un voto castigo, pero no se puede decir que la gente no quiera la Unión Europea.
