Tomo como título de esta columna el que pusiera Oriana Fallaci a su artículo y posterior libro a raíz del ataque a las torres gemelas.
Me parece que entre estos dos sentimientos se mueve el alma dividida del ex presidente César Gaviria.
Precedido de tantos títulos y experiencia vino a presidir su partido como jefe único. Enfrentó las precandidaturas del liberalismo con un clarísimo sesgo por Rafael Pardo que causó molestia y reclamaciones de los otros precandidatos.
No habían pasado quince días del triunfo de Pardo en la consulta liberal, cuando en un polémico reportaje periodístico, prácticamente mandó al limbo al candidato escogido por el liberalismo no solo anticipando su derrota sino dejándolo en el abandono. A duras penas hizo un breve recorrido por el Magdalena en compañía de Aníbal Gaviria.
Así son los hombres que tienen el alma dividida: se mueven entre el odio y el amor porque para ellos solo cuenta el frío cálculo que alimente su propio ego.
El ejercicio de la oposición al gobierno siempre se caracterizó por frases duras, descalificadoras e hirientes contra el presidente Uribe.
Un paréntesis para decir que los colombianos somos testigos de que "las carnitas y los huesitos" de Uribe no han sido lo suficientemente fuertes como para contener su espíritu camorrero, impetuoso y muchas veces imprudente para casar innumerables peleas.
Mas si nos concretamos al último rifirrafe entre Uribe y Gaviria entenderemos el juego de este último. La carta dirigida a Juan Manuel Santos y en la cual anuncia su voto, encierra intenciones oscuras.
Recuerdo ahora las primeras lecciones de Derecho Penal que para explicarnos qué era "alevosía" se traía a colación la figura utilizada por el tratadista Padre Feijoo: "el vampiro alevoso acaricia con sus alas a la víctima mientras le clava sus colmillos".
La misiva es el anuncio de un voto condicionado y una ponzoña venenosa contra Uribe. Le promete su voto, sí, pero trata de inocularle el veneno antiuribista.
Su adhesión a Santos es solo una disculpa para atacar al gobierno del cual Santos fue colaborador y partícipe y para exigirle que se distancie de la influencia de Uribe.
Pero además Gaviria, como quien no quiere la cosa, le recuerda que también fue su ministro. Quizá reclamándole el favorcito del nombramiento para que no le niegue el apoyo a su hijo Simón en su aspiración a presidente de la Cámara.
De mal gusto esta pelea de Uribe y Gaviria. Sobre todo sabiendo que el ex presidente siempre se mueve "entre la rabia y el orgullo".
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