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El momento del Adiós

Hoy digo Adiós a la Dirección de EL COLOMBIANO, periódico que llevo como huella indeleble en mi alma. Inicio un nuevo momento. Parto llena de sueños e ilusiones en mi nueva etapa.

09 de julio de 2012
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El ser humano en este planeta tiene momentos que marcan etapas de su recorrido vital. Hay un momento para nacer y otro para morir. Paréntesis ineludibles de los que nadie se puede desmarcar.

Pero dentro de esos paréntesis hay etapas que el ser humano se plantea. Otras veces, no se las plantea pero le toca afrontarlas y estas son las más valiosas, creo yo.

La grandeza consiste en asumirlas con responsabilidad y alegría y, muchas veces, con una alta dosis de valor. Son esos sí que damos, a sabiendas de que habríamos preferido otra opción. De este modo comenzó mi vinculación laboral con EL COLOMBIANO como Jefe de Redacción.

El periódico no me era ajeno porque aprendí a amarlo desde el vientre materno: ya mi padre era Director de esta casa periodística cuando nací, y puedo decir que en mi infancia jugué con los lingotes de los viejos linotipos y que aprendí a leer con las tiras cómicas que llegaban en forma de tira. De ahí su nombre en castellano.

Pude haber estudiado otra carrera, pero me incliné por las humanísticas porque mantengo una irrenunciable vocación de servicio a mi prójimo, y el deseo de ayudar a construir una sociedad más equitativa en donde todas las personas tengan igualdad de oportunidades. Razones por las cuales me gradué en Educación y, después, en Comunicación Social.

Fui colaboradora externa haciendo traducciones del inglés, el francés y el italiano. Con mis hermanas y cuñadas empecé una página de educación familiar que luego asumí con la sola compañía del grupo Calixto. Se llamó En Familia. Di clases de castellano e inglés en varios planteles y empresas. En la UPB enseñé castellano y periodismo informativo.

Pero dirán quienes lean este editorial: ¿Cómo así que quien ahora se despide dice que habría preferido otra opción?

Así es. El 13 de enero de 1987, martes para más señas, cuando comenzó mi vinculación laboral con esta casa editorial habría querido estar con mis hijos y seguir siendo colaboradora externa o cronista e investigadora.

Me dolió salir de mi hogar y saber que nunca más volvería a tener unas vacaciones escolares completas dedicadas a ellos. En ese momento me hice el propósito de cambiar cantidad por calidad de tiempo, pero siempre sentí envidia de las mamás que estaban con su familia en tiempos de vacaciones.

Quizá por mi formación, primero como Educadora, descubrí que los medios de comunicación son educación no formal y al informar, forman o deforman y, de todos modos, transforman. De ahí el énfasis que mi trabajo en EL COLOMBIANO le dio a la formación y a la responsabilidad de todo medio frente a sus audiencias.

Los medios no sólo forman opinión pública sino que sutilmente van presentando modelos de vida. Razón esta para las historias de valores.

De ahí también el reto de enseñar la austeridad que se contrapone al consumismo. De enseñar el valor de la vida digna que se opone a la vida carente de dignidad. De defender la vida humana desde que el bebé, un ser autónomo, se nutre del vientre materno.

De ahí enseñar el pluralismo y la tolerancia con las ideas ajenas. Es incomprensible una comunidad en donde nos matamos por pensar distinto. Como decía Jota Emilio Valderrama: "Esto tiene que cambiar".

No veo la vida en blanco y negro. Hay matices, y descubrirlos nos debe hacer reflexionar que nadie es totalmente malo ni totalmente bueno, totalmente docto o totalmente ignorante.

Durante mi Dirección nunca escribí "los buenos somos más" sino que me referí a las personas de buena voluntad. Personas con sus matices, pero con el deseo de acertar y de ser cada vez mejores.

Nunca me preocupó el salir con una noticia o una investigación un día o varios después, pero respaldadas en indagaciones serias.

Soy alérgica al sensacionalismo. Me gusta un periodismo reposado que piensa dos veces antes de hablar.

También soy alérgica al periodismo liviano o "light" como lo llaman ahora, sin descartar una modesta dosis de notas que hacen sonreír y hasta reír, notas que uno lee cuando no quiere pensar porque está saturado de informaciones duras, como las que nos toca reseñar todos los días en Colombia.

Pero no acepto que se exagere con lo "light" porque anestesia y le impide a la persona pensar en los grandes temas y problemas sobre los cuales debe actuar y ser parte de la solución.

No me gusta la cosificación del ser humano ni contribuir a hacerlo sentir infeliz porque carece de lujos que otros tienen. Tal vez por eso me encanta el dicho popular de que "el más rico es el que menos cosas necesita para vivir".

Dirigí un periódico católico pero ecuménico, de ideas progresistas dentro de un marco democrático.

Coincido con mi padre, Fernando, mi mejor texto de periodismo, en que nací para la disciplina y el orden. Busqué la verdad en un ambiente de corrupción y verdades a medias que son mentiras completas. Y lo hice con un solo fin: poner un grano de arena en la construcción de un país digno para las nuevas generaciones.

Soñé mucho mientras fui Directora, y muchos de esos sueños son hoy realidad palpable: un periódico joven de cien años de vida. Otros sueños quedaron para después. El mayor: Haber podido pregonar que Colombia había llegado a la paz plena, fruto de la equidad y la solidaridad.

Agradezco a Dios, a mis padres Fernando y Bertha Martínez, a mi familia y a todos los que fueron mis compañeros de jornada. De todos aprendí. Unos siguen acá. Otros viven otro momento por fuera de esta casa periodística. Algunos ya están en la Plenitud y son faro infinito. Agradezco a todas las audiencias, razón de ser de este noble oficio. Parto llena de sueños e ilusiones en mi nueva etapa. Donde esté seré fiel a mi vocación. No buscaré la paz interior en el bullicio sino en el silencio de mi conciencia. Hoy digo Adiós a la Dirección de EL COLOMBIANO, periódico que llevo como huella indeleble en mi alma.

Ana Mercedes Gómez Martínez.

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