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EL REY DE AMÉRICA

  • EL REY DE AMÉRICA
02 de junio de 2014
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Argentina, 3 de diciembre de 2001. Más de 66.000 millones de dólares de 18 millones de cuentas de los argentinos quedan atrapados por el corralito. El país austral se desmorona y, tras las caceroladas, comienzan los asaltos a los bancos, los saqueos a los supermercados y la represión, que dejó 36 muertos en dos días. Argentina se vio obligada a devaluar su moneda tras 11 años de paridad con el dólar y a suspender pagos. Pero lo más llamativo fueron las muertes por desnutrición de decenas de niños en una nación carnívora por naturaleza. Recuerdo como si fuera ayer una portada de mi diario, La Razón, en la que se leía "Argentina se muere de hambre", con una bandera albiceleste al fondo. Y también recuerdo con nitidez cómo la mayoría de las multinacionales y de los inversores huyeron de un país sumido en el caos y el desgobierno. España era por entonces el principal inversor extranjero y, pese a todo, ni una sola de sus grandes empresas movió un pie de allá aunque ganas de huir no le faltaron a más de uno.

Fue el Rey Don Juan Carlos quien pidió a los inversores españoles que aguantaran el chaparrón. Por solidaridad con una nación hermana que, por otro lado, había ayudado al pueblo español tiempo atrás durante la hambruna que siguió a la posguerra civil.

Pero el Rey no solo frenó la desbandada empresarial que habría supuesto un cataclismo aún mayor para los argentinos, sino que activó todos sus contactos para generar confianza en Argentina y presionó para que el entonces presidente del Gobierno, José María Aznar, desembolsara 800 millones de euros para el rescate. Se convirtió en cierta forma en Rey de la Argentina, al conseguir lo que los políticos locales no eran capaces. Lo hizo en parte por el propio interés de las compañías españolas que allí operaban y que se habían dejado una fortuna invirtiendo en los principales sectores. Pero también por responsabilidad. Porque el Rey de España no solo sirve a los españoles sino a todas las naciones hermanas de América Latina y a sus pueblos.

Apoyando la consolidación democrática en El Salvador y Guatemala tras las contiendas civiles vividas en aquellas tierras, impulsando la tarea humanitaria a través de la Agencia Española de Cooperación (AECID) con la Reina Sofía como abanderada, creando un foro de encuentro entre mandatarios enfrentados con frecuencia a través de las Cumbres Iberoamericanas, su empeño personal, o mediando en la resolución de conflictos cuando así se le requería. Don Juan Carlos I ha sido el mejor embajador de toda Latinoamérica. Solo así se entiende que haya visitado unas 80 veces la región por las 72 visitas de Estado realizadas en Europa. Por eso, cuando en Latinoamérica se habla de «El Rey», nadie pregunta «de dónde».

En 1975, cuando D. Juan Carlos fue entronizado, España era la undécima potencia económica por PIB con 111.442 millones de dólares de ingresos. Hoy, tras cinco años de crisis, el Gobierno español prevé cerrar este año con una riqueza de 1,04 billones de euros, en duodécimo lugar en el ranquin global pese a la irrupción de los países emergentes.

En 39 años de reinado, España ha multiplicado 265 veces su riqueza, teniendo en cuenta el factor cambiario. La Corona proveyó de estabilidad política, económica y social, y generó uno de los periodos menos tormentosos de la historia de España pese a tener enfrente desafíos ciclópeos como el terrorismo de ETA o el inmovilismo de parte del Ejército. A su voluntad corresponde haber integrado a España en Europa como un socio clave y pilar fundamental del euro. Pero también haber servido de puente entre el viejo y el nuevo continente. Su legado no solo pertenece a España sino a ustedes.

Colombia lo sabe muy bien puesto que siempre ha trabajado junto a sus mandatarios para buscar la paz y la prosperidad de los colombianos. El propio presidente Santos me lo reconoció «sotto voce » en más de una ocasión.

No hay halagos aquí sino reconocimientos, pues soy republicano extremo. Por eso sé que su heredero, quien lleva 69 tomas de posesión de presidentes latinoamericanos a sus espaldas, seguirá sirviéndoles fielmente. Por eso, ¡viva Felipe VI y viva la República…

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